Aprendiendo a sanar las heridas de la violencia machista

Desde 2018 a marzo de 2021, un total de 263 mujeres han sobrevivido a la violencia machista en el país, según registros del observatorio de Católicas por el Derecho a Decidir (CDD)

Redacción / IP Nicaragua

Cada mañana camino a su trabajo Seylit Parrales Selva, de 28 años, sale con temor. En todo el camino, le pidea Dios regresar a salvo a su casa para seguir cuidando asus dos menores hijos, de seis y dos años respectivamente.

Su temor no es infundado. Ella es sobreviviente de femicidio.

El 19 de agosto de 2019, su expareja, Yerol Álvarez, de 31 años, le propinó 12 cuchilladas, cuatro de ellas de gravedad. Estuvo seis días en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de un hospital en Managua.

Hace seis meses empezó a laborar en una empresa del sector privado. El empleo le ha permitido mantener su mente ocupada, aunque las marcas en su cuerpo, sobre todo las del cuello y el pecho, le recuerdan que estuvo a punto de morir.

“Me ha costado (adaptarme a la sociedad) porque todavía me da miedo salir a la calle, por mis heridas que se ven. La gente me queda viendo y me preguntan. Eso me hace recordar aquello (la violencia) y me siento mal, me siento incómoda, no sé qué contestar”, relata Parrales Selva.

Temor de que su agresor salga de la cárcel

A Seylit le invade el temor de que su agresor salga de la cárcel para matarla. En noviembre de 2019, él fue condenado a 20 años de prisión por el delito de femicidio frustrado, debido a la decisión del Gobierno que ha liberado bajo el beneficio de convivencia domiciliar a miles de reos comunes.

Entre los liberados por el Gobierno hay hombres condenados por delitos de abuso sexual, violencia, proxenetismo y femicidas, según organizaciones que defienden los derechos de las mujeres.

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Esas decisiones del Gobierno ponen en alerta a Seylit. “Él fue condenado a 20 años, pero hace algunos meses me dijeron que lo habían visto libre. Anduvieron rumores de que el Gobierno lo había sacado. Mis hermanas y mi papá me advirtieron que tuviera cuidado, ese día no fui a trabajar. Consulté en el Distrito Tres (de la Policía Nacional) y me aseguraron que seguía preso, que no me preocupara, pero la verdad es que tengo miedo”, relató Parrales Selva.

Seylit no ha recibido un acompañamiento y atención integral por parte de una especialista. Para ella, reintegrarse a la sociedad, después permanecer encerrada en su propia vivienda, no ha sido fácil.

La reciente muerte de su madre, Urania Selva, de 50 años, despertó nuevamente en ella momentos de ansiedad y pánico.

“Lo de mi mamá y la noticia de que este hombre puede salir me deja en shock, me entran ganas de llorar, me mantengo desesperada”, expresó Seylit.

Una vez que fue dada de alta en el hospital (2019), estuvo en contacto con una sicóloga: “Había dicho que yo necesitaba más o menos seis años sin salir de la casa, sin trabajar, y yo solo me puse a pensar, quién le va a dar de comer a mis hijos. Es cierto que tengo miedo, pero tengo que trabajar, luego, por última vez me dejó haciendo unas terapias con la mano y no volvió”.

Las mujeres que sufren violencia tienen que aprender a construir una red de apoyo. Foto referencial

La violencia de Seylit comenzó en Facebook. A través de esa red social conoció al que se convirtió en su agresor, por eso actualmente opta por mantenerse alejada de cualquier plataforma.

¿Qué hacer en situaciones de violencia?

De acuerdo con la psicóloga Clemen Altamirano, el primer paso para que una sobreviviente de femicidios frustrado y/o las mujeres que viven violencia empiecen a sanar los traumas es buscar ayuda con una psicóloga, un especialista y hacer la denuncia, lo que se puede hacer de manera simultánea.

“Porque la denuncia es parte del proceso de sanación”, mencionó.

La especialista aclara que en este proceso, puede que la atención “no funcione a la perfección o medio funcione”, si ocurre esto, “hay que redoblar esfuerzo para que la mujer se sienta apoyada, se sienta protegida”, expresó.

También hay que trabajar un plan de seguridad. “Si se explora que los riesgos que tiene la mujer a su alrededor son muy altos, es preferible sacarla del medio y durante esa parte del tratamiento hay que prepararla para lo que le viene estando fuera, porque prácticamente para ellas su vida cambia totalmente”, finalizó la especialista.

Rompió el silencio, pero…

El primer episodio de violencia que vivió Jaqueline Muñoz, fue hace 30 años, cuando tan solo tenía 12 años. Su expareja y padre de sus tres hijos mayores la maltrataba física, verbal y psicológicamente.

