* Las preguntas que se hacen, 40 años después, diferentes personajes de la Cruzada Nacional de Alfabetización.
Orlando Valenzuela
A miles de nicaragüenses, la Cruzada Nacional de Alfabetización les trae recuerdos inolvidables, porque esa jornada educativa los traslada a los días de su adolescencia y juventud, lejos por primera vez en sus vidas, del control de sus padres, pero asumiendo con responsabilidad la tarea de enseñar a leer y escribir a personas del campo que jamás imaginaron conocer y que, a pesar de los años, nunca olvidaron.
Aquellos jóvenes alfabetizadores hoy son adultos, la mayoría entre los 50 y 60 años, convertidos en abuelos y bisabuelos de una generación que está creciendo al ritmo de las nuevas tecnologías de la comunicación y en pleno auge de las redes sociales, en la que muchos se refugian para colgar las fotos casi desvanecidas en las que aparecen con sus cotonas grises junto a la familia campesina que los acogió por los cinco meses que duró la famosa cruzada de alfabetización.
Los alfabetizadores dejaron las comodidades de sus casas y el halo protector de sus padres pare enfrentar, en algunos casos solos, el frío, la soledad, el hambre, la sed, largas caminatas bajo la lluvia o el abrazante sol, comiendo lo mismo que comían los campesinos, con limitaciones de todo tipo, pero también viviendo la mejor experiencia de sus vidas, a la vez que contribuían al desarrollo socio cultural de Nicaragua.
Muchos años después de aquella epopeya, Dilcia Inés Montoya, quien alfabetizó en Murra, resumió en pocas palabras el sentir de aquella generación: “Creo que todos dimos lo mejor que teníamos, nuestro entusiasmo, nuestra juventud, todos los días caminar cerro arriba, cerro abajo, expuestos al peligro, a las enfermedades y muchas cosas, pero sobre todo, lo hicimos con mucho amor”.
Al cumplirse 40 años de la Gran Cruzada Nacional de Alfabetización, IP Nicaragua habló con Henry Patrie, escritor; Raúl Valdivia, miembro de la diáspora nicaragüense residente en California que dirigió la cruzada en Madriz; y Carlos Tünnerman Bernheim, exministro de educación durante el desarrollo de la campaña alfabetizadora, en 1980.
Insurrección cultural
“La gran campaña o insurrección cultural como se le llamó a la alfabetización, implicó el involucramiento de decenas de miles de jóvenes, es decir la juventud, una tarea de la juventud, independientemente del trasfondo. Segundo, esa fue una expresión clarita de integración ciudad-campo, nosotros, los jóvenes en aquel entonces conocíamos sino nada, poquísimo de la realidad de la vida del campo y esa fue una gran oportunidad que tuvimos para conocer y además para aprender determinadas labores campesinas”, cuenta Henry Patrie.
“Tres, el vínculo humano que resulto cuasi familiar. Muchos jóvenes encontraron en familias campesinas, a su familia, a la mama campesina, al papa campesino y nos identificamos de esa forma y así también nos acogieron, como los hijos de la ciudad, viviendo en el campo, enseñar a leer y que también ellos nos iban a enseñar a producir, y agregaría un cuarto elemento, que fue la contribución de una u otra forma, que los jóvenes hicimos en materia de la economía familiar campesina, por ejemplo tuvimos que arrancar frijoles, tapiscar maíz, etcétera, que contribuyo como una forma de trabajo incorporado familiar”, explicó Patrie.
Para él, la parte negativa fue la politización o ideologización que vinculaba elementos del pensamiento de Carlos Fonseca, por ejemplo, el pensamiento de la revolución y que fue cuestionada por la oposición.
“Otro punto negativo creo que se da posterior al 22 de agosto, es decir, una vez que salimos todos los jóvenes del campo donde estuvimos cinco meses alfabetizando y a pesar de la creación del ministerio de educación de adultos, el esfuerzo que hicimos de bajar el índice de alfabetismo no fue suficiente, porque si el campesino aprendió a leer y escribir básicamente, había que avanzar, letrar aún más al campesino para que lo aprendido no se le olvidara”, reflexiona Patrie.
El escritor, que también participó activamente en aquella jornada educativa, explica que, debido a la guerra, que empezó el mismo año de la alfabetización, el país retrocedió muchos años no solo en materia económica sino también educativa.
