Niños trabajadores, en las calles, pero invisibles

Organismos que trabajan por los derechos de la niñez y la adolescencia aseguran que el trabajo infantil no importa al Gobierno. Los últimos datos oficiales sobre esa problemática en Nicaragua son de la Encuesta Continua de Hogares del III Trimestre de 2012.
Lester Arcia
Las angostas calles del mercado Oriental, en Managua, se han convertido en el parque de diversiones, escuela, hogar y centro de trabajo de Carlitos, un niño de 11 años, delgado y de ojos claros.
Como Carlitos, una cantidad no cuantificada de niñas y niños trabajan en el populoso y desordenado centro de compras, considerado el más grande de Centroamérica; y no han corrido con una mejor suerte para poder ir a la escuela, comer adecuadamente y tener una vida estable junto con sus familias.
Carlitos (es un seudónimo) tiene dos años que no va a la escuela. Apenas alcanzó el cuarto grado de primaria en un colegio público de Managua. Dice que sus padres no tenían dinero para mandarlo al colegio y más bien tuvo que buscar la forma de generar ingresos para su humilde familia, compuesta por seis personas, las que se acomodan en un cuarto de alquiler en uno de los barrios empobrecidos aledaños al mercado Oriental.
“Todos los días vengo aquí (al mercado), salgo de mi casa y voy a comprar las bolsitas de agua”. Para él, las horas de trabajo sobrepasan el horario habitual de cualquier asalariado formal, porque desde las 7:00 de la mañana es visto cerca de la parada de buses del sector conocido como Gancho de Camino, cargando una bolsa de agua helada en sus hombros, intentando vender hasta más no poder, y esperando que termine el día y caiga la noche para poder descansar.
El niño cambió la mochila por la pesada bolsa de agua, cambió el parque de diversiones por el ruidoso e insalubre mercado, cambió el calor de su familia por el bochornoso sol de mediodía, cambió los libros por unas cuantas monedas que le deja la venta de agua. Sin embargo, cuenta el niño, todos esos cambios no han sido por gusto.
“Yo quisiera ir al colegio, pero no pude seguir. Si no trabajo, no como. Aunque sea hago un tiempo de comida en todo el día. Le tengo que ayudar a mi papa y a mi mama”, expresó Carlitos. Así, sin mencionar los acentos de papá ni mamá, como en el habla popular.
Mientras conversábamos, él continuaba pregonado con voz fuerte la venta de agua, mencionando las palabras que repite todos los días para lograr ganarse de 100 a 150 córdobas al día.
Parte de ese dinero también lo usa la familia para pagar la renta del pequeño cuarto donde vive.
POBREZA VA EN AUMENTO
El trabajo informal y los niveles de pobreza en el país obligan a miles de niñas y niños nicaragüenses a convertir esos lugares, como El Oriental, en una escuela de vida, y la última esperanza para seguir de pie y sobrevivir.
Nicaragua está experimentando un retroceso económico. En 2020, según organismos nacionales e internacionales, la economía de la nación se contraerá por tercer año consecutivo, lo que incidirá en un mayor incremento del desempleo y la pobreza.
La Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides) alertó en un informe en noviembre último que la pobreza general de Nicaragua aumentaría de 29.4% en 2019 a 31.9% en 2020. “Esto implicaría que 2.1 millones de personas vivirían con 1.76 dólares o menos diario”, enfatizó el centro de pensamiento. Estas proyecciones, sin embargo, fueron hechas antes que apareciera el coronavirus en el mundo. Hoy se prevé que el impacto de la pandemia en los niveles de pobreza será mayor.
En el mercado oriental no se ha hecho un censo para saber cuántos niños como Carlitos trabajan, ni mucho menos para erradicar el trabajo infantil. Sin embargo, en paradas de buses, avenidas principales y semáforos se puede ver a esos niños en horario escolar vender agua helada, frutas, verduras, comida o cualquier artículo. Otros hacen malabares, descubriendo su talento y exponiendo su arte en un terreno muy peligroso para ellos.
El Gobierno de Nicaragua, en manos de Daniel Ortega y Rosario Murillo, tiene en abandono a la niñez y adolescencia del país, ya que no cuentan con las instituciones debidas para su protección en derechos humanos, según organismos no gubernamentales.
Según la Federación Coordinadora Nicaragüense de ONG que trabajan con la Niñez y la Adolescencia (Codeni), los datos más recientes sobre trabajo infantil son de 2012, de la Cepal y la Encuesta Continua de Hogares del III Trimestre del mismo año.
De acuerdo con la Encuesta Continua de Hogares del III Trimestre de 2012, en ese año en Nicaragua trabajaba el 31.1% de los niños de 10 a 18 años, equivalentes a 396,118 niños de un total de un millón 273,834.
En las zonas rurales trabajaba el 36.9% de los niños en ese rango de edad, mientras que en las zonas urbanas trabajaba el 26.2%.
Los datos refieren que el 54.7% se desempeñaba como trabajador familiar sin pago, ayudando a sus padres o familiares en las actividades económicas que desarrollaban para sobrevivir; el 18.7% trabajaba como jornalero o peón; el 15.7% como obrero asalariado; el 8.6% como trabajador por cuenta propia; y el 2.3% como trabajador no familiar sin pago.
En 2019 la organización Internacional de Trabajo reportó que en el mundo 152 millones de niñas y niños son víctimas del trabajo infantil, de los cuales 73 millones están en situación de trabajo infantil peligroso.
La mitad de los 152 millones de niñas y niños que son víctimas del trabajo infantil tiene entre 5 y 11 años; 42 millones tienen entre 12 y 14 años; y 37 millones, entre 15 y 17 años.
De los 152 millones de niños en situación de trabajo infantil, 88 millones son varones y 64 millones son niñas.
Foto Portada: El Nuevo Diario / Orlando Valenzuela
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