Redacción / IP Nicaragua
En uno de los salones de la antigua casa solariega de Café de las Sonrisas, ubicada en la calle Xalteva de la ciudad de Granada, se ubica el taller de hamacas “Tío Antonio”.
Más de 14 jóvenes, algunos con discapacidad auditiva y visual, se dedican a confeccionar diferentes estilos de hamacas a base de algodón.
Este proyecto fue fundado por el ciudadano de origen español Antonio Prieto Buñuel hace 16 años.
Su idea de crear el taller surgió luego de observar en la zona de embarque del aeropuerto de Managua, que la mayor parte de turistas que retornaban a su país llevaban una hamaca como recuerdo.
El inicio del proyecto
Prieto Buñuel vio la oportunidad de fabricar el producto en Granada aprovechando la llegada masiva de visitantes internacionales.
Héctor Prieto, encargado de la producción de esta mediana empresa, recuerda que en los inicios se presentaron los primeros obstáculos, como el tener que recurrir a videos tutoriales de Google, para poder elaborar el producto.
Producto conquista mercado internacional
Al poco tiempo contrataron como instructor a un destacado artesano que ayudó a los trabajadores a perfeccionar las técnicas necesarias para elaborar un producto de calidad.
El producto ha conquistado el mercado de más de 30 países y brindó 38 empleos directos previo a la crisis social del 2018.
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“El prestigio y la calidad de nuestro trabajo nos permitió tener clientes de mucho renombre, como el complejo turístico Guacalito de la Isla, donde nos compraron varias hamacas, para el descanso de sus visitantes”, relató con orgullo Héctor.
Sus trabajos también llegaron a la sede del Vaticano, donde el Papa Francisco recibió una hamaca de regalo elaborada con las manos laboriosas de un joven ciego, que tejió con gran detalle el presente al Sumo Pontífice de la iglesia católica.
Estos jóvenes granadinos forman parte de un proyecto inclusivo que despertó el talento oculto de personas que tenían gran dificultad para conseguir un empleo formal por su discapacidad, pero gracias a su trabajo y creatividad hoy aportan a la manutención de su hogar.
Oportunidad de estudio y hamacas
Jennifer Hernández llegó como aprendiz al taller de hamacas. Ahora ya ha perfeccionado su estilo y gracias a los ingresos monetarios que devenga a la semana puede estudiar el cuarto año de la carrera de administración turística.
Hernández asegura que se siente agradecida al tener un empleo en su ciudad y no tener que viajar a la capital, donde la mayor parte de sus amigos buscan una oportunidad laboral.
Esta joven asegura que en un inicio fue difícil lograr los detalles de los diferentes estilos de bordado de las hamacas, pero la práctica permitió que se convirtiera en una de las mejores obreras que alcanza finos fragmentos.
Cada uno de los compradores que llegan a la sala de venta aprecian los productos, pues son trabajos elaborados a pura mano sin tener que recurrir a maquinaria.
Variedad de productos
Los jóvenes exponen un catálogo a sus clientes para poder elegir cada uno de diferentes estilos de hamacas, entre los que sobresalen cunas de bebé, columpio, hamacas sin madera y una con capacidad hasta de 36 personas.
También venden unas destinadas para el descanso de los perritos.
Previo a su compra el visitante puede disfrutar de un café, desayuno o almuerzo en un amplio corredor del Café de las Sonrisas, donde todos sus meseros y cocineros son jóvenes sordos. Aquí el cliente realiza su pedido a través del lenguaje de señas que se exhibe en una amplia pared del local y con mayor detalles dentro del menú.
La sonrisa es un lenguaje universal que transmite un mensaje por lo cual su fundador el chef originario de Valencia, España, Antonio Prieto decidió ponerle el nombre el Café de la Sonrisa.
Fue una apuesta arriesgada que alcanzó gran éxito, pero luego se opacó a raíz del estallido social del 2018 y la pandemia del Covid-19, donde los turistas internacionales se alejaron de la ciudad colonial.
Este local está abriendo sus puertas nuevamente con la esperanza de recuperar a su clientela y seguir siendo un referente en el mundo de un emprendimiento inclusivo, que brinda una oportunidad de empleo a jóvenes que muchas empresas no contratan por su discapacidad auditiva.