Los pueblos vacíos que deja la migración en Nicaragua

El país tiene 63 municipios con menos de 30 mil habitantes, donde la actividad agrícola y ganadera se está quedando sin mano de obra por la constante migración, sobre todo de hombres. Hoy, solo las remesas enviadas desde Estados Unidos salvan a las mujeres que se quedan solas cuidando sus granjas y a los hijos más chicos.

Por IP Nicaragua y CONNECTAS

En Nicaragua, cientos de pueblos se están quedando sin mano de obra por causa de la migración masiva. Ante las dificultades económicas y políticas que vive el país, muchos nicaragüenses prefieren buscarse la vida en otros países saliendo por rutas irregulares, pese al riesgo que conlleva ese tipo de migración. 

Desde 2018, cientos de miles de nicaragüenses han decidido arriesgar su vida y migrar hacia Estados Unidos, principalmente, empujados inicialmente por la violencia y la represión estatal, y ahora también por la falta de oportunidades bajo la dictadura de Daniel Ortega. La cifra de migrantes ha sido récord a partir de 2021, cuando se aniquilaron las esperanzas de una mayor apertura democrática tras el cuestionado proceso electoral que le dio a Ortega su cuarto mandato presidencial consecutivo, tras haber encarcelado a sus principales opositores. 

Solo entre enero y diciembre de 2021 la patrulla fronteriza de Estados Unidos registró que 50,722 nicaragüenses trataron de ingresar sin documentos a ese país, según el servicio de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP por sus siglas en inglés). Y en lo que va de este año 84,055 nicaragüenses fueron retenidos revelando que la migración masiva ha continuado, generando una afectación en muchas áreas pero especialmente en el campo.

Según el Censo de Población y Vivienda 2005 (no hay datos más recientes porque Nicaragua no ha realizado un nuevo conteo desde entonces), hay 63 municipios (de los 153 que existen) con poblaciones que oscilan entre los 10,000 y 30,000 habitantes, donde la migración también está alejando a las familias. Son poblados también dedicados a las actividades productivas de ganadería y agricultura, pero a pequeña escala.

Leé: Migración actual de nicaragüenses supera estadísticas de la guerra en los 80

IP Nicaragua y CONNECTAS recorrieron los poblados de Achuapa y El Sauce, en el occidente del país, para dar cuenta de cómo la crisis desatada tras las protestas masivas de 2018 y agudizada por la pandemia de la COVID está provocando la migración de los nicaragüenses. Ubicados a 180 kilómetros de Managua, la capital de Nicaragua, ambos poblados del departamento de León tienen a la apicultura, la ganadería y la agricultura como sus principales actividades económicas, aunque hoy la incertidumbre reina alrededor de ellas ya que producto de la migración (sobre todo masculina) la mano de obra ha empezado a escasear.

Ambos municipios reflejan la realidad actual en Nicaragua: la pobreza hace que cada día migren sus habitantes.

Las razones

Al caminar por sus calles áridas se refleja esta situación. Gran cantidad de hombres, que regularmente se dedicaban a las actividades agrícolas y de la construcción, emprenden a diario el tan anhelado “sueño americano”, la migración a Estados Unidos, dejando a sus espaldas la vida que han recorrido con sus familias. 

Achuapa tiene una superficie de apenas 416.24 kilómetros cuadrados y una población de casi 14 mil habitantes. Su vecino El Sauce es igual de pequeño aunque cuenta con aproximadamente 30 mil pobladores. En ambos se produce un fenómeno que no les es exclusivo, porque se repite en otros pueblos de León y del resto del país con dimensiones y características demográficas similares. 

Un sondeo realizado para esta investigación, en el que se entrevistó al azar a 100 personas en ambos municipios, reflejó que el 68% de los consultados tiene a más de un familiar que ha migrado. El 65% manifestó que lo hicieron por razones económicas y un 35%, por motivos políticos

También: Madre de migrante nicaragüense: «Vi cómo se ahogaba mi hija, ver cómo me la sacaron me ha impactado»

Además, el 70% de los consultados afirmó que su familiar se fue rumbo a Estados Unidos, mientras que un 30% señaló Costa Rica como país destino. Pero el dato más llamativo, que confirma lo que una simple ojeada a sus calles indica, es que solo el 15% de los migrantes son mujeres. Como Achuapa y El Sauce, los pequeños poblados de Nicaragua se están vaciando de hombres.

