* En China, en solo tres semanas de confinamiento, la producción industrial emitió 150 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono menos que durante el mismo período del año pasado, según una investigación.
Orlando Valenzuela / IP Nicaragua
Ni las películas de ciencia ficción sobre guerras químicas y bacteriológicas podrían superar el horror que está viviendo la humanidad por la pandemia del coronavirus, que hasta este jueves 18 de junio había matado a más de 453,000 personas, de 8.3 millones que se han contagiado con la enfermedad en el orbe.
Sin vacuna y con el epicentro de la epidemia en América Latina, el nuevo coronavirus ya provocó el colapso de todos los sistemas de salud en Europa, Asia, África y América del Norte, además de haberle asestado un demoledor golpe a la economía mundial.
En medio de tanto daño que el covid-19 le ha hecho al mundo, ¿Será posible que tenga algún aspecto positivo?
Aunque parezca mentira, el mortal virus ha favorecido al medio ambiente, con mayor rapidez y palpablemente que todas las promesas y declaraciones que se emiten en las cumbres de jefes de Estados sobre el cambio climático.
Ante el pánico del contagio, los gobiernos metieron en cuarentena a su población, cerraron sus fronteras, comercios, escuelas, universidades, iglesias, restaurantes, actividades deportivas, culturales, en fin, la pandemia paralizó al mundo.
Como consecuencia, las grandes ciudades oscuras por el smog que producen sus industrias siderúrgicas, fábricas de automóviles, entre otras, dejaron de envenenar la atmósfera; millones de autos se quedaron en los garajes de las casas, así como miles a aviones comerciales se quedaron en tierra, porque no había pasajeros, dándole un respiro al medio ambiente, lo que se vio reflejado en una mejor calidad del aire y una inusual claridad en las aguas de las ciudades acuáticas como Venecia y ribereñas en Asia, Oceanía y otros lugares, además de cielos más claros y despejados.
El bajo consumo de combustible, por la paralización de la industria y el transporte público, y en particular en las grandes ciudades, contribuyó a la reducción de gases de efecto invernadero, bajando los índices de dióxido de carbono en el ambiente.
La suspensión de miles de vuelos aéreos, concentraciones políticas, deportivas, culturales y la actividad de millones de personas en todo el planeta, contribuye a la baja del nivel de emisión de gases contaminantes, nocivos para la salud humana y del ambiente.
- Leer más: La agonía del río Wangki
Para dar una idea de esta momentánea, pero buena noticia para el ambiente, en China, en solo tres semanas de confinamiento, la producción industrial emitió 150 millones de toneladas métricas de dióxido de carbono menos que durante el mismo período del año pasado, según una investigación de la experta Lauri Myllyvirta, publicada en el portal Carbon Brief.
En YouTube se puede ver un video de un par de delfines nadando en las cristalinas aguas de los canales de la ciudad, algo imposible entes de la pandemia por lo sucio y oscuro de esa vía acuática en la que se desplazan las idílicas góndolas de la ciudad sumergida en las aguas una laguna. Esta ciudad, que atrae cada año a millones de visitantes, durante casi tres meses ha estado desierta por la pandemia, razón por la que sus famosos canales hoy lucen limpios y llenos de vida acuática.
Otras grandes ciudades de la India, China y otros países asiáticos, en los que desde hace años sus habitantes tenían que usar mascarillas por la insoportable polución, ahora lucen vacías pero llenas de aire limpio.
Se reporta que desde la ciudad india de Lalandhar, después de muchos años de no ver la punta del monte Everest, por la contaminación que la envolvía, ahora se mira con claridad.
En imágenes satelitales, la NASA ha mostrado la drástica caída en los niveles de dióxido de nitrógeno a medida que millones de personas se quedan en casa y las industrias suspendían operaciones en China, Italia, España y Nueva York, lo mismo que en otras grandes zonas industriales del mundo.
Además, por el momento se ha reducido la depredación del bosque y su rica fauna nativa, lo que le ha dado un descanso a los animales, así como a la rica flora de los grandes bosques tropicales, generadores del oxígeno que mantiene la vida de todos los seres humanos en este planeta.