“En muchos lugares la revolución retiró el servicio educativo y el esfuerzo de alfabetización continua no se siguió desarrollando. La revolución debió crear una infraestructura que le garantizara precisamente esa efectividad a la alfabetización posterior. Después se podrá criticar, bueno, pues que mucho partidismo, etcétera, bueno, (pero) era una revolución, un fenómeno socio cultural”, afirma.
Patrie señala que al igual que la Revolución Cubana, la alfabetización en Nicaragua tuvo su dosis de manipulación ideológica, pero que aquí fue menor.
“La ideologización de la campaña se dio y eso fue lo negativo, sin embargo, estaba dentro de un proceso de revolución que ni siquiera, cuando empezó, había cumplido su primer aniversario y una cosa es manipulación de la conciencia del campesino, cosa que nosotros como alfabetizadores no estábamos en capacidad de hacer, éramos chavalos, lo que sí estábamos en capacidad era de instruir acerca de la historia del sandinismo, de Carlos Fonseca, y eso no es necesariamente manipulación de la conciencia, eso es en todo caso una instrucción política, hablar de patria, nacionalismo, antimperialismo, era el valor de la revolución”, defiende el escritor.
Sin embargo, Patrie destaca que ese mismo campesino que fue alfabetizado se levantó contra la revolución.
“Yo creo que el campesino adquirió una determinación tal de que fue capaz de analizar hasta donde lo estaba afectando la revolución para precisamente reaccionar y ¿cómo reaccionó? Levantándose, porque aquí hubo un levantamiento campesino que no sea querido reconocer. Entonces no podemos hablar de manipulación de conciencia”, señaló el escritor y exdirigente juvenil.
Carlos Tünnerman Bernheim opina que lo más positivo que dejó la alfabetización fue su resultado.
“El resultado de que se bajó la tasa de analfabetismo de cerca del 50 por ciento que había al momento que inició la campaña, al 13 por ciento. Se alfabetizó a más de medio millón de personas, además que se alfabetizó en español. Después se hizo una cruzada que se llamó en lenguas. Se alfabetizó a cerca de 16,000 personas en misquito, inglés creole y en sumo, que son lenguas del Caribe, y otra cosa positiva que dejó la cruzada fue que inmediatamente después se creó el ministerio de educación de adultos para que se diera continuidad al esfuerzo alfabetizador”, recordó el exministro de Educación de ese momento.
Una vez que Tünnerman viajó a Europa, en el avión un hombre se le acercó a saludarlo y le dijo: “Doctor, no lo va a creer, yo soy médico especializado en pediatría y me alfabeticé en la Cruzada Nacional de Alfabetización”.
“Es decir, hubo alfabetizados de la cruzada que llegaron a tener incluso títulos universitarios”, afirma el destacado educador.
“Por otra parte, el acercamiento del campo y la ciudad, porque los padres de familia iban a visitar a sus hijos y se crearon relaciones de amistad entre familias campesinas y familias urbanas. Y otro lado positivo fue que los jóvenes, así como enseñaron, ellos mismos lo decían, aprendieron mucho de la cultura rural, las muchachas aprendieron a echar tortillas, hacer cuajadas, a cocinar, porque los brigadistas se integraron a la familia campesina y los campesinos los acogieron como un hijo más”, recuerda el exministro.
Lo importante, afirma Tünnerman Bernheim, es que hubo un intercambio de cultura. Los alfabetizadores decían “nosotros aprendimos mucho porque no conocíamos nuestro país, estábamos acostumbrados a vivir en la ciudad y nos faltaba conocer cuál es la realidad del mundo rural”.
Según Tünnerman, cuando los campesinos regresaban de sus jornadas de trabajo, a eso de las cuatro de la tarde, se empezaba a alfabetizar. Mientras tanto, los varones alfabetizadores se iban con ellos a trabajar en el campo, y allí aprendieron a tapiscar el maíz, lo mismo que también a ordeñar vacas.
La parte negativa de la Cruzada de Alfabetización estuvo en el costo humano, indicó el exfuncionario.
“Hubo ataque de la contrarrevolución y asesinaron a Georgino Andrade, un campesino que también era alfabetizador. Después mataron otros. También hubo algunos que desobedeciendo las reglas se iban a bañar a pozas que no conocían y tuvimos tres ahogados, y otros a los que sus padres les llevaron pistolas después que mataron a Georgino, y por accidente mataron a compañeros”, reveló.
