La pobreza tiene rostro de mujer en la comunidad San Ildefonso, Malpaisillo

Redacción / IP Nicaragua

San Ildefonso es una comunidad alejada al sur del municipio de Malpaisillo, en el departamento de León. En el pequeño poblado, ubicado del empalme La Mina 10 metros al Este, habitan unas 100 familias que viven de la agricultura y son azotados por la pobreza que es alimentada por la crisis del país.

En una polvorienta calle encontramos a Karla Vanessa Hernández Martínez, una mujer de 35 años que aparenta mucho más años. La vida la ha golpeado y con fuerza.

En una breve conversación trata de resumir su historia, sufriendo en silencio los impactos de la miseria junto a sus seis hijos menores de edad y su pareja con discapacidad visual.

Pobreza es evidente en el hogar

Una sencilla casa de plástico negro y techo de zinc, en la última calle del poblado, alberga a esta familia que vive en situación de extrema pobreza.

Hernández es originaria de Waslala, municipio de la Región Autónoma de la Costa Caribe Norte de Nicaragua. Llegó hace cinco años a esta comunidad del occidente del país, huyendo de la violencia de género.

La situación de pobreza que vive Karla Hernández se repite en otros hogares de la comunidad.

Iba acompañada de sus dos primeros hijos y en esta comunidad conoció a su actual pareja, un hombre de 56 años, con el que procreó cuatro hijos, entre ellos unas mellizas que tienen 9 meses de nacidas.

“Llegué a esta comunidad probando y aquí conocí al padre de mis últimos 4 hijos, él me enamoró hasta que me conquistó”, relató Hernández Martínez.

Pocos ingresos

Karla, es tímida, poco comunicativa con la gente de su comunidad y, aunque tenga problemas, no le gusta molestar a nadie, pero su entorno deja al descubierto las múltiples necesidades que tiene en el hogar para atender a su numerosa familia.

“Lo más difícil es luchar con los hijos cuando uno no tiene. Toda madre piensa ¿qué voy hacer?, ¿qué les voy a dar de comer? Más ahora que llegaron las gemelas en momentos duros”, expresó la mujer de 35 años.

Cada día es un reto para esta marginada familia, que sobrevive de los pocos ingresos que obtienen de la venta de helados, un empleo informal y soleado que realiza su marido, pero que les permite comprar leche, arroz o frijoles para un tiempo de comida.

“Hay días que no tenemos que comer porque las ventas están malas. A veces, solo gana para la leche, pero ahí estamos en las buenas y en las malas. Un día de éstos no sabíamos que darles de comer a los niños y me puse a revolver una masa de maíz para alimentarlos” comentó fuera de cámara.

Necesidades básicas sin resolver

La miseria se ensaña con esta mujer y sus hijos. Las prendas desgastadas que cubren sus cuerpos dejan ver la desnutrición alcanzada en una zona desolada donde, además, sufren la carencia del agua potable, saneamiento, educación, trabajo, alimentos y de una vivienda digna.

El convertirse en madre de seis hijos en medio de la pobreza, Karla no tuvo la oportunidad de seguir con sus estudios.

Ahora no puede trabajar, porque tiene que cuidar a sus hijos, lavar y cocinar, cuando se tienen los recursos, cuenta mientras restriega los harapos en un improvisado lavandero adherido a un árbol y vigila a las sagaces gemelas que permanecen sentadas en el suelo sobre una hamaca vieja.

“Soñaba con prepararme, pero es difícil estudiar con la pobreza. Pensaba estudiar una carrera técnica, pensaba en agronomía, pero ya no, no hay oportunidad porque tengo que dedicarles tiempo a mis hijos”, expresó con una mirada triste que refleja la añoranza de un mejor futuro.

Casos como el de Karla, se repiten en occidente del país, ante la indiferencia de los gobiernos locales y falta de políticas públicas que beneficien a la población más vulnerable del país.

A pesar de todas las condiciones adversas que Karla ha vivido, y vive, no pierde las esperanzas que en un futuro logre llegar la ayuda que tanto necesita para tener su casa y aprender un oficio (costura) para tener su propio negocio y ganar un poco de dinero para llevar el sustento a su hogar.

 

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