Jinotepino ganador de dos maratones necesita apoyo para fabricar triciclos para niños con discapacidad física

Orlando Valenzuela

Aquel domingo 5 de noviembre de 1995, motivado por el entusiasmo de representar a Nicaragua en el maratón de Nueva York, Holvin Baltodano se ubicó con su silla de ruedas en la línea de partida.

Al momento del disparo de salida, empujó con todas sus fuerzas las ruedas de su triciclo y empezó a sudar, mientras avanzaba entre experimentados competidores, los que se fueron alejando, hasta que, exhausto y con casi el último aliento, terminó el trayecto de 42 Kilómetros, con 195 centímetros.

Al llegar a la meta, Baltodano no pudo ni siquiera levantar las manos, y de la emoción se le salieron las lágrimas, no por la pena de haber llegado en el penúltimo lugar y ocupado el puesto 23 entre 24 contendientes, sino de alegría por haber completado el recorrido.

Ese día se convenció de que, si era capaz de llegar a la meta sin haber entrenado nada, con buena preparación podría hacerle frente a toda adversidad en la vida.

Y así fue. Holvin venía de una traumática rehabilitación de cuatro años, desde que en 1991 sufrió un violento asalto en la entrada del tren subterráneo, donde varios desconocidos lo atacaron con objetos contundentes que le fracturaron la columna vertebral y lo dejaron en silla de ruedas. Pero Baltodano no se dio por vencido, sufrió mucho, pero su optimismo hacia la vida le ayudó a recuperarse de las heridas físicas y psicológicas.

Holvin tenía 15 años cuando llegó a Estados Unidos, en 1984, procedente de su natal Jinotepe, en Carazo, en plena época de cacería de jóvenes para enviarlos a la guerra a cumplir su Servicio Militar Patriótico (SMP) Obligatorio.

El joven caraceño, recuerda que, durante el maratón del año 2000 en categoría profesional, un periodista que lo entrevistó le preguntó que cuál sería su sueño en la vida.

“Otra persona quizás hubiera dicho ´volver a caminar´, ´tener dinero´ o ´tener una casa´, pero no, la respuesta que yo di fue, sin pensarlo, ´algún día regresar a Nicaragua como campeón´ aun sabiendo que tenía mucho terreno que cubrir y enfrentar a muchos competidores internacionales. Lo dije por decir, pero me gusto”, recordó Baltodano.

A Holvin Baltodano algunos medios lo llamaron el Paralímpico Vandálico porque al principio usaba un triciclo color azul con la palabra Nicaragua en blanco, los colores de la bandera nacional. Foto: Cortesía.

Después de varios intentos, ganó dos maratones.

Y como la palabra tiene poder, Holvin, decidido a seguir su sueño de ser campeón, y ya que no soportaba las heladas de Nueva York, se trasladó a la cálida ciudad de Miami, donde siguió sus estudios universitarios de sociología sin dejar las competencias deportivas.

Cada año entrenaba y participaba, manteniendo un buen nivel de competitividad, hasta que en 2014 llegó en primer lugar, y ganó el Maratón de Miami, en la división Máster.

Baltodano volvió a repetir esa hazaña dos años después, en 2016, con lo que su sueño de regresar a Nicaragua como campeón estaba casi cumplido. Solo faltaba emprender el viaje de regreso.

Su vida

Holvin Antonio Baltodano Valverde nació en la ciudad de Jinotepe, un 29 de agosto de 1967, donde vivió una infancia y adolescencia en relativa tranquilidad, estudiando su primaria y primeros años de secundaria, a la vez que gastaba sus energías jugando béisbol, básquetbol, futbol y atletismo, y representando a su escuelita San Antonio y a su colegio Juan José Rodríguez.

Después de clases, llegaba a su casa, guardaba sus cuadernos, se ponía sus “tacos” y su camiseta y salía a jugar futbol en las perreras que se armaban en el antiguo estadio de béisbol Santa Julia.

A pesar de estar cancelados los maratones, Holvin sigue ejercitándose para competir. Foto: Orlando Valenzuela / IP Nicaragua.