De Achuapa salió Julio José Mendoza Urbina, el 12 de julio de 2021, rumbo a Estados Unidos. Lo hizo convencido de que la travesía para llegar sería fácil, así como se lo comentaban otros migrantes de su comunidad, quienes corrieron con mejor suerte que él. Este joven de 25 años regresó a Nicaragua cinco meses después, el 24 de diciembre, como ciudadano deportado. Aquel sueño de “una mejor vida” en el país del norte se escapó de sus manos.

Julio José Mendoza Urbina emigró rumbo a Estados Unidos en julio de 2021. Fue detenido y deportado meses después. “Yo quería seguir el sueño americano”, dice hoy resignado en Achuapa.

Julio recuerda que la idea de sumarse a la larga lista de migrantes nicaragüenses le surgió cuando observó que muchos de sus amigos y conocidos estaban abandonando el pueblo. “Yo quería seguir el sueño americano, lo que muchos anhelan. Es decir, poder trabajar, mandar a hacer nuestras casas aquí y tener nuestro sustento”, señala.

Muchos han cumplido con el objetivo de enviar dinero a sus familiares que quedaron en Nicaragua para construir viviendas con excelentes estructuras y fachadas, pero la mayoría de esas casas se encuentran deshabitadas, pues los migrantes poco a poco se han llevado a sus familias. 

Julio comparte que decidió “probar suerte y ver si lograba llegar” a Estados Unidos junto a 17 personas más, porque no tenía empleo en Nicaragua. El camino se convirtió en toda una odisea, porque llegar al país del norte fue muy difícil. “Caí preso ahí en México, nos agarró Migración, nos llevaron a un asilo de migrantes donde nos tuvieron tres días. En ese caso, para que nos dejaran salir tuvimos que sobornar a la jefa de migración y le pagamos por cada uno 300 dólares”, señala. 

Mujeres en el campo: Pocas oportunidades, labores domésticas duplicadas y pobreza extrema

Diez días pasaron después de su salida hasta que logró cruzar el Río Bravo y entregarse a las autoridades migratorias de Estados Unidos. Allí estuvo cinco meses: dice que no le dieron razón alguna del por qué continuaba detenido, cuando a diario miraba desfilar a otros compañeros que salían liberados a su gran destino. Hasta que un día llegaron a su celda y le notificaron que sería deportado hacia Nicaragua. 

“Cuando me deportan me sentí un poco triste, pero a la vez alegre porque pasé cinco meses detenido. Las condiciones en la cárcel en Estados Unidos no eran malas, porque había comida y medicamentos. Yo decía que no había cometido ningún delito, quería estar con mi familia”, señala. 

“Se vienen días difíciles»

En las aceras de las calles, parques o lugares de recreación de Achuapa, cuando las personas entablan una conversación sobresale el tema de la migración. Y siempre mencionan que más de una persona salió del pueblo en horas de la madrugada. “La situación para nuestro país es un poco crítica. Para no ir muy largo, aquí en mi pueblo se ha ido casi la mayoría de gente que producía y sembraba granos básicos para sustentar a sus familias y a los pobladores. Ahora vamos a escasear del grano básico y lo poco que se coseche va a subir de precio”, detalla Julio.

Mientras se recorren estos poblados dedicados al cultivo de arroz, frijoles y ajonjolí se observan tierras -donde antes se sembraba- totalmente áridas y con mucha maleza. Es que la mano de obra escasea a diario. “Se vienen días difíciles para nosotros, porque ya la gente que cultivaba en cantidades no lo está haciendo. La mayoría se fueron y están en el extranjero”, dice el joven que no logró cumplir ese objetivo.

En el último año se estima que unas 200 personas, en su mayoría varones, han salido de Achuapa rumbo a Estados Unidos. Esto representa aproximadamente el 1.5% de la población que registra el último censo de población. “Pienso que la migración va a seguir aumentando, porque cada vez es más difícil la situación. Aquí lo que va a suceder es que la gente que se ha ido va a apoyar a otras personas para que viajen”, reflexiona Julio. Y explica que la persona que llega a Estados Unidos (o a otros lugares) como migrante primero tiene que saldar sus deudas “para después mandar (dinero) a sus familias”. La mayoría de nicaragüenses que viven en esta zona del país y que han decidido emigrar, han asumido deudas que oscilan entre los 3 mil y 4 mil dólares para poder realizar el viaje.

Quienes en Nicaragua no cuentan con los suficientes recursos para hacerlo deben enfrentarse a grandes tasas de interés con particulares que sirven de prestamistas. Son personas que pocas veces evalúan el riesgo crediticio al prestar grandes cantidades de dinero, sino que en la gran mayoría de los casos solicitan a quien iniciará la travesía escrituras de alguna propiedad que posean como amparo frente a cualquier eventualidad de incumplimiento de pago, según información de familiares de personas migrantes. 

