Una mina de piedra de más de 13 mil metros cuadrados en la comunidad indígena El Bluff, ubicada en el municipio de Bluefields, Región Autónoma de la Costa Caribe Sur de Nicaragua, es el escenario que representa la lucha por sobrevivir de al menos 80 mujeres que se dedican a picar piedra, un trabajo poco común y de mucho riesgo que, con el tiempo y de manera silenciosa, les puede ocasionar graves problemas de salud.
La mina de piedra tiene rostro de mujer. Son ellas las que a diario pisan fuerte ese suelo caribeño, mientras los hombres se dedican a la pesca, actividad que se ha visto afectada por los desastres naturales, la poca paga y la migración.
La falta de oportunidades de empleo en el poblado ha empujado a las mujeres del Bluff a sumergirse entre piedra y polvo en la mina, un trabajo informal que a duras penas les da para tener arroz y frijoles en las mesas de sus hogares. En tiempos de nulas ganancias picando piedra, la faena se duplica con el lavado de ropa ajena.
La informalidad laboral las apremia, mientras sus cuerpos muestran los efectos del pasar de los años en una actividad que quebranta su bienestar. Los efectos en la salud existen, sin embargo, el gobierno de Nicaragua no se ocupa de ellos, los estudios sobre el impacto de esta fuerte actividad en las Picapiedra son inexistentes.
Amelia Mancermo González, tenía 28 años de edad cuando se integró al grupo de mujeres “Picapiedra”, en El Bluff, una isla ubicada en la bahía de Bluefields, que alberga a miskitos, mestizos, creoles, garífunas y sumos.
Amelia nunca imaginó que a sus 54 años seguiría en el mismo lugar, picando piedras, a veces bajo un sol inclemente, otras bajo lluvia. Trabaja sin ningún tipo de protección, lo cual pone en riesgo su salud e integridad física. No tienen otra opción, ya que en el lugar no hay alternativas de empleo.
Todavía no existe un estudio sobre el impacto en la salud de las mujeres que se dedican a esta actividad. Mancermo cree que no tiene ninguna enfermedad, pero mientras conversaba con un grupo de trabajadoras, una tos seca se le presentaba reiteradas veces.
“Bastantes mujeres de aquí se han operado, han salido con enfermedades como pulmonía y asma; vos sabes ese polvo es malo, no tenemos nada de protección en la cara”, reveló.
En efecto, al amartillar la piedra se desprende un polvo que les entra por la nariz, ya que no utilizan mascarillas u otro material de protección.
Además, indicó que, muchas de las mujeres presentan dolores musculares y problemas en las rodillas.
“Uno está trabajando primero bajo el sol y luego viene la lluvia, nos vamos mojando de aquí a la casa, entonces, bastantes mujeres y hombres tienen problemas de rodillas hinchadas, pero yo de mi parte no; digo, gracias a Dios, no sabemos más adelante”, señala Marcermo, quien debido a la falta de oportunidades solamente logró llegar al tercer grado de prima, misma situación por la que pasan la mayoría de habitantes de la zona.
Las mujeres picapiedra de El Bluff no son las únicas que se dedican a esta tarea extenuante/ Foto: IP Nicaragua
La informalidad laboral las apremia, mientras sus cuerpos muestran los efectos del pasar de los años en una actividad que quebranta su bienestar/ Foto: IP Nicaragua
Sentadas en bancos de madera, en piedras, de rodillas y otras postradas en el suelo se aferran a la piedra en un trabajo rutinario. La toman y con mazos pesados empiezan a reducirlas para convertirlas en piedrín o bolón, material utilizado para la construcción de viviendas, carreteras y otras actividades. Ellas ven salir el sol y lo despiden en el mismo lugar.
Marina Allen lleva 21 años picando piedra, apenas en el mes de agosto cumplió 37 años de edad. Su mamá fue quien la llevó al lugar para que apoyara con los gastos del hogar.
Allen cuenta que en muchas ocasiones llega a su casa con altas temperaturas que la hacen tumbarse en la cama, pero “tomo pastillas y venimos devuelta (a la mina) al día siguiente”, dice.
