Diversas situaciones, entre ellas, la represión generada durante la guerra de los años ochenta, han provocado la emigración de enteros poblados indígenas de la Costa Caribe, tanto a lo interno como a lo externo del país, donde tampoco están seguros.
La incursión del narcotráfico, la actual invasión masiva en las tierras de las comunidades indígenas por parte de colonos armados y la falta de empleo, también contribuyen a esa migración.
La migración no solo significa un desarraigo de la familia y la comunidad, sino también un cambio que puede afectar las costumbres, tradiciones y hasta la forma de ver la vida, opinan especialistas.
Luder Dixon Ruíz McRae, quien es enfermero y uno de los pocos miembros de la etnia rama que habla su lengua materna, el rama.
Salió de su natal Isla de Rama Kay, en el Caribe nicaragüense, cuando tenía 10 años. Sus padres se trasladaron a la ciudad de Bluefields para darle un mejor futuro a él y a sus tres hermanos y dos hermanas.
Ahí se bachilleró y estudió enfermería en la universidad Bluefields Indian & Caribbean University (BICU).
Ruíz McRae no comprende por qué en la isla Rama Kay se quiere cambiar las costumbres y tradiciones de sus ancestros, lo que se está viendo hasta en la construcción de viviendas.
Según la tradición, los Rama hacen sus casas de tambo de madera y escaleras anchas en la puerta, con techos de palma, levantadas en zancos para que los animales no entren en ellas.
Pero, el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo, llegó con un plan de construcción de viviendas y sin respetar la cultura de esta etnia, levantaron 120 casas prefabricadas con paredes de fibrocemento y techo de zinc.
Las construyeron sobre estructura metálica y las instalaron donde antes estaban sus tradicionales casas de tabla y tambo, las que fueron botadas en aras del “progreso” que resultó ser un duro golpe a la cultura indígena.
Carlos Tünnermann Bernheim, exministro de Educación de Nicaragua, explicó que con acciones como estas “se afecta la cultura de estos pueblos autóctonos, se afecta su identidad”.
La defensora Vilma Núñez, del Centro Nicaragüense de los Derechos Humanos (Cenidh), explicó que “los pueblos indígenas libran una lucha por la sobrevivencia de su cultura”, la que es puesta en riesgo.
La presidenta del Cenidh enfatizó que acciones como las descritas anteriormente provocan un “desplazamiento forzado”.
“Lo que pasa es que ahí se está dando un problema de desnacionalización, mucha gente está siendo desarraigada», manifestó Núñez.
La defensora de derechos humanos señaló que en las regiones autónomas se vive un «permanente desplazamiento forzado».
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«Por todas las circunstancias que ahí ocurren, en las cuales se incluye la agresión a sus derechos culturales, a su religión y a sus costumbres. Por todos los riesgos ellos se ven obligados a salir de sus territorios, entonces hay un desarraigo, y prácticamente se produce un desplazamiento forzado”, señaló Núñez. .
Lottie Cunningham, presidenta del Centro por la Justicia y Derechos Humanos de la Costa Atlántica de Nicaragua, Cejudhcan, agregó que en las comunidades indígenas “lo que se ha dado un proceso de aculturación de la gente».
«Es porque los pocos indígenas que quedaron (tras el desplazamiento forzado por la invasión de tierras) se volvieron trabajadores de la gente que los invadió, y hoy son productores en el lado de Sasha, Sumobila», dijo Cunningham.
La presidenta de Cejudhcan, organización que en marzo de este año perdió su personería jurídica, afirmó que otro problema es que «muchos jóvenes hablan mucho el español» y no su lengua materna.
«Incluso la comida está cambiando, porque no es la misma que hacemos nosotros. Hay más productos derivados del maíz, y esto no significa que nosotros no sembramos maíz, sembramos, pero muy poco. Lo que se siembra en cantidades es el bastimento de la cultura nuestra que es el banano, el plátano, la yuca y el quequisque”, explicó Cunningham.
Cuando Bayardo tenía doce años, llegó a la Costa Caribe Sur proveniente de Waspam de Río Coco.
De inmediato se encontró con el menosprecio por ser de raíces indígenas, una situación con lo que convivió entre su niñez y adolescencia.