Los prestamistas ponen un interés que oscila entre 20% y 30%, es decir que quien recibe $ 4,000 deberá pagar $1,200 de interés, dependiendo de la cantidad de tiempo establecida para la cancelación de la deuda. Una vez que el migrante se establece y consigue trabajo empieza a pagar su deuda, según testimonio de estas familias. En otras ocasiones, los mismos familiares venden alguna propiedad y sufragan el gasto para hacer el recorrido.

El Sauce es vecino de Achuapa y un poco más grande. Pero sus calles desoladas revelan que el éxodo migratorio se repite.

Los hombres se van, las mujeres se quedan

En el Sauce, municipio limítrofe con Achuapa, las mujeres esperan con desespero nuevas noticias de sus esposos e hijos migrantes. María José Pérez cría gallinas, pollos y cerdos en su vivienda, un lugar de más de media manzana de tierra en la comarca San José. Antes de terminar el año 2021 esa faena la realizaba con su esposo y su hijo, quienes decidieron emprender el viaje que a ella le cambiaría la vida. Su hijo, Iván Castillo Pérez, de 22 años, viajó hacia Estados Unidos en diciembre del año pasado. Luego, en enero de 2022, María se despidió de su esposo Felipe de Jesús Luna Rojas. Así, se quedó sola en el amplio terreno. 

La falta de oportunidades laborales, el encarecimiento de los productos de la canasta básica y los múltiples problemas sociopolíticos son factores para que más nicaragüenses emprendan viaje al extranjero. “La situación que se está viviendo en el país los ha hecho a ellos irse y que migren más personas. Buscan una mejor vida, aquí no hay empleo. Mi hijo está muy joven y no nos alcanzaba para sus estudios, no encontraba trabajo, no había nada. Eso lo llevó a irse y dejar a su familia aquí”, subraya María José. 

María José Pérez se quedó sola en el amplio terreno que habita en El Sauce. Su esposo y su hijo emigraron hace unos meses, ambos a Estados Unidos. “Buscan una mejor vida, aquí no hay empleo”, asegura.

Las principales actividades económicas en El Sauce son la agricultura, la ganadería, la apicultura y el comercio. En menor escala están las actividades de servicios, microempresas y pequeñas industrias. “La gente está migrando y no hay personas que trabajen la tierra. Si uno quiere buscar a alguien que le ayude, no se encuentran personas. Aquí en El Sauce y más en mi localidad veo que hay muchas personas que se han ido. Y más los varones, pero también se han ido familias completas y esto ha quedado como desolado”, reprocha la mujer. 

Mientras los días pasan, más pobladores de El Sauce se suman a esta difícil travesía, pero antes de emprender su viaje se acercan al Santuario de Nuestro Señor de Esquipulas buscando la bendición sacerdotal del padre Norving Espinoza Rivera. 

“A veces toca despedir a miembros de algún ministerio, de alguna pastoral, que brinda servicio dentro de la iglesia. Gente que quizá estaba en el coro, en el grupo juvenil o pastoral familiar y que tuvieron que migrar para buscar trabajo. Yo les hago saber lo difícil y peligroso que es emprender un viaje como ese; hay secuestros y extorsiones. Casi siempre les pregunto si están decididos y sabemos que es gente que necesita trabajar, sé que no es fácil para ellos despedirse de sus familias”, menciona el sacerdote.

El padre Espinoza Rivera afirma que en sus siete años de pastorear en este poblado nunca había visto una situación similar: familias desintegradas a causa de la migración. “Como en todo el país la migración es una realidad, todos la hemos vivido y aquí en la ciudad de El Sauce igual, ha afectado tanto en la parte urbana como en la rural. Algunos me han comentado que la mano de obra escasea; carpinteros, trabajadores de la construcción… A veces cuesta encontrar gente con ese perfil”, señala.

Antes de emprender su viaje, los migrantes se acercan al Santuario de Nuestro Señor de Esquipulas buscando la bendición sacerdotal del padre Norving Espinoza Rivera.

En el sector agrícola es difícil sustituir esa mano de obra, señala el productor Mauricio Zacarías. “Hay gente que ha trabajado como técnicos profesionales en el campo agrícola y que han tenido que irse por razones más que todo familiares, en el sentido de buscar mejoría. (La migración) está afectando porque se están yendo técnicos valiosos”, señala Zacarías. El hombre explicó que el año pasado en la zona norte de Nicaragua, donde se cultiva café, la mano de obra escaseó considerablemente como consecuencia del fenómeno de la migración.  