“Aquí nos enfermamos bastante, ese polvo es malo, pero aun así tenemos que seguir, porque es el único trabajo que podemos hacer aquí; uno viene con tos, gripe, cansancio, pero nos toca seguir”, relata.
El único centro de salud local no cuenta con las condiciones necesarias para la atención en El Bluff, lugar que alberga a más de 5 mil habitantes.
Las picapiedra de El Bluff no son las únicas que se dedican a esta tarea extenuante. En el barrio 19 de Julio en Bluefields, cabecera de la Costa Caribe Sur, también se encuentra otro grupo de aproximadamente 40 mujeres en las mismas condiciones.
Sandra Hodgson, una madre soltera de 36 años, dijo que a raíz de esta actividad presenta problemas respiratorios. Ella sueña con dedicarse a otras actividades que no deterioren su salud.
“Yo tengo asma desde pequeña, y estar aquí me ha venido a poner más complicada. Imagínese si me pongo a comprar máscara para cuidarme, con costo ganamos para la comidita”, reitera.
Hodgson dice que a veces logran alimentarse con lo poco que obtienen de la venta de piedras picadas, pero en reiterados momentos no llevan nada en sus bolsillos.
En el mismo lugar, bajo anonimato, un grupo de trabajadoras dijo que la situación es preocupante, porque varias de sus colegas están delicadas de salud por problemas respiratorios y pulmonares.
Las Picapiedra que trabajan por periodos prolongados están expuestas a diversas afectaciones de salud/ Foto: IP Nicaragua
El trabajo de estas mujeres es poco remunerado, un balde de piedrín lo venden en 20 córdobas/ Foto: IP Nicaragua
Manchas en su piel revelan las quemaduras ocasionadas por el sol, muestran un rostro enrojecido y reseco/ Foto: IP Nicaragua
El Estado debería garantizarles a estas mujeres condiciones óptimas de vida y desarrollo/ Foto: IP Nicaragua
Las Picapiedras que trabajan por periodos prolongados y están expuestas al polvo liberado por el corte, podrían desarrollar silicosis, una enfermedad pulmonar incurable causada por la inhalación de polvo que contiene sílice cristalinalibre.
A pesar de todos los esfuerzos de prevención, la silicosis sigue afectando a decenas de millones de trabajadores en ocupaciones peligrosas y mata a miles de personas cada año en todo el mundo, explica el doctor Álvaro Carrión. No obstante, el Mapa de la Salud del Ministerio de Salud de Nicaragua no registra la presencia de esta enfermedad en el sector.
“Se sabe desde hace mucho tiempo que la exposición al polvo respirable es una amenaza grave para la salud de los trabajadores de muchos sectores. Una vez que una persona contrae esta enfermedad, no hay cura”, refiere el especialista.
La meta, por lo tanto, es limitar la exposición de los trabajadores al polvo respirable para prevenir esta enfermedad.
“Debido a que el polvo respirable no se puede ver a simple vista, (las picapiedra) deben confiar en la tecnología para detectar su presencia en el lugar de trabajo y reducir la exposición de los trabajadores”, advierte el médico general, sin embargo, las condiciones locales y poca atención médica recibida podría generar graves resultados.
La inhalación del polvo “puede bloquear la entrada y salida de aire de los pulmones y causar enfermedades relacionadas con las vías respiratorias, tales como enfermedad pulmonar obstructiva crónica, bronquitis crónica, enfisema, tuberculosis pulmonar, enfermedad renal crónica y cáncer de pulmón”, explica Carrión.
La silicosis se ha vuelto menos común desde que la Administración de Seguridad y Salud Ocupacional (Occupational Safety and HealthAdministration, OSHA) estableció regulaciones que exigen el uso de equipo protector que limita la cantidad de polvo de sílice que los trabajadores inhalan.
“Los síntomas que la persona presentaría son tos, dificultad respiratoria y pérdida de peso. Las formas simples de la enfermedad se suelen detectar inicialmente con radiografías de tórax sin que la persona tenga ningún síntoma físico. Pero en la forma más grave y complicada, que se denomina fibrosis masiva progresiva, se producen depósitos fibrosos de tejido en partes más extensas de los pulmones. Los pulmones se endurecen y pierden la capacidad de expandirse completamente, y se dificulta mucho la respiración”, dice Carrión.