“Allí nos reuníamos todos los chavalos, esperábamos que llegaran todos los jugadores de cada bando, once y once, y los que sabían mucho escogían a sus jugadores, ´dame aquel´, decía uno, ´dame a éste´ decía otro, dame a Carlos o dame a Holvin decían y así se formaban los equipo, y a los que llegaban tarde, cuando ya estaba empezado el partido, solo les quedaba ver las perreras sentados en el banco”, refiere con nostalgia.

Antes del ataque que lo dejó en silla de ruedas, Holvin era un joven alegre y bastante popular en la escuela secundaria y en su cuadra, donde vivía. Le gustaba ir los fines de semana a las fiestas. Tenía un trabajo de medio tiempo que le ayudaba a costear los gastos y ayudaba a su mamá en las labores del hogar, ya sea haciendo las compras de la semana, ayudando en la cocina, limpiando la casa, lavando ropa o estaba atento a otras necesidades.

Un atraco que le cambio la vida

“Mis padres me acostumbraron al estilo de la vieja guardia. En tiempos de ellos, ahora los muchachos no son así, ellos me acostumbraron a ser un hombre en la casa y la recompensa era salir. Me daban dinero y salía a las fiestas los sábados y venía tipo once o doce de la noche y al día siguiente ir a jugar futbol, que esa era mi pasión, hasta que me atacaron y mi vida cambio”, recuerda Holvin.

Baltodano Valverde no recuerda detalles de aquel suceso violento. Solo tiene referencia de cuando despertó, días después de la operación a que fue sometido, que un doctor le dijo: “Holvin, lo siento mucho, pero te pasó esto y esto. Te fracturaron la columna y tememos que vas a pasar mucho tiempo en silla de ruedas. No se sabe a ciencia cierta, pero la ciencia va avanzando cada año, y aquí tenemos muchos programas especiales para poder llevar una vida bastante saludable”.

Ante esas palabras, Holvin pensó que, si ya había pasado muchas pruebas antes y las había superado, esta también la iba a superar, pero luego de varios meses sin ver recuperación comenzó a sentirse frustrado y desesperado.

“Ya no iba a hacer muchas cosas que hacía antes, como ir a fiestas, a la universidad, hacer deportes, tener novia y cosas así. Pensaba que iba a ser un estorbo y eso me afectó bastante, pero puse mucho de mi parte y a medida que iba pasando el tiempo, la vida y la experiencia, la educación y el deporte fueron los artífices de ayudarme mucho a ser lo que soy ahora”, dice con satisfacción.

Holvin considera que ese hecho lo afectó mucho, ahora piensa que fue “para bien”.

“Para ayudar a las demás personas que creen que la vida se ha terminado, teniendo todo, cuando realmente hay que luchar para que el mañana sea mejor, pero sí, le eché ganas a la vida. Me afectó bastante, pero eso me ayudó a ser más humano, más social, mejor persona, le río mejor a la vida aun estando así (en silla de ruedas). No soy de hierro, obviamente, voy a tener mis momentos difíciles, pero no van a ser como antes”, asegura convencido Baltodano.

La depresión casi lo lleva al suicidio

Las palabras de Baltodano Valverde suenan más convincentes cuando revela que en el momento de mayor frustración llegó a pensar que todo había terminado para él y hasta tuvo un comportamiento suicida.

“Llegó un momento que tuve una navaja y me la puse en las venas. Ese día estaba con mis tragos. Había tomado por depresión. Desafortunadamente esa es una etapa que se puede llegar a pasar y pueden ocurrir cosas trágicas. Gracias a Dios, mis padres y uno de mis primos me vieron llorando y llegaron a mi cuarto, y como yo no quería abrir la puerta, ellos la tumbaron cuando realmente me miraron que estaba con la cuchilla, esa fue la historia”, confiesa con honestidad.

Cuando era niño, durante un juego de futbol infantil, se quebró el brazo y su mamá, que era enfermera, lo llevó a enyesar al hospital. Luego, a los 14, regresó al mismo sanatorio cuando tuvo un accidente en el que se le desprendió la retina y de allí le nació el interés de llegar a ser algún día un famoso cirujano oftalmólogo.

