SAN JOSÉ, COSTA RICA — El ventanal cubre de piso a techo y se extiende de pared a pared.
El sacerdote al otro lado del vidrio escucha una confesión a la vista de todos, acercando la mano a un devoto que cierra los ojos para recibir la absolución. Por eso sorprende saber que el religioso en realidad está oculto. Llegó hace pocos días a esta parroquia extranjera para salvarse de las amenazas que recibía en su país.
La organización de derechos humanos Nicaragua Nunca Más estima que él es uno entre medio centenar de religiosos nicaragüenses que se han exiliado desde 2018, cuando las insatisfacciones del pueblo despertaron una voz colectiva que se movilizó hasta las calles.
En aquel entonces, el presidente Daniel Ortega acudió a la Iglesia católica para pedirle mediar entre manifestantes y gobierno, pero la relación se fracturó y el distanciamiento se convirtió en represión.
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El temor atraviesa las palabras del sacerdote hasta para pronunciar su propio nombre. El exilio le concedió distancia del acoso, pero la desconfianza y la tristeza viajaron con él en auto y motocicleta; caminaron a su lado cuando cruzó la frontera a pie.
Sólo accede a una entrevista si su identidad y localización se mantienen en reserva. Su familia vive en Nicaragua y el precio de su seguridad es su silencio.
“Hay persecución a la Iglesia porque la Iglesia es la voz del pueblo y, como decimos en Nicaragua, la voz del pueblo es la voz de Dios”, dice.
Nicaragua, segundo país más pobre del hemisferio después de Haití
El suyo es el segundo país más pobre de las Américas después de Haití, según el Banco Mundial. En ese territorio centroamericano viven casi siete millones de personas. Miles subsisten con menos de dos dólares al día y a todos les afecta la crisis política que ha derivado en sanciones internacionales y estancamiento de sectores como el turismo.
Ante este panorama, explica el sacerdote anónimo, la iglesia ha dado palabras de consuelo y fortaleza. “Es la que ha tomado la batuta, la que ha sido siempre una esperanza en medio de tanto dolor”.
En el patio de las oficinas de Nicaragua Nunca Más en Costa Rica, una pared retrata los rostros de quienes murieron protestando hace cinco años. Lo plasmaron las madres de las víctimas, explica Yader Valdivia, defensor de derechos humanos que trabaja en el colectivo y vive en San José.
ONU: alta cifra de nicaragüenses buscan refugio en Costa Rica
De acuerdo con la Agencia de la ONU para los Refugiados, el número de nicaragüenses que hoy buscan protección en Costa Rica supera el que sumaron todos los extranjeros que pidieron refugio durante las guerras civiles de América Central en los años 80. Hasta febrero de 2022, la cifra alcanzó los 150.000.
Según diversas organizaciones, la represión del gobierno nicaragüense dejó al menos 355 muertos y 2.000 heridos en 2018. A la fecha, el presidente -que concentra el poder junto con su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo- justifica el uso de la fuerza asegurando que sus detractores pretendían orquestar un golpe de Estado.
Ortega asumió el cargo en 2007 y, en unas elecciones que la comunidad internacional cuestionó, en 2021 obtuvo un cuarto mandato. Desde la convulsión social, su gobierno ha tomado acciones para silenciar a la crítica y la oposición: cárcel o arresto domiciliario para aspirantes presidenciales, cierres de medios de comunicación y acoso o prisión a líderes religiosos que reprueben su gestión.
Yader Valdivia precisa que entre los líderes exiliados también hay seminaristas y trabajadores de los templos. CSW, una organización internacional que analiza y defiende la libertad religiosa, coincide y añade en un reporte publicado en 2022 que el Estado ha criminalizado a pastores evangélicos y a religiosos de la Región Autónoma de la Costa Caribe Sur. Además, expulsó a dos congregaciones de monjas.
Los cierres impuestos por el gobierno no sólo disolvieron siete radios católicas –que para las comunidades sin acceso a internet representaban el único modo de escuchar misa- sino también 50 iglesias evangélicas que tenían personería jurídica como asociaciones. “Ellos no lo han denunciado”, aclara Valdivia. “Por eso se visibiliza más la Iglesia católica”.
Con información de la Voz de América