El médico explica que la sílice recién fracturada es más tóxica que la más antigua, y mientras más pequeñas sean sus partículas, más penetrantes y tóxicas serán. La sobrexposición a sílice cristalina respirable puede causar enfermedades de las vías respiratorias.
“Ningún medicamento puede revertir el daño a los pulmones, por lo tanto, es fundamental la prevención. Los tratamientos incluyen la vacunación contra la influenza y la neumonía, tomar antibióticos para las infecciones y la congestión, usar inhaladores para los espasmos de las vías respiratorias, la administración de oxígeno y trabajar con el médico para reducir el riesgo de insuficiencia cardíaca”, concluye el médico.
Según datos del Ministerio de Salud (Minsa) la neumonía se encuentra en primer lugar por causa de hospitalización en Bluefields y el asma bronquial en cuarto lugar entre las enfermedades crónicas registradas.
En el caso de El Bluff, el Minsa registra siete casos de asma bronquial y seis casos de EPOC (Enfisemas), una afección pulmonar que causa dificultad para respirar. Las personas que padecen Enfisemas, por lo general, tienen dañados los alvéolos o sacos de aire de los pulmones. En el sector del barrio 19 de julio, el Minsa registra 16 casos de asma bronquial y seis de EPOC (Enfisemas).
Conny Ramírez describe cómo es su día en la mina de piedra de El Bluff, se le observa cansada, con sus manos agrietadas de amartillar constantemente.
Manchas en su piel revelan las quemaduras ocasionadas por el sol, un rostro enrojecido y reseco son muestra de lo extenuante que son las jornadas. Más de 12 horas continuas sin parar.
“Aquí nos vamos con dolor de cuerpo, de espalda, de hueso, porque con sol o lluvia nosotros venimos aquí a trabajar porque de aquí comemos. Nos quemamos con el sol, las champitas que hacemos no nos ayudan mucho”, explica.
Por su parte, Elvia Doraida Espinoza Kart, de 45 años y quien trabaja junto a sus dos hijos y esposo en el lugar, dice que a causa de la exposición al polvo y a la luz solar, sus cuerpos presentan llagas.
“Hay veces que le da asco al cuerpo, del polvo le da asco, picazón (alergia), me imagino que cuando hay sol o lluvia la piel se daña; cuando hay sol se suda, se molesta, le da picazón”, expone.
Para Elvia, hubo muchas razones por las cuales solamente se dedica a picar piedra: En el Bluff no hay otra cosa más que hacer, el trabajo es de generación y no logró superar escolaridades que le dieran un mejor futuro; pues en sus tiempos la guerra en los años ochenta apremiaba a Nicaragua.
La dermatóloga Karla Duarte explicó a IP Nicaragua que las enfermedades más frecuentes en la piel por la exposición prolongada al sol son el carcinoma o cáncer de piel y las queratosis actínicas, que son manchas o parches de piel escamosos en la capa superior de la piel.
«Por la exposición prolongada al sol se puede producir manchas en la piel, ya sea en la cara, los miembros superiores o el área del tórax, entonces se van a presentar esas manchas color café y puede haber engrosamiento de la piel o elevación (inflamación) de la de la piel en estas lesiones de color café y esas con el tiempo va erosionándose y si la persona se la rasca, se va a formar el cáncer de piel”, explica Duarte.
Uno de los primeros síntomas son las quemaduras y se puede generar el crecimiento de un eritema (enrojecimiento macular difuso en la piel) y en un año o seis meses o más tiempo pueden aparecer estas lesiones que son las que van a producir cáncer en algún determinado tiempo.
Sobre si la exposición al sol puede provocar el desarrollo de pecas o lunares que sean benignos o malignos, la doctora refiere que el sol lo que ocasiona es la aparición de carcinomas, que es el cáncer en la piel y que no aparece de manera inmediata, sino que, por la exposición prolongada del sol, la piel va perdiendo toda su función y después va produciéndose el cáncer.
