El primate que, probablemente llegó con los primeros pobladores que habitaron la isla, por diversas razones ha desaparecido.
Orlando Valenzuela/ IP Nicaragua
El mono araña, ese simpático mamífero que salta de un árbol a otro y se agarra tanto de sus extremidades superiores como de la cola, es solo historia en la Isla de Ometepe.
Desde hace varias décadas no se le ha visto en ninguno de los bosques que rodean los dos volcanes de la isla, el Concepción y el Maderas.
El mono araña (Ateles geoffroyi) en estado silvestre data de 1883, cuando el biólogo sueco Carl Bovallius, colectó para la universidad de Upsala de Suecia (IUUS) nueve especies de mamíferos, describió y hasta dibujó en detalles a uno de los monos araña que miró entre un tropel de estos mamíferos, que estaban robando huevos de unos nidos.
Desde entonces nadie más lo ha reportado en estado silvestre, por lo que se considera actualmente extinto.
“En la Isla de Ometepe, en realidad es parte de una extinción masiva que sufrió la especie en la primera mitad del siglo XX en casi toda la región del Pacífico de Nicaragua”, manifestó Arnulfo Medina Fitoria, investigador y autor del “Libro Rojo de los Mamíferos de Nicaragua” al ser consultado sobre el tema.
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Basado en las notas de campo del 20 de junio de 1956 escritas por Albert A. Alcorn de la Universidad de Kansas, esta especie era común solo tres años antes en esta zona, cuando era usual verlos incluso cerca de Managua, por lo que “sugiere la posibilidad que esta especie no se haya recuperado de la epidemia de fiebre amarilla que se extendió por América Central a principios de 1950 y que diezmó las poblaciones del Pacífico, al causar la muerte de casi todos los individuos (Genoways y Timm, 2005)”, recordó Medina Fitoria.
Por el lado del Cosigüina
Según Medina Fitoria, en la actualidad el mono araña (Ateles geoffroyi), se encuentra en la Región del Pacífico, específicamente en los extremos del volcán Cosigüina en Chinandega; en San Juan del Sur, municipio de Rivas, y posiblemente en el San Cristóbal, aunque nunca lo ha visto ahí, afirmó.
El investigador nicaragüense, aclaró que en su investigación “Los Mamíferos de la Isla de Ometepe”, publicada en la revista mexicana de Mastozoología , lo que afirma es que, después de Bovallius nadie más ha reportado esta especie de manera silvestre.
A Bovallius, según Medina Fitoria, lo único que le consta es que ya no hay monos araña en la isla. “Infiero que actualmente está extinta, y sugiero que dicha extinción debió ocurrir en la primera mitad del siglo XX por razones desconocidas, aunque acciones antropogénicas, como la cacería de autoconsumo pudo ser una causa, lo cual según Bovallius (1977) era muy común en la dieta de los isleños, principalmente por la población indígena”, refirió Medina Fitoria.
El deterioro del medio ambiente
El científico y ambientalista, Jaime Incer Barquero, asegura que el problema es que se trata de un ecosistema dentro de una isla, donde rápido se pierde la fauna, porque los bosques allí son usados para leña, o para cultivos que se expanden como el tabaco, o para otra cosa.
“Llega un momento, en que al perderse el hábitat, que es el bosque, entonces muere todo lo asociado, el bosque y los animales están asociados, se necesitan mutuamente para dispersar semillas, para albergar animales etcétera”, indicó Barquero.
El científico cuestionó que, en la Isla de Ometepe hay muchas áreas forestales para cultivo al pie de los volcanes y esto disminuye la biodiversidad que hay en la zona.
“Las islas son las que más sufren porque los animales, fuera de las aves, no tienen contacto con el resto de tierra firme. Son especies que no pueden viajar a otro lado, como la fauna mamífera, porque su medio de transportación requiere territorio firme, no agua como la que rodea la isla”, explicó el ambientalista.
Barquero recordó la tragedia ecológica que padece Nicaragua por el avance de la frontera agrícola.
“Por todos lados en Nicaragua estamos perdiendo la flora y la fauna, porque avanza la frontera agrícola, la palma africana, se invaden las reservas de Bosawás e Indio Maíz, se están desforestando todos los pinos de Nueva Segovia”, afirmó.
Lo anterior, según el ambientalista, trae graves consecuencias para el bosque y los seres vivos que ahí habitan, por ende, también al hombre.
“Se secan los ríos, vienen inviernos fuertes con correntadas que bajan, porque no se infiltran, porque no hay un freno como es el bosque y en verano tenemos lo contrario, no hay agua porque los ríos se secaron, porque la producción de agua depende de los bosques de altura que condensan la humedad, la filtran y la sacan en quebraditas, y como decimos, sin bosque no hay agua y sin agua no hay vida”, advirtió el científico nicaragüense.