“Lo último que hizo, y no me quedé callada, fue que llegó a golpearme hasta el colegio donde estaba estudiando, pero a como pude, de arrastra, me levanté y así a como me dejó lo fui a denunciar”.

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Su agresor era un agente de la Policía Nacional, pero aun así cayó preso y le dieron de baja deshonrosa.

Dos años más tarde, sufrió otra situación más extrema. Fue víctima de femicidio frustrado, siempre a manos de su expareja.

El círculo de violencia que vivió Muñoz, desde muy joven la impulsó a colaborar como promotora voluntaria en las Comisarías de la Mujer, en Managua. Desde allí alertaba a otras mujeres víctimas de violencia machista sobre los riesgos de quedarse calladas y compartía su testimonio. Eso la ayudó a superar poco a poco lo que personalmente había vivido

“Primero busqué ayuda, porque es mentira que uno solo puede salir de ese proceso, después trabajé en la Comisaría de la Mujer, ahí participaba en seminarios y me permitían ir a centros o grupos de autoayuda, eso me ayudó mucho”, señaló.

Violencia alcanzó a su hija

Joseling Yahosca Rojas, de 21 años, hija de Jaqueline, fue asesinada el 15 de enero de 2015, por su expareja Justo Francisco Pérez, de 27 años, quien posteriormente se ahorcó en la misma habitación.

“Mi hija ya tiene seis años de fallecida. Se imagina el duro golpe que fue para mí, pero con la ayuda de Dios, también fui saliendo de eso, aunque se me ha hecho más difícil”, reconoce Muñoz.

Joseling Yahosca dejó un niño de cuatro años en la orfandad. En la actualidad, el menor vive en Jinotepe con su papá biológico.

“Yo me quedé con mi nieto, tengo cuatro hijos y con mi nieto cinco, pero ahorita está con su papá. Los hijos son la razón fundamental que tiene uno para superar cualquier cosa. Recuerdo que yo antes solo era llorar, pero dije, no, porque mis hijos me necesitan y luego con lo de mi hija, mi nieto también me necesitaba, solo le pido fuerzas a Dios”, expresó Muñoz.

Por el momento, Muñoz no cuenta con un trabajo estable, por lo que brinda servicios de lavado y planchado. Siempre está dispuesta a apoyar a otras mujeres con sus testimonios y consejos.

Apoyo a la familia de las víctimas

La psicóloga y defensora de derechos humanos de las mujeres, Alideth Mairena es miembro de la comisión coordinadora de la Red de Mujeres Contra la Violencia (RMCV), y considera importante dar seguimiento a las madres de las mujeres que sufren la violencia machista.

“Ellas (las madres) han sido testigos de toda una situación violenta, o del propio femicidio que sus hijas han vivido, por lo que también, revelan problemas emocionales como dolor, tristeza, afectaciones en la salud, empatías con nuevos casos o dificultad para conciliar el sueño”, indicó Mairena.

Por lo tanto, recomienda que deben someterse a terapia psicológica sin tiempo determinado para superar los problemas y ciertas conductas como repetición de patrones de agresión y de temor, entre otros casos.

“Y que aprendan a convivir con ese trauma, pero que lo vean de un ángulo distinto para que traten de seguir sus vidas y que ellas también puedan recuperar esa convivencia e insertarse en la sociedad. La mayoría de madres de las víctimas de femicidios son abuelas y deben sanar, no completamente, no a la perfección porque eso no se logra, pero tratarse, cumplir con un proceso por sus nietos, sus hijos y principalmente ellas mismas”, insistió Mairena.

Aprenden a identificar e impedir la violencia

La psicóloga Clemen Altamirano, quien tiene más de 20 años de trabajar con mujeres víctimas y sobrevivientes de violencia machista en el albergue del Colectivo 8 de Marzo, de Managua, explica que no existe una “sanación completa de los trastornos que deja la violencia machista”.

Las víctimas y sobrevivientes de femicidios, aprenden a manejar la situación y a identificar ese sentido de alerta para salir de cualquier otro círculo violento.

La forma de sanación de cada víctima va a depender de cada mujer, de su característica, de su personalidad.

Hay una serie de factores para elegir qué tipo de terapia es la que se puede implementar con ellas.

“Si se trata de una víctima que por experiencia anterior o porque hay algún trastorno, que puede ser producto de la violencia que ha vivido o no, en esos casos se necesita de una terapia más estructurada, pero si se trata de una víctima que sus alteraciones psicológicas son productos de la violencia que ha vivido, se pueden tratar alternativas y a la vez ir implementando cambios de conductas en la medida que ella se va comprometiendo o se va haciendo una especie de contrato emocional para que ella pueda salir de esa situación”, explicó la especialista.

Grupos de autoayuda

Los grupos de autoayuda son redes de apoyo que, usualmente, se conforman para superar un problema en común. En estos grupos hay varias mujeres con la misma situación, compartiendo experiencias y los resultados que han tenido.

