Lenin Antonio Salablanca: “La misma policía, por el mismo fanatismo puede asesinarme”

Redacción/ IP Nicaragua

Antes de 2018, Lenin Antonio Salablanca Escobar llevaba una “vida normal”. Era una vida dedicada a su familia, su trabajo y Dios, señala el excarcelado político que ahora debe enfrentar a diario al asedio y hostigamiento policial.

Salablanca Escobar pertenecía a la fraternidad de Hombres de Negocios del Evangelio Completo, capítulo Nicaragua. “Me dedicaba a servirle a Dios, a trabajar y mi familia, eso era lo esencial para mí en ese momento”, recuerda.

Hace dos años, con el estallido social de abril de 2018, su vida dio un giro inesperado. A medida que las protestas en contra del Gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo se extendían en todo el territorio, Salablanca Escobar reunió a su familia para anunciarles que se uniría a la lucha cívica.

Lenin Antonio Salablanca fue encarcelado en 2018. Foto El Nuevo Diario

De la boca de su progenitora, Alba Marina Escobar, salieron unas palabras que Salablanca Escobar no olvida: “Hijo con cuidado, es cierto que lo que hace el Gobierno está malo, pero hay que tener cuidado”, fue la recomendación que recibió.

Cuatro meses después, un 19 de agosto de 2018 cuando Salablanca Escobar se disponía a participar en una marcha opositora en el municipio de Santo Tomás, en el departamento de Chontales, fue detenido y llevado a las celdas de la Dirección de Auxilio Judicial, mejor conocido como “El Chipote” en Managua.

Luego fue trasladado al Sistema Penitenciario Jorge Navarro, “La Modelo”, donde estuvo recluido hasta el 11 de junio del 2019 cuando fue liberado a través de la famosa Ley de Amnistía.

En ambos lugares lo confinaron a castigo por cantar el himno nacional. “Estuve con 10 minutos de agua al día, sin derecho a jabón, pasta de dientes o papel higiénico, totalmente aislado”, recuerda.

Asediado a diario

Desde que recobró su libertad se ha convertido en un perseguido político. Constantemente es asediado y hostigado por miembros de la sancionada Policía Nacional.

Se la ha visto en innumerables videos confrontando a los agentes policiales sin temor alguno.

Sin ánimo de vanagloriarse, asegura que se ha convertido en una de las “principales voces” en Juigalpa que luchan contra Ortega y Murillo, pero eso le ha traído consecuencias emocionales a los pequeños de la familia.

“Mis sobrinas, la niña de cuatro años le dice, mamita ahí está la policía tené cuidado. Mis hijas cuando miran una patrulla de policía o tratan de retenerme, se ponen blanquitas, pálidas y heladas, empiezan a comerse las uñas y me dicen, quédate callado papito, no digas nada que te van a matar, no digas nada”, asegura Salablanca.

Pese a todo, asegura estar “consciente” de la situación actual y lo que puede suceder porque sabe que en cualquier momento, incluso, pueden acusarlo de crímenes que no ha cometido o puede recibir una “bala perdida”.

“La misma policía, por el mismo fanatismo puede asesinarme, estoy consciente de todo eso (…) Cuando decidí meterme a esta lucha, lo hice asumiendo las consecuencias”, afirma.

El asedio policial en contra de Lenin Salablanca, excarcelado político, es constante. Foto Cortesía

Familia de origen sandinista

El excarcelado político creció en el seno de una familia sandinista, “una familia del Frente”. Su papá, Edgard José Salablanca, un exguerrillero que ahora vive en Costa Rica, mientras que su progenitora, Alba Marina Escobar fue secuestrada en los años ochenta por los contras.

Habíamos crecido con la idea que el Frente Sandinista era la opción para los pobres, era quien velaba por nosotros, el buen Gobierno como dicen ellos en la actualidad”, recuerda Salablanca Escobar.

Su ideología política no cambió precisamente con la insurrección de abril. El excarcelado empezó a observar las irregularidades cometidas, los actos de corrupción de las autoridades y empezó a decirle a su familia “estamos mal”.

“Mi perspectiva hacia el Gobierno empezó a cambiar un 24 de diciembre de 2014, cuando desalojaron a unos hermanos campesinos en El Tule (municipio de San Carlos en el departamento de Río San Juan) y empiezo a visualizar que el Gobierno está actuando mal”, señala.

El cambio brusco se dio ese 18 de abril de 2018 cuando golpean a los ancianos que protestaban por la Reforma al Seguro Social.

“Cuando los golpean, yo no aguanto eso, y le dije a mi mamá que me iba a meter a la lucha y que iba a protestar por los derechos de ella, porque ella es una persona jubilada y le estaban quitando parte de su salario”, recuerda.

Su lucha arrastró a sus hermanos

Aunque su lucha contra el Gobierno la asumió a título personal, su posición trajo consecuencias a sus hermanos, quienes fueron despedidos después de varios años de laborar en instancias públicas.

“Una hermana que trabajaba en el hospital, María Roxana, y Dustin, que trabajaba en la UNAN, también fue despedido de una manera arbitraria y ellos dicen las mismas palabras de mi mamá, que en las venas nos corre sangre y no agua, entonces todos me apoyan hasta el día de hoy”, asegura Salablanca Escobar.

Su familia y unos cuantos amigos son los que siempre están pendientes de él cuando la Policía intenta detenerlo nuevamente.

El pasado 12 de septiembre cumplió 38 años y lo que más anhela es vivir en democracia, donde pueda trabajar y disfrutar de sus derechos ciudadanos.

“Siempre ando trabajando, con mi negocio, a mí no me han agarrado robando, a mí me agarran trabajando y eso me duele, pero me da fuerza para seguir, al final quien tiene que pesar mi corazón se llama Jesucristo”, asegura.

El pasado 14 de septiembre fue detenido por la policía, pero después de unas horas lo liberaron, dejándole evidentes marcas de violencia física en su cuello.

 

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