Jean Michel Maes: Entomólogo belga apasionado por los insectos de Nicaragua

De las casi 250 mil especies de insectos que potencialmente tiene Nicaragua, al menos 20 especies nuevas fueron descritas y llevan el nombre científico de su descubridor, el entomólogo belga Jean Michel Maes.

Por Orlando Valenzuela/IP Nicaragua

Jean Michel Maes llegó a Nicaragua en 1983. Y a finales del 84 tuvo un pensamiento: “A nadie le interesan los insectos en este país, pues van a ser míos, yo voy a estudiar los insectos de Nicaragua».

Para entonces Maes era muy joven, con mucha ambición de hacer cosas y fue así que le dedicó toda su vida a los insectos de Nicaragua.

«Creo que para mí ha sido una fuente de felicidad», afirma el científico belga 38 años después.

Para Maes, estudiar los insectos es como tener dos mundos paralelos, tiene el mundo real donde debe trabajar para ganar dinero y poder comer, por otro lado, tiene el otro mundo, el imaginario.

“Entonces, la parte de mi mundo imaginario, lo que no es realmente trabajar, sobrevivir y comer, se llenó por completo con los insectos, entonces se me metió entre ceja y ceja que iba a estudiar los insectos y eso estoy haciendo”, refiere el investigador.

Por eso no es raro encontrar su nombre en reportes periodísticos sobre expediciones a las reservas de biosfera, naturales, biológicas, áreas protegidas, parques nacionales o montañas de mucha biodiversidad, donde ha viajado para estudiar todas las familias de insectos existentes es esos lugares.

La Reserva de Biósfera de Bosawas, Reserva Biológica Indio Maíz y otras reservas son para Maes su medio natural, la entrada a su mundo mágico, donde todo gira alrededor de pequeñas y a veces vilipendiadas criaturas invertebradas.

Primer museo de insectos

De todas esas expediciones, Maes y su esposa decidieron a finales de los años 80 crear el Museo Entomológico de León para colectar y estudiar especímenes de todo el país, hasta que en el año 2000 decidieron abrir una pequeña exposición abierta al público.

Con el pasar del tiempo, Michel Maes llegó a acumular más de 20 mil especies de insectos, demasiado grande y se le hizo técnicamente inmanejable, por lo que hizo un acuerdo con la Universal Zamorano de Honduras para enviar duplicados de las especies ya que ellos tienen capacidad para almacenar grandes colecciones.

Pero esta colaboración se truncó desde las protestas antigubernamentales de abril de 2018 en Nicaragua, por lo que Maes decidió trasladar su colección a la Universidad Nacional Agraria, UNA de Nicaragua, donde también ofrece condiciones para albergar los centenares de cajas con insectos debidamente identificados y estudiados para beneficio del estudiantado de esa alma mater.

Estudiar con pasión, trae felicidad

Jean Michel no se arrepiente de haber dejado los mejores años de su vida estudiando “bichitos”, porque para él esa es una pasión que le llena de orgullo.

“Estudiar algo, si realmente es una pasión, trae felicidad, porque hay gente que dice, para qué vas a estudiar biología, con eso no vas a conseguir pegue (trabajo), es que no se estudia algo para conseguir pegue, se estudia algo porque le gusta», expresa Maes.

Él considera que quienes estudian algo solo para obtener dinero, nunca podrán ser felices. «Tiene que buscar algo que le apasione o que de alguna manera pueda aportar algo a la sociedad, puede sonar algo cursi, pero es cierto, si uno no tiene idea de cómo aportar a la sociedad no está haciendo nada”, reflexiona el científico.

Para Maes, la tragedia ecológica que padece Nicaragua tiene que ver con el uso de la tierra cultivable y el mal control sobre las plagas en el monocultivo de grandes extensiones del territorio, sobre todo en el Occidente del país, donde por décadas se desarrolló el cultivo de algodón, planta que requirió el uso de químicos para combatir plagas, provocando un enorme daño ecológico.