Sobre la politización de los textos, Tünnerman asevera que “encontramos que muchos campesinos, una gran cantidad, sobre todo en el centro y norte del país, seguían considerando a Sandino como un bandolero. Por eso había la necesidad de hacerles ver que Sandino había sido un héroe nacionalista y no un bandolero y en Nicaragua muchos todavía creían, cuando llegaron los brigadistas, que Somoza estaba aún en el poder y había que hacerles ver que hubo una revolución y que por esa revolución estaban los estudiantes de secundaria y universidad en el campo enseñándoles a escribir y leer”, explicó el exministro de educación.
Tarea política
Raúl Valdivia, quien estuvo a cargo de 8,000 alfabetizadores en Madriz, dice que desde un principio a él se le planteó que la alfabetización era una tarea política con implicaciones pedagógicas.
“La tarea mía consistió en preparar a los jóvenes locales de Madriz, de Somoto, para integrarse a ese ejercito de la alfabetización y recibir a los jóvenes que venían de los departamentos del pacifico, fundamentalmente Managua y León, que iban a engrosar en conjunto todo ese ejército”, cuenta Valdivia, desde California.
“La parte política es la parte que yo veo controversial. Es que la cruzada de alfabetización fue la primera gran campaña electoral del frente sandinista, y fue el primer gran esfuerzo de construcción partidaria, digamos. Si tu fueras social cristiano, ¿no te gustaría contar con los recursos del Estado y con 60,000 activistas gratis, para que te construyan tu partido, y te hagan una campaña electoral”, se pregunta Valdivia.
A 40 años de distancia, el miembro de la diáspora nicaragüense señala: “Si el Frente Sandinista hubiera tenido alguna voluntad real de contribuir al desarrollo de Nicaragua, es sencillo, hubiera hecho elecciones seis meses después de la Cruzada Nacional de alfabetización. ¿Para qué tenían que esperar hasta el 84? ¿Cuánta gente no había muerto para el 84? ¿Cuánta polarización ya existía para el 84? Pero, a pesar de semejante campaña política y de construcción partidaria, ¡chocho!, les parecía poco. Tuvo que venir la ley de servicio militar, la ley de los ausentes, que era despojar a todo nicaragüense que hubiera tenido que ver o no con el régimen somocista. Con solo seis meses de ausencia en el país, perdía su derecho a la propiedad. Ya para el 84 estaba desmantelada toda la institucionalidad y ya para el 84 un porcentaje importante de esos alfabetizadores ya eran activistas del frente sandinista”, recordó Valdivia.
“En la parte pedagógica, yo creo que hay que ser bien insensato para no reconocer que ninguna sociedad puede aspirar a avanzar sin educar a su población. Ahora, por educar a su población yo no entiendo alfabetizar, no, yo entiendo alfabetizar como el esfuerzo de levantar a los más desafortunados a un estándar mínimo. Pero la educación la veo como un concepto más global, que incluye no solamente la educación formal, sino también todas aquellas variables de la educación. Por ejemplo, digo yo, ¿por qué la cartilla de la alfabetización no llevaba la imagen de Darío, en vez de la de Carlos Fonseca?”, cuestionó.
En su análisis, Valdivia señala que los aspectos positivos de la alfabetización no tienen por qué llevar a negar la parte controversial.
“Porque 40 años después siguen repercutiendo negativamente en una cultura de explosión, en una cultura absolutista, en una cultura que raya en el culto, ya ni siquiera es político sino como de secta, o sea, nosotros fuimos a predicar igual que Jesús mando a sus 12 apóstoles. El frente sandinista mando 60,000 apósteles a predicar la buena nueva, esa es la parte controversial. Ahora yo lo veo, por qué la crítica no puede provenir del mismo gobierno, o de la misma gente que está con el gobierno, si eso es algo que en 40 años da un espacio para que alguien reflexione, porque realmente todas las sociedades tienen como práctica hacer una revisión en retrospectiva de lo ocurrido”, aseveró el exjefe brigadista.
Valdivia cuestiona el hecho de que se utilice la educación para fines cortoplacistas y utilitaristas. “La prioridad es que se respete y se reconozca los derechos de la gente a tener educación y no pensar que la gente me debe un favor porque le estoy dando algo que ya es un derecho de la gente. Ese es el ángulo también controversial que yo veo en perspectiva de la cruzada”, indicó Valdivia.
Foto portada: Orlando Valenzuela.