“La exposición al sol provoca la deshidratación de la piel y eso es lo que va provocando el envejecimiento temprano, prematuro, y va ocurriendo la resequedad que esto produce las grietas en la piel y esto da picazón en la persona, y luego la persona se rasca y se crean las lesiones en la piel produciendo el oscurecimiento”, afirma.
La dermatóloga también explica que la exposición solar puede afectar otros órganos como la vista.
Ella recomienda que los y las trabajadoras tienen que tener protección con un lente oscuro, utilizar gorra o sombrero para poder cubrir toda el área facial y se debe realizar una valoración oftalmológica para ver a nivel ocular, si no hay ninguna alteración leve.
“Luego debe quedarse en esta revisión entre tres meses o seis meses dándole seguimiento en la parte ocular a esta persona”, advierte la doctora.
Agrega que cuando estas mujeres quiebran piedras, el polvo que se esparce también puede ocasionar secuelas en los pulmones y provocar el cáncer de pulmón, “entonces esta persona también tiene que utilizar mascarillas para evitar esa complicación a largo tiempo”.
Las Picapiedra demandan mayor atención médica, pues no cuentan con ningún seguro médico al que puedan recurrir.
“Mi cuerpo tenía alergia, pero cuando fui a la clínica me dieron una medicina, pero no la quita porque siempre tengo que venir a quebrar y me lleno de polvo, aquí nadie nos apoya y nadie se preocupa por nosotras”, dice Amelia Allen.
Conny Ramírez, tiene cinco hijos. A tres logró darles educación y tienen un nivel de escolaridad secundaria y una de licenciatura en enfermería. Dice que los esfuerzos valen la pena, sin embargo, la situación durante los últimos años es más preocupante.
“Aquí en El Bluff no hay trabajo, la pesca está baja. Si ve bien aquí casi la mayoría de la gente trabaja aquí. Pero está malo nadie compra, solo cuando hay proyecto nos ayudamos, ahorita no hay nada”, refiere.
Agrega que la falta de empleo empuja a los hombres al rubro “cuando no hay nada por lo menos 5 o 10 mujeres siempre aquí están, no solo mujeres también varones, las mujeres que tienen esposos aquí vienen”.
“En estos tiempos el marisco no está bueno en el mar, así es que los hombres vienen porque el trabajo es muy duro, hay que sacar bolón de la tierra, los varones vienen, los muchachos cuando salen de clase vienen a ayudar a las madres así trabajan aquí”, relata Ramírez, mientras recordaba que ella no tuvo escolaridad, “los tiempos eran otros, teníamos que ayudar en la casa”.
El trabajo de estas mujeres es poco remunerado, un balde de piedrín lo venden en 20 córdobas. En la semana logran ganar 900 córdobas, aproximadamente 25 dólares estadounidenses.
“El pueblo a veces compra, pero barato, nosotros vendemos dependiendo el tamaño, 50 baldes cuesta 900 pesos (córdobas), y para hacerlo chiquito dilatamos como una semana porque es difícil, qué vas a quebrar 50 baldes en un día, a veces lo hago sola a veces mis compañeras me ayuda”, relata.
Marina Allen, dice que en momentos tiene que buscar otra manera de obtener recursos para llevar el sustento a su hogar.
“Cuando no vienen a comprar sale como chambita para lavar ropa 50 por docena así yo lavo, este piedrín está duro esto es un hombre el que lo debería de quebrar, pero nosotros por necesidad las mujeres lo hacemos, para luchar, a veces necesitamos pala, mazo para quebrar, necesitamos plástico, mira mi casa (champa) aunque sea hoja voy a poner para tapar”, subraya.
El Caribe es una de las zonas de menor inversión a pesar de ser una de las de mayor potencial de desarrollo por su enorme riqueza cultural y natural.
Las mayores inversiones públicas que se han hecho en la Costa Caribe de Nicaragua están relacionadas a la construcción de las carreteras.
Un informe publicado por el Instituto de Estudios Estratégicos y Políticas Públicas (Ieepp), organización cancelada por el gobierno en 2018, analizó la inversión del Estado en el Caribe entre los años 2012 y 2016 indicó que se invirtió en carreteras C$8,748.7 millones.