“El daño no solamente fue ecológico, fue social, financiero, de salud, erosión y pérdida de calidad del suelo, pérdidas por cambio del paisaje, ya que para tener las parcelas gigantes de algodón, se cortó todas las cercas vivas que había en León y Chinandega, daño que hasta la fecha de hoy está en el ambiente”, relata Jean Michel.

Plagas se harán más resistentes

Maes señaló que el daño humano fue grande, y recordó que Care de Canadá hizo un muestreo entre las poblaciones de las cooperativas de Malpaisillo y descubrieron que tanto hombres, mujeres y niños tenían residuos de plaguicida en la sangre, que ocasiona daños a la salud a mediano y largo plazo.

“Los productores se León se quedaron sin la sombra que tenían, ahora se tiraron al cultivo de maní, el maní no va a funcionar, le va a pasar lo mismo que con el algodón, algunas plagas se van a volver más resistentes, más agresivas y no las van a poder controlar, porque siempre van con la idea de sembrar una sola cosa en gran cantidad, y para una plaga lo mejor que puede encontrar es un montón de cultivo de lo mismo y si eso le gusta, pues tiene para comer hasta para botar”, explica el científico de origen belga.

Para dar una idea del beneficio de los insectos, Maes recordó que solo uno de ellos, la abeja, es responsable de la polinización de miles de plantas de frutas, verduras, legumbres y árboles de todo tipo y si no hay abejas, simplemente esos cultivos no tendrían frutos, de allí que el uso de plaguicidas reduce la cantidad de abejas y esto afecta la producción agrícola.

“Es importante hacer entender que un tercio de los alimentos que se producen en el mundo para alimentar a la población dependen de la polinización que realizan las abejas, así de sencillo», señala el científico belga.

El propio creador de la teoría de la relatividad, Albert Einstein, dijo: Cuando muera la última abeja, cuatro años después, desaparecerá la especie humana. «Y aunque parezca mentira pero la sobrevivencia humana este en las alas de un diminuto insecto, lo mejor es propiciar su protección y conservación», asevera.

Pero no todo es color de miel con los insectos, ya algunas especies son perjudiciales para la agricultura cuando atacan los cultivos como plagas, pero también para la salud humana, como el mosquito trasmisor de la malaria, el dengue, chicungunya, leishmaniasis y otras que llegan a causar terribles epidemias.

Jean Michel no quiere que todo el esfuerzo de su vida sea en vano y por eso ha empezado a desprenderse de su invaluable colección de insectos, que incluye todas las especies de mariposas, escarabajos, alacranes, avispas, mosquitos, chinches, libélulas, salta montes, cucarachas, chicharras, hormigas, grillos y otros que existen en Nicaragua.

Un plan para el final

El investigador belga cuenta que con los acontecimientos de abril del 2018, las cosas empezaron mal, las fronteras se cerraron y ya no hubo manera de conseguir permiso del Marena para seguir enviando los insectos al Zamorano y después llegó la pandemia del covid-19.

“Yo podría morir por el Covid-19 también. Entonces empezamos a pensar: necesitamos un plan. Ya hicimos un convenio con la UNA y poco a poco vamos a ir pasando la colección a la universidad , de tal manera que cuando decidimos retirarnos por completo ya no dejamos clavo a nadie, no dejo clavo a mi familia de empezar a ver a último hora qué se hace con la colección», indica.

Comentó que en otros países, algunas colecciones científicas privadas generalmente terminan perdiéndose porque los descendientes no tienen ningún interés y no tienen valor comercial, «porque una colección de insectos de Nicaragua no es una cosa que se pueda vender”, dice con resignación Jean Michel.

El veterano investigador belga reflexiona y comenta como consigo mismo, “es posible que hubiera podido hacer más cosas, no lo sé, nunca he sido muy ducho en gestionar cosas, todavía estoy trabajando a tiempo completo en la colección de insectos ad honoren porque nadie me paga, pero es muy bonito, no tengo ningún remordimiento, ha sido para mí de mucha felicidad”, asevera.

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