Cuando ya fue un adulto se dio cuenta que la discriminación era apenas uno de los tantos problemas de los pueblos indígenas, que llevan décadas sufriendo el drama de la colonización.
El constante riesgo de desaparecer y al que es sometida su cultura más la continua violación a sus derechos humanos son otros problemas que enfrentan.
«La situación de la violencia contra las comunidades indígenas es preocupante. Hay mucha violencia que deriva de los problemas territoriales”, dijo Bayardo.
“Nosotros sabemos que el Estado, a través de Conadeti (Comisión Nacional de Demarcación y Titulación del Territorio Indígena) ha hecho un proceso a nivel regional de demarcación y titulación de los territorios indígenas. Pero hay un problema, y es que el proceso no terminó su última fase, que era el saneamiento de los territorios de los pueblos indígenas, es como si nos hubieran abandonado en el camino, dejándonos a nuestra propia suerte”, explicó Bayardo.
La presidenta del Cendih Núñez recordó que la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), condenó al Estado de Nicaragua y ordenó a que hiciera una demarcación territorial, que dijera exactamente cuáles tierras son propiedades de las comunidades indígenas y no se pueden tocar.
El Gobierno de Nicaragua, presionado por la lucha permanente que mantienen los indígenas, la gente que los acompaña y la sentencia, se vio obligado a dictar la Ley 445, que establecía la demarcación de las tierras que eran de los indígenas.
“Demarcaron comunidad por comunidad, pero este proceso se interrumpió y aún no ha terminado”, dijo Núñez.
A esa situación, se suman otros dos problemas como la colonización.
“Los colonos han invadido los territorios indígenas. Las tierras están secuestradas por los colonos de Chontales, Matagalpa y Managua. Centro y Pacífico del país vinieron a tomarse mil manzanas y hasta dos mil manzanas de tierra», dijo Bayardo.
Y agregó: «Nosotros no tenemos a dónde sembrar una mata de banano o dónde sembrar frijoles. Nosotros no podemos aplicar a programas de desarrollo porque no hay tierras. Es decir, tierra abunda, pero no nos la han asignado, porque el Estado ha confiscado tierra”.
El asunto es tan dramático, que, según Núñez, “estos colonos, para apropiarse de esas tierras, agreden, queman casas, hacen barbaridades, matan a los indígenas, es en ese contexto en el que se han dado, desde hace varios años, una serie de asesinatos a personas indígenas, específicamente los mayagnas, que han sido agredidos en dos o tres circunstancias con el resultado de varias personas muertas”.
El otro problema es la corrupción en el manejo de las tierras. Por ejemplo, según detalla Bayardo, “hay líderes territoriales anteriores que se han involucrado en las ventas de tierras. Luego, cuando llegaron nuevos líderes a los cargos, tuvieron problemas con la protección del territorio, porque salieron personas con documentos, alegando que otros líderes habían negociado con ellos las tierras”.
Sobre el tema, la doctora Vilma Núñez asegura que “hay un proceso de corrupción, en el que están involucrados, desde hace bastante tiempo, tanto el Ejército como el actual Gobierno, por el tráfico de madera preciosa en ese lugar”.
Por su parte, Cunningham plantea “que el Estado de Nicaragua ha jugado un papel activo en alentar la colonización de las tierras indígenas mediante permisos a corporaciones mineras, intervención de la industria forestal y la ganadería, invasión que está destruyendo los bosques, la raíces ecológicas de nuestra cultura, y hasta su identidad cultural, su bienestar económico y su autonomía política, esto es un etnocidio, que significa la destrucción de esa identidad cultural, porque la forma en que nosotros usamos y ocupamos nuestras tierras es totalmente diferente que la de la propiedad privada”.
Asimismo, asimismo expresa el drama que viven las mujeres en medio de la invasión de sus tierras: “Las mujeres son las que te cuentan el testimonio de no poder darles los tres tiempos de comida a sus hijos, aquellas madres solteras con 8 y 10 hijos y que te dicen cómo están enfrentando el hambre, cómo están enfrentando las enfermedades por este desplazamiento de sus tierras. Aseguran que tienen temor, porque ellas son secuestradas y violadas por estos colonos, por lo que sienten temor de ir a buscar sus alimentos. Es por eso que cerca de sus casas han hecho algunos cerquitos pequeños a los que no están acostumbradas, y siembran en tierras que no son muy buenas, son tierras muy ácidas; porque las tierras buenas las ocupan los ganaderos y los que tienen que ver con las extracciones de resina de árboles, el monocultivo, como el cacao y la palma africana. Dado esto, es evidente que las comunidades indígenas están sin tener cómo producir su alimento y sin tener otra forma de sobrevivir”.