“Y eso lo manejan entre ellas y no necesitan de una profesional. Pero eso va a depender de cada quien, de cada caso, de cada situación, de la experiencia vivida y una serie de factores que no se puede decir tajantemente es esta la fórmula”, menciona Altamirano.

Proceso de recuperación

Por su parte, Marycé Mejía, socióloga y enlace nacional de la Red de Mujeres Contra la Violencia (RMCV), una mujer que ha vivido una historia de violencia “no sana por sí sola”, y debe contar con acompañamiento donde ella puede identificar sus recursos para que no siga siendo víctima de la violencia machista.

“He visto casos y los que he visto es importante de que en las mujeres hayan un proceso de recuperación emocional. Sonimportantísimas las atenciones psicológicas, ya sea el acompañamiento que puede recibir por parte del Estado o si puede pagar una psicóloga, o bien buscar ayuda en las organizaciones”, dijo Mejía.

Porque “efectivamente son mujeres que viven el trastorno de estrés postraumático que son las consecuencias de vivir un trauma tan frecuente y consecutivo como es la violencia de género. Las psicólogas trabajan para ayudar a sanar ese tipo de trauma, de trastorno y depende del poder de la víctima eso dura poco o mucho”, agregó Mejía.

Familia, sociedad y albergues

Altamirano apuntó que, lo primero que se tiene que hacer con una víctima es explorar cuáles son los nexos que tiene con la familia, quiénes son de apoyo y quiénes no.

“En caso de que haya familiares que no sean de apoyo a la víctima es preferible sacarla del medio, por un tiempo, mientras se recupera y ella pueda sanar”, recomendó.

Los albergues son lugares donde se brinda protección a las víctimas de la violencia machista. En el sitiolas psicólogas o cualquier otro especialista con experiencia en temas de violencia, ayudará a la mujer víctima a salir fortalecida y que pueda enfrentarse a esa situación.

Según Altamirano, independientemente del plan de tratamiento a seguir, las sobrevivientes tienen que pasar primero con una psicóloga que sepa manejar la situación.

Excarcelaciones generan temor

La socióloga de la RMCV señaló que en el país las “instituciones del Estado”, en vez de proteger a las mujeres, de brindarles un plan de protección, más bien las ponen en riesgo con los regímenes de convivencia familiar otorgados a presos.

Por otro lado, las medidas que implementan en las Comisarías de la Mujer, donde muchas veces las obligan a mediar y los tantos obstáculos que se encuentran en el sistema de justicia, también ponen freno a la recuperación y búsqueda de justicia de una víctima de violencia.

“Es normal que cualquier mujer, más una víctima que ha sobrevivido a la violencia, incluso los familiares de las víctimas sientan miedo al haber tantos indultos y pensar que su agresor en cualquier momento salga libre”, dijo Mejía.

En este caso, es importante “acuerparse con la familia, con los vecinos, no andar sola, tener como tu propio plan de protección, porque si el agresor sale va a lograr su objetivo que es asesinarla”, advirtió.

La socióloga señaló que, aunque no hay un dato exacto de cuántos femicidas ha puesto en libertad el Gobierno en los últimos tres años, sí se ha comprobado que entre los indultados hay hombres que cometieron delitos de abuso sexual, violencia, proxenetismo y femicidas.

“En otros casos se ha demostrado que hombres indultados han agredido a mujeres”, añadió.

Cifras alarmantes

Desde el año 2018, el Observatorio de Católicas por el Derecho a Decidir (CDD), empezó a incluir en sus registros los casos de femicidios frustrados, es decir aquellas situaciones donde el agresor no logra consumar el crimen y las mujeres logran sobrevivir.

Según los datos registrados por el Observatorio, desde 2018 a marzo de 2021, un total de 263 mujeres han sobrevivido a la violencia machista.

En el primer año de registro fueron 115 mujeres; en 2019, un total de 72; y en 2020, 76. Mientras que entre enero y marzo de este año, ya se reportan 16 mujeres sobrevivientes.

No obstante, desde 2010 a marzo de 2021, que CDD empezó a registrar los casos de femicidios, se reportan más de 730 femicidios de mujeres en el país.

En el 2010, se registra la cifra más alta de la década: 89 mujeres asesinadas por hombres. En 2011 ocurrieron 77 femicidios; en 2021, 70; 2013, 64; 2014, 70. En  2015 el número de femicidios descendió a 53; y en 2016, fueron 49 los crímenes. Pero, a partir de 2017 los casos empezaron a elevarse otra vez, se registraron 51 femicidios ese año; en 2018, las víctimas fueron 61; en 2019, 63; y en 2020, 71.

Entre enero y marzo de 2021, ya se registran 12 mujeres asesinadas, según el Observatorio.

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