A Holvin Baltodano algunos medios lo bautizaron como el paralímpico vandálico. Foto: Orlando Valenzuela / IP Nicaragua.

Al principio, quiso estudiar oftalmología, pero tuvo limitaciones con el idioma inglés y siendo consecuente con su propia experiencia, Holvin decidió estudiar sociología y discapacidad, y educación especial para discapacidad en la Universidad Internacional de la Florida, títulos que hoy cuelga con orgullo enmarcados en la oficina, en su casa.

Una vida dedicada al deporte

Además de su participación en juegos deportivos escolares de primaria y secundaria, y las “perreras” del estadio, Holvin también estuvo activo en el fútbol estudiantil durante su estadía en Estados Unidos, llegando a jugar con equipos internacionales como el Lempira de Honduras, el Irazú de Costa Rica y el Real Zapotitlán de México, entre otros.

Como una anécdota curiosa, Baltodano cuenta que no pudo llegar al partido de cuartos de final de su equipo el Real Zapotitlán, porque el día anterior amaneció inconsciente, en sala de operaciones del hospital Presbiteriano, donde fue llevado de emergencia después del ataque, y fue hasta dos semanas después que los directivos se dieron cuenta del motivo de su ausencia. Lo llegaron a visitar al sanatorio, donde le anunciaron a su familia que el último partido de la final, se lo dedicarían a él y aquel día ganaron el campeonato.

Nace un grandioso proyecto

Holvin regresó a Nicaragua en marzo de 2016, todavía con la emoción fresca de haber ganado su segundo maratón, y quiso crear una fundación para ayudar a los niños con discapacidad física a través de la fabricación de triciclos. Donó sillas de ruedas y accesorios auxiliares, como andariveles y muletas, para facilitar la movilidad, ya que contaba con la ayuda de su familia y amigos, tanto en Nicaragua, como en los Estados Unidos.

A partir del estallido social, de abril de 2018, todos los planes quedaron suspendidos, en espera de que la situación política cambie en Nicaragua.

Mientras tanto, el esforzado atleta jinotepino montó un pequeño negocio de ferretería y venta de repuestos de bicicletas, del que obtiene algunos recursos para impulsar un taller y fabricar triciclos que ayuden a niños con discapacidades físicas.

“Hemos hecho dos triciclos para niños con autismo y los padres de familia me han dicho que es una bendición haberles hecho esas bicicletas especiales de tres ruedas, que las hemos hecho en parte con ingresos míos, que no tengo suficiente, pero se ha podido apoyar un poco haciendo este tipo de bicicletas y han quedado súper contentos. Esa ha sido mi visión, hacer la fundación para seguir ayudando a los niños especiales, que son el futuro de Nicaragua. Espero que pronto se pueda hacer esa visión. Por el momento necesitamos apoyo para poder comprar los materiales necesarios para seguir haciendo ese tipo de triciclos para niños especiales”, manifestó Baltodano Valverde.

La última vez que Holvin participó en un maratón de paraciclismo representando a Nicaragua fue el pasado 9 de febrero de 2020, en la ciudad de Miami, durante el evento deportivo que anualmente reúne a los mejores atletas con discapacidades físicas de diversos países del mundo y de la misma localidad.

En esa ocasión, a Holvin Baltodano algunos medios lo bautizaron como el paralímpico vandálico, porque su silla es azul y tiene el nombre de Nicaragua en blanco.

“Siempre me ha gustado representar a Nicaragua porque soy patriótico. Me pusieron el paralímpico vandálico porque he usado mis colores en estos tiempos difíciles. No es nada político. Los que quieran hacerlo político, es su problema”, refirió Baltodano.

A Holvin le hacía especial ilusión participar, en noviembre de 2020, en el Maratón de Nueva York, donde comenzó su carrera deportiva, pero debido a la pandemia del coronavirus fue cancelado. Sin embargo, él sigue ejercitando sus músculos, haciendo pesas y otros ejercicios en el mini gimnasio de su casa, en Jinotepe, para estar siempre listo y cumplir con la emblemática frase que siempre dice con una sonrisa: “Nos veremos en la meta final”.

Facebook
Twitter
LinkedIn
Email