Sin embargo, nada destinado a la formación, generación de capacidades y fuentes de empleo, para lo cual también recomendaron mayor involucramiento por parte del sector privado, indicaba el informe.
De acuerdo con la Encuesta de Hogares para Medir la Pobreza en Nicaragua de la Fundación Internacional para el Desafío Económico Global (FIDEG), la Costa Caribe es la zona más empobrecida de Nicaragua.
Los resultados del estudio demostraron en 2019 que la pobreza general afecta al 58.7% de la población caribeña, y la pobreza extrema afecta al 18.7%. Las cifras que revelaron la profundidad de la pobreza en comparación a otras regiones de Nicaragua.
El 63.8% de los hogares d tienen una o dos necesidades básicas insatisfechas, según la FIDED.
La encuesta reveló que el 84.5% de las personas ocupadas en esta zona trabajan en el sector informal. Son las menos asalariadas y su trabajo es poco o nulo en temas de remuneración.
El Bluff alberga a más de 5 mil habitantes, la mayoría en condiciones de pobreza/ Foto: IP Nicaragua
El único centro de salud local no cuenta con las condiciones necesarias para la atención en El Bluff/ Foto: IP Nicaragua
La defensora de derechos humanos Jennifer Brown, quien lleva más de 10 años acompañando a mujeres indígenas, afrodescendientes y mestizas de la Costa Caribe de Nicaragua, señala que el Estado debería garantizarles a estas mujeres condiciones óptimas de vida y desarrollo.
“Es lamentable decir que también el Estado como garante de derechos humanos de los nicaragüenses, pero especialmente también de las mujeres, deberían ofrecer condiciones, planes o programas que permitan apoyar a estas mujeres, porque es la única opción laboral que hay en el puerto El Bluff”, refiere la defensora de derechos humanos.
Para Brown, el Estado debería apostar a que las mujeres que se dedican a picar piedra desarrollen habilidades que mejores sus ingresos y darles mejores comodidades.
“Prepararlas a que ellas puedan generar un mejor ingreso, pero bajo una mejor condición. Estas mujeres también tengo entendido viven en viviendas no muy cómodas, entonces cómo este trabajo arduo que ellas hacen trae un beneficio social, porque es un beneficio social, mucha gente, muchas empresas, muchas ferreterías se lucran de la labor que ellas hacen a diario, entonces cómo puede el Estado contribuir a mejorar esas condiciones de vida laborales también”, subraya Brown.
La defensora de derechos humanos señala que hay varios factores por los cuales estas mujeres se encuentran desprotegidas, “poca atención, falta de voluntad política, el olvido”.
“Para estas mujeres indígenas, porque la mayoría son mujeres indígenas, mujeres mestizas de El Bluff, o sea qué condiciones el Estado les puede garantizar, una mejor opción laboral, si esa condición no puede mejorar qué otra opción laboral podrían ofrecer ellos a esas mujeres, para vivir una vida más digna, más justa, más equitativa, una vida en la cual ellos puedan gozar de sus derechos, porque trabajar bajo estas condiciones precarias es una manera de violar tus derechos como individuo, tus derechos como mujeres, entonces el tema de derechos humanos es tan amplio que se enfoca en la condición del trabajo que estas mujeres tienen como única opción”, señaló.
En temas del cuido a la salud las Picapiedra no cuentan con un seguro médico, es decir “si estas mujeres se accidentan por este trabajo, que es un trabajo pesado, no tienen un seguro, entonces que va a pasar con estas mujeres accidentadas, hasta ahí va a quedar su trabajo, que va a pasar con la salud de ella y su familia, que beneficio tienen”, se pregunta.
Las Picapiedra no tienen tiempo ni para cuidarse, no hay espacio para velar por su salud, el trabajo, llevar un pan a la mesa es su prioridad.
Mientras el abandono del Caribe sigue su curso histórico, las mujeres agotadas de esta comunidad ya no tienen tiempo para pensar en el mañana, deben producir ahora y concentrarse en su monótona tarea de martillar bolón y piedra fina