30 de mayo: ¡las madres siguen exigiendo justicia!

* Aún está fresca en la memoria el baño de sangre ocurrido en la Marcha de las Madres, hace dos años.

Nayira Valenzuela

Hoy hace dos años, los hijos decidieron no comprar electrodomésticos, cosméticos, arreglos florales y otro tipo de obsequios para regalar a sus madres en su día y determinaron marchar junto a ellas en solidaridad y respeto por aquellas mujeres a las que les asesinaron a sus hijos durante las protestas cívicas que empezaron en abril de 2018. Hasta aquel 30 de mayo, la cifra de muertos era de 81.

La marcha fue convocada por el Comité de Madres de Abril y contó con el respaldo de miles de pobladores de las principales ciudades que habían sufrido la represión de la policía y fuerzas paramilitares.

La marcha del 30 de mayo del 2018, se llamó «la madre de todas las marchas». Foto: Nayira Valenzuela / IP Nicaragua.

Desde una hora antes de la concentración, las calles estaban vestidas de azul y blanco, (banderas, gorros, chimbombas, etc.)  y vestimenta negra, para rendir homenaje a los caídos y acompañar en su dolor a las madres de los asesinados.  En la rotonda Jean Paul Genie las emociones eran encontradas. Por un lado, estaban las ansias y la euforia de un pueblo tendido en las calles exigiendo justicia y por el otro, la tristeza, las marcas del dolor, el cansancio, las noches de lamentos y lágrimas de las madres. Algunas no lloraban. Sus lágrimas se habían secado, llevaban un mes de seguir reviviendo el asesinato de sus hijos. Cada día se escuchaba que francotiradores disparaban certeramente en la cabeza a manifestantes y a todo aquel que se opusiera al gobierno.

A pesar del dolor, las madres encabezaban la marcha, cargaban consigo una manta en la que exigían justicia y un alto a la masacre.

Hasta mayo del 2018 , a 81 madres les asesinaron a sus hijos en el contexto de la protestas. Foto: Nayira Valenzuela / IP Nicaragua.

El momento más doloroso pero reconfortante fue cuando un mar de gente gritaba los nombres de los “héroes de abril” y aquellas madres, a todo pulmón contestaban “¡presente!”, “¡presente!”, por sus hijos que ya no podían hablar. Una de las madres que sostenía la foto de su hijo mientras un periodista le preguntaba sobre sus razones de asistir a la marcha, contestó: «vengo a pedir justicia por mi hijo; sé que físicamente no está presente, pero su alma y su sangre derramada en las calles piden a gritos justicia y que se acabe la dictadura y no voy a descansar hasta conseguirla».

Se pide un minuto de silencio por los jóvenes asesinados; aquel silencio fue total, respetuoso, de absoluta paz, ya no se escuchaban disparos, sirenas de patrullas policiales, solo se oía la solidaridad de un pueblo y después del minuto, volvieron las consignas y los coros de las canciones emblemáticas de las vigilias de abril.

ENTRE CANCIONES Y CONSIGNAS

La marcha avanzaba entre canciones y consignas, puños cerrados, lágrimas, esperanza, abrazos de solidaridad, sin pensar que a metros se comenzaban a escuchar rumores de que habían detonaciones de armas de alto calibre en uno de los costados de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI).

De pronto, las personas ya no seguían avanzando, las madres cargaban a sus hijos buscando desesperadamente salir del sector de Metrocentro, otros avanzaban, algunos animaban a los jóvenes para que fueran a apoyar y constatar si en realidad había algún ataque.

El punto donde terminó la marcha se convirtió en una sala de emergencias. Foto: Nayira Valenzuela / IP Nicaragua.

En las radios de los vehículos se escuchó como noticia de última hora que estaban disparando desde el Estadio Nacional de béisbol, Dennis Martínez.

La situación era tensa, habían grupos de jóvenes levantando barricadas cerca de la UNI y otros decididos a entrar al estadio a desarmar a francotiradores que disparaban a la multitud.

Por la gran cantidad de heridos y escasez de ambulancias en el lugar, se sacaron en vehículos particulares. Foto: Nayira Valenzuela / IP Nicaragua.

En ese punto comenzaban a caer los cuerpos de los estudiantes con disparos en la cabeza, pero aún insistían en ir a atrapar al menos a un francotirador y el que era el punto de cierre de la marcha, la UNI, donde se pretendía hacer un concierto y vigilia, se convirtió en un centro de emergencias para darle primeros auxilios a los heridos.

LAS BALAS NO DISCRIMINABAN

Los minutos pasaban. Entre el gentío estaban estudiantes, campesinos y periodistas, pero las balas no discriminaban a nadie; desde la primera barricada del costado de la UNI un motorizado que se destacó por sus “colochos amarillos” gritaba a la gente que abrieran el paso. En su espalda traía un herido de gravedad con un impacto en la cabeza, un muchacho en estado de shock trataba de taparle la cabeza y mantenerlo con vida, pero sus ojos estaban en blanco, su cara pálida y el gesto en su rostro de su último suspiro de vida evidenciaban las primeras señales de que el día de las madres se teñía de sangre; las imágenes eran fuertes.

A punta de morteros y piedras los manifestantes trataron de desarmar a francotiradores apostados en el Estadio Nacional Denis Martínez. Foto: Nayira Valenzuela / IP Nicaragua.

Los fotógrafos trataban de no tomar fotografías tan crudas por respeto, pero la saña de la represión no se podía tapar y el desfile de heridos seguía llegando a bordo de la motocicleta manejada por el  “colochos”,  que entre balas rescataba a los heridos, los muertos y cuando podía utilizaba su tiradora para “repeler” el ataque de AK, escopetas y otras armas de los elementos pro-gobierno apostados en el estadio.

La noche estaba llegando, los heridos eran rescatados y llevados a los semáforos de la UCA como si fuera un sala de emergencias, las madres que estaban resguardadas en la Universidad Centroamericana, veían a los heridos, unos con su último aliento de vida, otros aún tenían esperanza de vida. El clamor y las oraciones de las madres salían de sus bocas.

Entre cada kilómetro se daba lectura a cada uno de los nombres de los asesinados de abril , la población entre gritos y lágrimas contestaban !Presente! Foto: Nayira Valenzuela / IP Nicaragua.

Además de la tristeza de celebrar distinto el día de las madres, aquellas que jamás habían visto la muerte de frente, sentían ese escalofrió de perder un hijo, para otras, ese escalofrió lo sintieron en carne propia a través de una llamada de alguien que les avisaba que su hijo había muerto por un balazo en la cabeza.

El dolor de parto de las madres, años de estudios, sueños y metas por cumplir, fueron en vano para aquellos que no dudaron en disparar a la cabeza.

El 30 de mayo hubo un saldo de 19 asesinados ,en su mayoría por disparos en la cabeza , garganta y el pecho. Foto: Nayira Valenzuela / IP Nicaragua.

Al cumplirse dos años de aquella masacre, las madres en Nicaragua siguen llorando a sus hijos asesinados, a los que abandonaron el hogar y se fueron al exilio y a aquellos a los que se les arrebató su libertad y están encerrados en una celda.