El Sauce está conformado por 17 comarcas y debido a la crisis económica que enfrentan las familias, se estima que muchos de sus pobladores han emigrado a otros territorios del país como Matagalpa, Jinotega, Managua y la cabecera departamental de León. Pero en los últimos meses se intensificó la marcha a Estados Unidos. “Es difícil para una madre ver irse a un hijo de su hogar, a un lugar tan largo por superarse. Uno nunca quiere que su familia se vaya de su lado y sabiendo las dificultades que se enfrentan en esos caminos”, se lamenta María José.

Peregrinos de Matagalpa oran por migrantes y la paz en Nicaragua

El recuerdo de sus familiares le hace bajar la cabeza y secar sus lágrimas. Afirma que en su localidad “hay muchas familias que están sufriendo” a causa de la migración. “Quedé sola y hoy solo le pido a Dios que los guarde y que pronto puedan regresar”, subraya. 

María Luisa Espinoza, de 42 años, es una ama de casa originaria de la comunidad San Ramón, en el mismo municipio. Ella despidió a su esposo Javier Toruño (38) y permitió que su hijo Justin (14) hiciera con él la travesía a Estados Unidos. Ambos migraron en busca de mejores condiciones económicas, pues en Nicaragua “es bastante difícil encontrar trabajo con buena paga”.

“Hay mucha gente que se está yendo y muchos se arrepienten de haberse ido. Mi esposo es uno de ellos y dice que no le gusta porque está lejos de su familia, pero ahora tiene que luchar estando allá”, manifiesta la mujer. Añade que unas 15 personas a las que “les he tomado cariño” se han ido últimamente de San Ramón.

Para todos, el anhelo de estar de nuevo con su familia completa es latente, ya que han dejado un vacío que está allí y “nadie lo puede llenar”. “Hay que seguir para adelante y esperar que regresen pronto, esa es la esperanza que tengo. Que ellos recojan algo de dinero allá y vengan aquí a su país”, dice María Luisa. 

María Luisa Espinoza vive en San Ramón, municipio de El Sauce. Su esposo y su hijo se fueron a Estados Unidos buscando un mejor futuro. “Mucha gente se está yendo”, dice.

Ella recibe entre 100 y 200 dólares cada quince días como remesa de parte de su marido. A eso le suma lo que gana cuidando una niña para poder sobrevivir y alimentar al resto de su familia, dos menores de 10 y 7 años. Para la mujer, las remesas son esenciales para seguir adelante: “La situación económica está mal, si no fuera por eso no sabemos cómo le haríamos. La mayor parte de la gente vive de eso. Hay muchos sacrificios, uno no quiere que se vayan”, reconoce. 

María José Pérez coincide en que la remesa que recibe desde Estados Unidos le ayuda bastante para sufragar los gastos del hogar. “Si digo que voy a sobrevivir de lo que hago aquí, es mentira”, afirma. 

Las remesas, que son de gran significado para las familias nicaragüenses, representan un 17% del Producto Interno Bruto (PIB) del país. Hasta junio de 2022, Nicaragua recibió 1,396.2 millones de dólares en este rubro, lo que representa un crecimiento interanual de 35.52% respecto al mismo período de 2021, según cifras del Banco Central de Nicaragua (BCN). El 73.4% de esas remesas provienen de Estados Unidos, es decir que se captaron 1,024.9 millones de dólares desde el país del norte en los primeros seis meses del año, 58.97% más respecto a igual semestre de 2021. 

El abrupto crecimiento en las remesas desde Estados Unidos coincide con el flujo de nicaragüenses que salen del país en busca del “sueño americano”. “La gente se va para poder superarse y ayudar a las personas que quedan aquí. Yo de mi parte no le aconsejaría a la gente que se fuera, pero cada uno sabe la necesidad que tiene”, puntualiza María José.

En El Sauce, a diario se reporta que más de uno de sus ciudadanos ha dejado el poblado en búsqueda de mejores oportunidades en el extranjero.

Cruzando el Río Bravo 

El servicio de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP por sus siglas en inglés) sigue reportando nicaragüenses tratando de entrar de forma irregular a ese país.  En marzo, cuando empezó a notarse un mayor número de personas tratando de cruzar el Río Bravo desde México, la patrulla fronteriza reportó 16,087 nicaragüenses detenidos, un incremento notable respecto a los 1,990 que fueron interceptados en igual mes del año pasado por las patrullas fronterizas al sur de Estados Unidos. Esto pone en evidencia la ola migratoria que vive Nicaragua, de personas que huyen de la feroz cacería política desatada por el régimen orteguista y también por razones económicas. 

