*Costa Rica es el destino que muchos nicas han escogido para refugiarse de las violaciones a sus derechos humanos.
Redacción IP Nicaragua
Damaso Jussette Vargas, Yasuri Ortiz y Carlos Daniel Berrios, son tres nicaragüenses que migraron hacia Costa Rica a raíz de la crisis sociopolítica que se generó en Nicaragua desde el año 2018.
Cada uno llegó con diferentes metas y esperanzas a este vecino país, pero los tres se enfrentan a muchos fenómenos sociales como la xenofobia y la homofobia.
Una “feminidad con pene”
Damaso Jussette Vargas es una mujer trans originaria de Managua. Llegó a Costa Rica en marzo de 2019 para proteger su integridad física y emocional. Confiesa que en ese país su vida corre menos peligro que en Nicaragua.
Desde hace muchos años, Vargas se ha dedicado al activismo. Asegura que la teoría feminista le ha dado las herramientas para reconocer su cuerpo y vivir su feminidad.
“El feminismo me ha dado las herramientas para reconocer esta ‘cuerpa’ con pene y que puedo vivir esta feminidad para mí; sentirme libre de vivirla como yo quiera, sin rellenar estereotipos que al final son violentos con las mujeres. El feminismo es una forma de vida, es una posición política de todos los días”, asegura Damaso.
Esta activista afirma que solo regresará al país donde nació de forma esporádica.
Desligándose del “patriotismo tóxico”, Damaso señala varios aspectos negativos que algunos sectores de la sociedad nicaragüense poseen.
“La sociedad nicaragüense es violenta, machista, patriarcal, una sociedad que ha normalizado la violencia. Un caso que me tiene super dolida fue ver a esta madre que le asesinaron a sus hijas. Como no pudieron culpar a las niñas, culparon a la madre y no al asesino, porque siempre la culpa es de una mujer, no del hombre abusivo y violento”, plantea Damaso.
En este año y medio que lleva en Costa Rica no ha sufrido xenofobia, pero en algunas ocasiones de transfobia al negarle su identidad.
«Un aprendizaje”
Yasuri Ortiz es originaria de la isla de Ometepe. Antes de abril de 2018 estudiaba Enfermería en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, pero esta meta se vio truncada porque fue expulsada debido a su participación directa en la insurrección contra el gobierno de turno.
“Participé de forma directa atendiendo a las personas heridas, víctimas de la represión. Me expulsaron de mi carrera, recibí acoso e intimidación en las redes sociales. La creciente inseguridad y las detenciones arbitrarias me llevaron a tomar la decisión de salir de mi país”, narra la joven.
Llegó a Costa Rica el 9 de noviembre de 2018, cuando estaba en la frontera uno de los oficiales de migración le dijo: “ya viene a ser una carga más para nuestro país”.
Yasuri asegura que ser nicaragüense, refugiada o solicitante de refugio es sinónimo de prejuicio para algunas personas, pero esto aumenta cuando el migrante es parte de la población LGBTIQ+.
Al igual que Damaso, Yasuri forma parte de la Mesa de Articulación LGBTIQ+ en el exilio, capítulo Costa Rica, organización que busca identificar y visualizar las necesidades de esta parte de la población que tuvo que emigrar.
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Para Yasuri, su estancia en Costa Rica lo percibe como un aprendizaje. Actualmente está estudiando Psicología y tiene como meta tener un trabajo estable.
Esta isleña de piel morena y ojos pequeños tiene planeado volver a Nicaragua. De su tierra natal le gustan muchos aspectos, como la gastronomía y la cultura, pero rechaza la “doble moral que prevalece”.
“Creo que la sociedad nica está llena de doble moral, que aplaude las injusticias y margina a los que luchamos por los derechos humanos, una sociedad llena de misoginia, machista y patriarcal”, puntualiza la joven.
“La violencia puede aumentar”
Carlos Daniel Berrios se define como un defensor de derechos humanos y activista juvenil. Desde hace más de dos años salió de Nicaragua y actualmente no tiene planes en regresar.
“Mi salida de Nicaragua estuvo relacionado con mi activismo en derechos humanos. Decidimos salir para hacer un proceso de denuncia por Centroamérica para contar lo que estaba pasando en el país en el marco de las protestas y derechos humanos”, narra este joven de 29 años, que actualmente vive en Costa Rica.
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Nicaragua está previo a un año electoral, este factor puede generar un aumento en la represión gubernamental y la violencia, lamenta Carlos.
La historia de su país es uno de los aspectos que más destaca, porque “podemos analizar algunas lecciones que tenemos que aprender”, finaliza.