Redacción / IP Nicaragua
Becky McCray Urbina es nativa de Rama Cay, una comunidad ancestral ubicada en la bahía de Bluefields en la Región Autónoma de la Costa Caribe Sur. Abogada de profesión y lideresa natural de la zona que defiende derechos de las mujeres, el medio ambiente, derechos territoriales y propiedad comunal. También es una férrea defensora de las tradiciones de su pueblo.
«No conocemos en otros países del mundo que hayan indígenas rama, solo en Nicaragua», dice McCray con su voz pausada y orgullosa de sus raíces.
«Rama Cay es una isla pequeñita, sin embargo, es donde se alberga la gran mayoría de pueblo indígena rama y es la capital del territorio indígena rama creole, son seis comunidades rama, pero Rama Cay es una de las más antiguas», cuenta McCray Urbina.
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En entrevista con IP Nicaragua, McCray Urbina reconoce que gran parte de su vida transcurrió entre ir y venir de la isla a Bluefields. Rama Cay es una comunidad indígena que está ubicada a 15 kilómetros de Bluefields y se deben transportar en pequeñas pangas.
Su padre es el pastor Cleveland McCray y su madre Ana Urbina, quienes procrearon 12 hijos, cinco mujeres y siete varones.
Nació meses antes del triunfo de la Revolución Sandinista en 1979 y debido a sus problemas de salud, su madre viajaba constantemente a Bluefields. «Nací en ese proceso de conflicto armado de la revolución», señala.
Las dificultades de la guerra en los ochenta
Como sus padres son líderes religiosos de la Iglesia Morava, tuvo la oportunidad de estudiar en el Colegio Moravo de Bluefields y los fines de semana, viajaba a su natal Rama Cay.
«Mi papá con todas las dificultades y la situación de la guerra tuvo que migrar a Bluefields con nosotros, buscaba refugio», señala.
En el contexto de la guerra, debido al apego que siempre tuvo con su padre, siendo aún una niña visitaba otras comunidades donde comenzó a conocer el trabajo que como líder religioso realizaba en apoyo a los pobladores.
«Yo era muy curiosa y me iba dando cuenta que él ayudaba bastante a la gente y en esos tiempos pasábamos tiempos bien difíciles y riesgosos, porque la gente a él lo buscaba para que él apoyará a traer de vuelta a jóvenes indígenas ramas que se lo llevaban a la fuerza al monte, sin su voluntad», dice McCreay Urbina.
En su memoria todavía vive el recuerdo de cuando su padre en dos ocasiones se trasladó a las montañas a «buscar a los jóvenes y a dialogar con los líderes de la contra para poder liberar a algunos».
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En una ocasión a su padre lo llegaron a sacar de la casa. Eran personas vestidas de uniforme «camuflado con armas».
«Yo siempre corría a ver lo que pasaba, quizá yo era pequeña y no entendía lo peligroso que era en en ese momento. Ahora que recuerdo y conozco la historia, soy una mujer y estudié derecho, voy entendiendo que mi infancia fue bien difícil, aunque inocentemente sentí que viví feliz», dice McCray Urbina.
Estudió a punta de sacrificio
En aquellos tiempos de Rama Cay a Bluefields se transportaban en pequeños cayucos y aprovechaban el viento para hacer la travesía. Los lunes, muy temprano salía y regresaban a la isla los viernes.
«La gente piensa que cuando uno tiene la oportunidad de estudiar en Bluefields y eso no es así. Mi papá y mi mamá se sacrificaron bastante, lo único que la iglesia Morava nos pagaba los aranceles» señala McCray Urbina.
Para mantenerse, McCray Urbina también «vendió en las calles de Bluefields». «Mi mamá me compraba una cajita de galletas y ella me mandaba a la calle a vender para ayudar a mi mamá», recuerda.
Cuando Becky cursaba tercer año de la secundaria la familia enfrentó problemas económicos y tuvieron que volver a la isla de Rama Cay.
«Yo lloré porque yo quería seguir estudiante. Hubo un momento que me tuve que salir del colegio y me sentí mal, y dije si mis padres no pueden voy a tener que hacerlo sola y así fue», recuerda McCray Urbina.
Aún no terminaba su secundaria cuando tuvo su primer hijo y la noticia no agradó a su familia. «Mi papá, aunque con el dolor de su alma así me lo dijo: quisiste ser madre, un hijo necesita dedicación. Los que buscan hijos se quedan en la casa a cuidar a sus hijos».
Según Becky eso era algo que «no le decían a los varones». «No sé de dónde saqué tantas fuerzas y le dije a mi papá que estaba equivocado. Un hijo no va a hacer que no cumpla mi sueño y yo lloré», recuerda McCray Urbina.
Con ayuda de su madre durante la semana vendía pan y los sábados salía a Bluefields para terminar sus estudios.
«Encontré personas buenas que me ayudaban, amigas que me compraban hasta los folletos y me daban comida. Así terminé mi secundaria», dice McCray Urbina.
Su opción de estudiar Derecho
Su bachillerato coincidió con una serie de consultas que en el país estaban haciéndose para aprobar la Ley número 445, Ley de régimen de propiedad comunal de los pueblos indígenas y comunidades étnicas.
La ley tenía como objetivo regular el régimen de la propiedad comunal de las tierras de las comunidades indígenas y étnicas de la Costa Atlántica y las cuencas de los ríos Coco, Bocay, Indio y Maíz.
«Yo miraba a mi papá movilizándose bastante con la gente (…) Yo preguntaba a mi papá qué estaba pasando y me dijo que estaban tratando de que el gobierno aprobara una ley para los pueblos indígenas, hay tantas luchas para conseguir nuestros títulos de tierras comunales», recuerda McCray Urbina.
En ese proceso conoció a una abogada que le explicó la situación y al leer la iniciativa de la ley entendió que quería ser una profesional del Derecho, pese a que sus padres querían verle convertida en una enfermera. «Yo quiero ser abogada, yo debo ser algo por mi pueblo», dijo.
Otra vez su papá le dijo que no estaba de acuerdo y citó una frase: «Los que estudian derecho o los que quieren ser abogados no van a llegar al cielo. Por eso no quiero que estudies derechos, porque los abogados son mentirosos, son corruptos y ladrones», le dijo su padre.
«Era un concepto que tenían en mi comunidad (…) Cuando fui a la universidad para matricularme, me acuerdo que me senté en el piso de la universidad para pensarlo y cuando me preguntaron qué vas a estudiar me quedé como bloqueada y de la boca se me salió derecho», cuenta McCray Urbina.
McCray Urbina se graduó como abogada en la universidad Bluefields Indian & Caribbean University (BICU).
Becky es ahora madre de dos varones de 20 y 18 años de edad. El mayor, estudia también una licenciatura en derecho, siguiendo sus pasos en defensa de la población indígena Rama Cay.
Eliminar barreras de género
Durante el proceso de demarcación de las tierras con base a la Ley 445, y estando ya estudiando la carrera de Derecho, McCray Urbina habló con algunas autoridades para que se incluyera a algunos indígenas jóvenes en el proceso, pero le tocó batallar.
«Los resultados fueron bueno, aunque como mujer tuve bastante obstáculos incluso porque yo tenía que competir con solo varones, eran solo cinco espacio para acompañar a las autoridades y mayormente son hombres», manifestó.