Al líder indígena mayagna, de la comunidad de Alal, Byron Bucardo, lo que más le preocupa es la situación de incertidumbre en que viven las comunidades indígenas de Caribe Norte, a causa la invasión de sus tierras por parte de colonos llegados de varios departamentos del pacífico dispuestos a apropiarse de las mejores propiedades de los nativos.
“No sabemos cuándo se va a solucionar este problema con los colonos, con la venta ilegal de nuestras tierras. Cuando atacan a las comunidades siempre hay impunidad, no hay justicia para nosotros. En siete meses (de 2020) ya llevamos 12 muertos de los hermanos mayagnas, en diferentes territorios. Sobre eso ninguna autoridad se ha pronunciado. No sé si es el odio. Ni el Estado ni las autoridades territoriales se preocupan, siempre estos casos de violencia quedan en la impunidad. Si uno muere, muere y ya, listo. Si mueren 15 personas, son 15 personas muertas que quedan en la impunidad, así es este asunto”, se lamenta el líder indígena.
Asimismo, según refiere Bayardo, todos estos problemas son el resultado de que no existe seguridad jurídica de los pueblos indígenas: “Son situaciones que hacen ver que los pueblos indígenas no tienen seguridad, no hay una institución que vele por la seguridad de los territorios de los pueblos indígenas. Por eso nosotros, como comunidad y pueblo indígena, siempre hemos demandado al Estado que garantice la seguridad jurídica de los pueblos indígenas”.
Para Núñez, todo esto deja en evidencia que en la Costa Caribe “hay una sistemática violación de derechos humanos, que abarca violaciones al derecho a la vida, al derecho a la propiedad y a la seguridad; además de violaciones sistemáticas a los derechos económicos, sociales y culturales de los pueblos indígenas. El Gobierno ha estado ausente, prácticamente no les da ninguna atención. Las condiciones de vida que ellos tienen son completamente violatorias de sus derechos humanos. Se violan los derechos civiles y políticos. Es una de las zonas más graves del país”.
En el inciso 7 del capítulo III de la ley 28 “Estatuto de Autonomía de las Regiones de la Costa Caribe de Nicaragua”, se establece el derecho de sus habitantes a elegir y ser elegidos autoridades propias de las regiones autónomas.
De igual forma, la ley 445 de régimen de propiedad comunal de los pueblos indígenas y comunidades étnicas de las regiones autónomas de la Costa Atlántica de Nicaragua y de los ríos Bocay, Coco, Indio y Maíz, garantiza a las comunidades étnicas, “el pleno reconocimiento de los derechos de propiedad comunal, uso, administración, manejo de las tierras tradicionales y sus recursos naturales, mediante demarcación y titulación de las mismas”.
Sin embargo, en la práctica esta ley no se respeta porque las mismas autoridades municipales y regionales desconocen la autoridad de los gobiernos territoriales indígenas y promueven la invasión de las tierras ancestrales mediante grupos de colonos armados, los que ya han provocado muertos entre los nativos.
“Nosotros tenemos una herramienta que es la Ley de Autonomía, la Ley 445. La tenemos, pero nos hace falta apoderarnos de ella. Las autoridades regionales deben asumir su rol de liderazgo, pero el problema es que en este tiempo todo está politizado. Tan así que las autoridades regionales no están tomando decisiones por sí mismas, sino que todo tiene que decidirse desde Managua. Todo está centralizado. No tenemos una autonomía plena”, expresa.
Otro aspecto en el que se les violenta su derecho de autonomía, de acuerdo con las declaraciones de Bayardo, es en la escogencia de sus líderes.