Los 19,080 nicaragüenses que fueron detenidos en mayo pasado por el servicio estadounidense es la mayor cantidad reportada hasta ahora de migrantes en lo que va del año. Astrid Carolina Montealegre, jurista de la Alianza de Derechos Humanos Nicaragua-Estados Unidos (Nahra, por sus siglas en inglés), confirmó que la mayoría de las personas que “están huyendo de Nicaragua” son jóvenes de entre 18 y 30 años. “Y son varones que viajan solos. Si tienen familias, generalmente vienen sin ellas y estamos viendo que la mayoría vienen de zonas rurales y predominantemente del norte del país”, explicó. 

En 2020, cuando el régimen que comandan Daniel Ortega y su esposa Rosario Murillo -a través de la Asamblea Nacional- aprobó una serie de leyes represivas, el número de nicaragüenses encontrados por la patrulla fronteriza de Estados Unidos fue de 3,164, según datos oficiales. Pero el 2021 fue el año en el que miles de personas empezaron a formar parte de este éxodo sin precedentes para escapar de la violencia política y la precaria situación económica que atraviesa el país desde 2018. El año pasado, 50,722 nicaragüenses fueron detenidos tratando de llegar a suelo estadounidense. 

Monseñor Rolando Álvarez: «Hoy se vive una cruel pasión en los migrantes que avanzan en caravanas por el desierto»

“Hubo un incremento después de las elecciones de noviembre (de 2021), pero también la situación precaria de la economía tiene mucho que ver, porque estamos recibiendo muchísimas más solicitudes de ayuda (de migrantes) que están viniendo desde México”, afirma Montealegre. Nahra es una organización que otorga acompañamiento jurídico y asistencia social de “manera gratuita” a poblaciones refugiadas y solicitantes de asilo dentro de los Estados Unidos.  

Un joven de 28 años originario de El Sauce, quien pidió el anonimato para dar su testimonio, salió de su pueblo en octubre de 2021 en busca de mejores oportunidades económicas. En su mochila cargaba prendas de vestir básicas para hacer de su viaje algo menos agotador. Antes de emprender la travesía, se contactó con una persona que lo ayudaría a llegar a Estados Unidos: a ese “coyote” le pagó alrededor de tres mil dólares. 

El pago incluía la salida de Nicaragua hasta cruzar el violento y peligroso Rio Bravo. Antes de llegar a la frontera con Estados Unidos, todo lo prometido quedó en palabras y el “coyote” desapareció de manera repentina, dejando al joven -que se dedicaba al comercio informal- junto a un grupo de migrantes en el desamparo. “No sabíamos qué hacer. Nos dejaron tirados y sin dinero porque ya les habíamos pagado todo”, relata este nicaragüense, uno de los tantos que ha salido del país y asumido deudas para realizar el recorrido hacia Norteamérica

“Era seguir o regresarnos a Nicaragua sin nada, yo no quería eso. Gracias a Dios estoy aquí (Estados Unidos), trabajo día y noche para poder mandarle algo a mi familia y que tengan con qué comer, porque allá todo está caro”, refiere el joven, mientras recuerda que lo primero que hizo fue saldar lo que debía a las personas que le prestaron el dinero para pagarle al “coyote”. 

La migración es un fenómeno que siempre ha existido en estos lugares, pero que se ha acelerado exponencialmente desde 2018 por la crisis sociopolítica en Nicaragua y la falta de oportunidades en el campo laboral. El parque de El Sauce, donde antes solían reunirse familias completas, hoy permanece vacío. Solo han quedado los niños, que pocas veces suelen ir con las mujeres porque ellas ahora cumplen el doble rol de madre y padre por la desintegración de los núcleos familiares. 

También en los bulevares, en las entradas de estos pueblos, ya no se ven aquellas tertulias que hacían por las noches varios grupos jóvenes, quienes se encontraban allí con sus motocicletas después de haber ido a tomarse un par de cervezas y bailar en algún centro recreativo. 

Ahora, el ambiente de fiesta ya no es el mismo. En Achuapa, en El Sauce y otros tantos pueblos rurales nicaragüenses cada vez es más frecuente ver a grupos de mujeres compartiendo entre sí, casi sin presencia de hombres. La migración ha hecho que estos poblados sean hoy la sombra de una irremediable desintegración familiar.

 

 

Facebook
Twitter
LinkedIn
Email