Desde antes del 2011, el matagalpino Manuel Obando Cortedano trabajaba al servicio de la Iglesia católica en Nicaragua, primero en Radio Hermano de la Diócesis de Matagalpa, donde transmitía las misas por redes sociales los jueves y domingos.
Poco después, en su faena dentro de la Iglesia, conoció a monseñor Rolando Álvarez, hoy preso político, condenado a 26 años de cárcel. «Él me invitó a acompañarlo a las comunidades rurales para transmitir las misas que él presidía. Y desde el 2015 me pidió que me encargara de las redes sociales de la Diócesis, desde ese entonces, me correspondía hacer los artículos noticiosos de todas sus actividades pastorales y tomar las fotografías de toda su agenda pastoral», señaló Obando Cortenado en entrevista con IP Nicaragua.
Obando Cortedano, poco a poco fue adquiriendo más responsabilidades y con un título de comunicador social, se convirtió en director de los medios de comunicación de la Diócesis de Matagalpa.
«Los últimos años (me tocó) acompañarlo en sus actividades pastorales, pero también coordinar todo lo que es medios de comunicación, radio, canales de televisión, que todos fueron cerrados y las publicaciones en las plataformas sociales», dice el joven de 28 años.
El joven católico asegura que la figura de monseñor Álvarez, además de ser un pastor, es como la de un padre.
«Es mi obispo y además es un amigo, un guía espiritual que no sólo con las palabras, sino con el testimonio de fe, ha seguido y ha dado ejemplos de Cristo, del Cristo que somos llamados como cristianos a transmitir y que él ha sabido transmitir durante su tiempo en nuestra diócesis», dice Obando Cortedano.
Detenido por su fe
Cuando Cortedano se enteró que monseñor Álvarez fue detenido y llevado a Managua, el 19 de agosto de 2022, él estaba operado de sus ojos. Se angustió, dice, y acompañó en la oración a quien considera su amigo. También temía por su futuro, pero nunca pensó estuviese al borde de ser detenido.
Meses después, el 11 de diciembre de 2022, a las 5:45 de la tarde, un grupo de policías en unas patrullas se aparecieron frente a su casa. «Solo me entregué a Dios, me fui con una paz interior, yo sabía que iba para Managua, porque a mí me detienen en Matagalpa, pero yo dije no, no voy a quedar en Matagalpa», relata.
Cuenta que mientras iba detenido preguntó el porqué iba apresado, a lo que contestaron «vos sabés por qué». Horas después estaba en la Dirección Auxilio Judicial «El Chipote», en Managua, donde lo interrogaban día y noche.
«El primer día fue el de más interrogatorio, casi por hora me llevaban a preguntas», recuerda Obando Cortedano, quien los primeros días permaneció encerrado en una celda preventiva, de un metro de largo por un metro de ancho.
«Solo alcanzas sentado (en esa celda) y ahí yo hice mi rosario y estaba rezándole a la Virgen de Guadalupe, porque era en la víspera de su día. Cuando me estaban entrevistando, yo ya sabía que me llevaban por mi cercanía con monseñor Rolando, que ya estaba detenido», recuerda.
Días después, a Obando Cortedano lo trasladaron de celda y lo llevaron a una donde estaría con la mayoría de los presos políticos y fue cuando pensó que permanecería en la cárcel por mucho tiempo. Enfrentó dos audiencias y la tercera sería el 8 de febrero. Ese día se levantó muy temprano, pero un oficial le informó que no tendría audiencia y que podía volver a dormir.
Admite que mientras estuvo preso recibió visitas familiares, pero en las visitas «no podías hablarte con otro preso».
El destierro a Estados Unidos
Ese día, después de rezar el Rosario a las 10:00 p.m. había bullicio y mucho movimiento. Los policías iban y venían, pero nadie daba razón alguna. «Yo estoy terminando de hacer una oración, ahí al pie de mi camarote y ya me estoy acostando literalmente, ya estoy poniendo mi espalda sobre el camarote y en eso escucho que llegan oficiales rápidos con bolsas plásticas haciendo bulla y empiezan a nombrar a algunos de la celda, a algunos de los que estaban frente a mi celda diciendo, fulano rápido despertate rápido, ponete esto, pásame el uniforme rapidito, así rapidito y a mí fue el último que me llevaron la ropa», recuerda.