Según datos de la Naciones Unidas, el tráfico de fauna silvestre mueve alrededor de 20,000 millones de dólares al año y es el cuarto comercio ilegal más grande del mundo, después de las drogas, el contrabando de personas y la falsificación.
En Nicaragua, brilla por su ausencia
En Nicaragua, donde no se ha declarado la emergencia sanitaria, ni se ha aplicado cuarentena, mucho menos ninguna veda forestal, los daños a la naturaleza no se han detenido porque se sigue explotando el bosque casi sin ningún control de las autoridades, aunque estas mismas son las que dan el permiso.
A los trabajadores del Estado se les ha obligado a seguir trabajando en medio del ascendente avance de la pandemia, a los estudiantes y maestros se les ordenó asistir a clases a pesar de la oposición de los padres de familia, quienes al final decidieron no seguirlos enviando a pesar de la amenaza de perder el año lectivo.
El comercio tampoco se cerró, ni la entrada de turistas de países que sufrían brotes de contagio del virus, así como no se suspendieron las actividades deportivas y concentraciones políticas masivas.
Las vastas reservas forestales son objeto de invasiones masivas de colonos, patrocinados por la mafia maderera, coludidos con alcaldes, funcionarios corruptos de instituciones públicas supuestas a defender el ambiente y activistas políticos del gobierno, para beneficio personal y partidario, según han denunciado reconocidos ambientalistas.
Para Amaru Ruiz, director de la Fundación del Río, en Nicaragua no ha habido ningún cambio positivo en términos ambientales debido a la pandemia, como en otros países.
“En Nicaragua no hay ningún impacto en el medio ambiente, porque aquí no hay una cuarentena oficial, la gente no ha guardado ninguna cuarentena, sino que, en la zona urbana, donde más ha golpeado el covid-19 a las familias, allí se ha hecho una autocuarentena, pero en las partes rurales, el deterioro ambiental continúa. Vimos el tema de los incendios en verano, luego pasamos a procesos de invasión de tierras de las comunidades indígenas. Lo que si es cierto es que hay una relación de la pandemia con el desequilibrio de los ecosistemas a nivel mundial”, explicó Ruiz.
Otro punto de vista
El ambientalista expuso que el tráfico ilegal de fauna silvestre contribuye a la aparición de pandemias en el mundo cuando dice: “Muchas de estas pandemias son producidas precisamente por vectores biológicos. Todo el tráfico ilegal de especies de fauna ha generado que estas especies lleguen a los mercados locales y esto genera el aumento de pandemias, lo que se le conoce como zoonosis, que es la transmisión de enfermedades de los animales hacia los humanos”, señala el ambientalista.
El director de la Fundación del Río cree que en el caso de Nicaragua no ha cambiado mucho el tema de la crisis ambiental, como en otros países que han tomado mayores medidas para disminuir la movilidad, reducir efectivamente los gases de efecto invernadero, que han logrado que la naturaleza recobre zonas y espacios urbanos. “Pero en el caso de Nicaragua no se ha visto porque las políticas implementadas por el régimen siguen siendo contrarias a lo que establece la Organización Mundial de la Salud, por eso yo no veo ningún cambio significativo”, asegura Ruiz.
Enfatizó que Nicaragua no es gran emisor de gases de efecto invernadero. Al contrario, en el balance general aparece bien posesionada por los ecosistemas que tiene. Mencionó que Centroamérica como región solo emite el 0.06 por ciento de las emisiones totales de gases de efecto invernadero comparado con el mundo.
“Son poco significativas las emisiones de contaminación que emitidos nosotros, lo que más bien vemos es que debido a la situación se ha reducido la capacidad institucional para atender la crisis ambiental. Más bien, no vemos avance, vemos retroceso, lo que veo de Nicaragua es de que no ha habido ningún cambio positivo en términos ambientales, debido a la pandemia”, lamenta el ambientalista.
Como prueba, Ruiz destaca la crisis que padecen los pueblos indígenas del Atlántico Norte y Sur: La invasión de tierras no se ha parado, incluso, las empresas no querían parar, pero hasta que vieron la situación crítica de algunos trabajadores empezaron a hacer algunas acciones. Pero igual, tardía, igual que el régimen, concluyó el ambientalista.