Obando Cortedano pensó que saldrían libres y los llevarían hacia sus hogares. También sacaron a otros presos políticos que se encontraban en otras celdas. «Llegaron algunos de los sacerdotes que también habían quedado detenidos con monseñor Rolando (Álvarez) en agosto y uno de mis compañeros de trabajo y nos abrazamos ahí, porque hasta ese momento nos mirábamos».
Recuerda que los subieron a un bus, donde también estaban otros presos, rumbo al Aeropuerto Augusto C. Sandino. «Nos hicieron firmar un documento que no nos dieron tiempo de leerlo, solo era firmar. Luego llegamos a la pista del aeropuerto, donde estaba la gente del Departamento de Estado de los Estados Unidos y nos preguntaron si aceptábamos viajar a los Estados Unidos (…) Todo el mundo subió al avión», explica.
El 9 de febrero, Obando Cortedano abordó un avión, al principio con destino desconocido, pero que al final lo llevaría a Estados Unidos, donde fue desterrado junto a un grupo de 222 presos políticos.
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«A las 6: 30 de la mañana, hora de Managua, despegó el avión desde la pista del Aeropuerto Internacional y uno de los sacerdotes en ese momento hizo una oración por Nicaragua, se cantó el himno nacional y empezó el viaje de la libertad», recuerda el joven comunicador.
Un exiliado con fe
Obando Cortedano vive actualmente en Michigan y trabaja en un restaurante de comida rápida, donde venden hamburguesas, con eso sobrevive económicamente. «Me toca preparar hamburguesas, todos los pedidos que los clientes realizan me toca prepararlos desde la mañana. De esa manera sobrevivo y lo hago con alegría y con honor, porque al final desde cualquier trabajo el hombre es dignificado por Dios y glorifica a Dios».
Asegura además que cuenta con el apoyo de la Iglesia católica local, quienes lo han apoyado desde que llegó. «A mí me tocó cargar la cruz de la cárcel por el servicio a la iglesia, pero ahora aquí bueno probamos un poco desde la resurrección, no sólo el hecho de salir de las celdas y encontrarte en libertad ,aunque lejos de tu país, pero al menos probando libertad, pero aún así hay una cruz, hay un sufrimiento de por medio que te toca vivirlo en la fe».
Mientras tiene tiempo libre, cuenta que sigue firme en su fe y acude a misa lo más que puede durante la semana y «lógicamente mi misa dominical y en cuanto a Nicaragua no abandono mi país», dice.
El joven, quien está pendiente de todo lo que pasa con la iglesia Católica en Nicaragua, tiene la esperanza de poder volver «pero no pienso si va a ser el otro año o este año, sino que sólo teniendo en mente en el corazón la confianza en Dios de que vamos a poder regresar pero también viviendo lo que me toca vivir por ahora y es estar en el exilio y tratar de salir adelante día a día», dice a IP Nicaragua vía telefónica.
«La Iglesia ha hecho lo correcto»
El joven asegura que la Iglesia ha hecho lo correcto, ha tomado el camino correcto, ha acompañado y ha estado del lado correcto del pueblo, porque esa es la misión de la iglesia, acompañar al que sufre como lo hizo Jesús.
Desde el exilio se ha enterado que las personas creen que la Iglesia se ha olvidado de los obispos encarcelados. «La iglesia en Nicaragua creo que no va a desaparecer nunca porque al final es sostenida por el Espíritu Santo y eso ningún poder lo va a arrestar ni quitar», sostiene.
Según Obando Cortenado, la Iglesia está tratando de «continuar su misión en medio de la situación y tratando también de alguna manera de mantenerse, conservarse y conservar lo que logra tener para acompañar a la gente, porque al final ese es el fin de la iglesia».