“Como pueblo indígena tenemos nuestra propia representación, pero son como autoridades tradicionales nada más. No estamos certificados, porque según la ley ya existe un gobierno comunal. Pero eso nos violenta nuestro sagrado derecho como pueblos indígenas, que tradicionalmente nosotros hemos venido escogiendo a nuestras autoridades, porque según la ley nosotros elegimos quién y cómo nos representa. Por ahora estamos trabajando en fortalecer nuestro movimiento indígena, para que las comunidades indígenas tengan a dónde recurrir”, señala Bayardo, quien es uno de los líderes de dicho movimiento.
“Nuestra demanda es que el Estado nos reconozca a nosotros como un pueblo sujeto a los derechos de desarrollo económico, educación e identidad cultural”, manifiesta Bayardo, como alzando la voz por todos aquellos a los que se les ha ignorado por razones como su origen, sus lenguas y sus costumbres.
El principal problema que tienen las comunidades indígenas es su lucha por que se respete su autonomía, sus territorios y sus derechos.
Es que “en Nicaragua, el Estado, en lugar de ser el primer garante de los derechos de los pueblos indígenas, es el principal violador”, manifiesta la doctora Vilma Núñez, quien a su vez considera que “si se logra derrocar a este Gobierno y transformar a Nicaragua en un Estado que vele por su pueblo, quienes lleguen a ser autoridades deberán estar consciente que las comunidades indígenas son uno de los sectores a los que debe prestársele mayor atención”.
“Pese a todo, nosotros seguiremos luchando por nuestros derechos”, dice Bayardo, quien, desde pequeño, así como todos los indígenas de la Costa Caribe, ha sabido de luchas y luchas por la defensa de sus derechos.
Jeymi Eloisa Ellis Sambola es una mujer orgullosa de sus raíces indígenas. Pertenece a la etnia garífuna, de la desembocadura del Río Orinoco, y hace 10 años el desempleo la obligó a emigrar de la ciudad de Bluefields al pacífico.
En aquella ciudad, Jeymi trabajó como periodista en diferentes medios radiales locales. En Managua, su nuevo hogar, trabaja en la radio de la Universidad Centroamericana (UCA), donde tiene un programa de música caribeña de 3 a 4 de la tarde de lunes a viernes.
“La mayoría de las personas que se vienen al pacífico es para buscar un mejor futuro, y cuando se abrieron todos los call center aquí en Managua, eso fue un beneficio para la gente de habla inglesa. Como nuestro idioma es criol, algo casi como el inglés americano, muchos jóvenes del Caribe Sur emigraron hacia el pacífico, para obtener un empleo de esa forma”, opina Jeymi.
Ellis Sambola comenta que en las comunidades indígenas del Caribe las oportunidades no son iguales para todos, y que las mujeres no tienen acceso al trabajo. Lo tienen más los hombres que se dedican a la pesca artesanal. Las mujeres, cuando terminan su educación secundaria y llegan a la universidad, si tienen posibilidad de viajar, se vienen al pacífico en busca de un trabajo para tener un futuro mejor.
Jeymi está clara de que con el tiempo se han perdido tradiciones propias de la cultura indígena, otras se han transformado y hasta existen idiomas nativos desaparecidos, además de otros que están en peligro de extinción.
Una de esas tradiciones amenazadas es el baile del palo de mayo, propio de la ciudad de Bluefields. “Antes eran solo mujeres las que bailaban el Palo de Mayo y tenían su ritmo, no como el Palo de Mayo de ahora, que los jóvenes lo han vuelto toda una vulgaridad. Creo que eso tenemos que rescatar a través de las profesoras que están impartiendo clases allá en el Caribe Sur. También las lenguas maternas de los grupos étnicos se tratan de conservar, entre ellas la lengua Ulwa, misquita, garífuna y rama”.
Para mantener viva su cultura, Jeymi Eloisa manifiesta sus raíces indígenas por donde sea que va. “Yo estando aquí en el pacífico me visto como soy, siempre ando con mis bufandas en la cabeza y con mis cotonas, siempre expreso mi cultura con mi forma de vestir. Una mujer negra tiene su historia. En mi casa, hablo con mis hijos en nuestra lengua, si viene un español, como le decimos a los mestizos, hablamos en español. Además, cuando me comunico con mi familia a través de video llamadas, siempre hablamos en nuestra lengua”, cuanta esta mujer orgullosa de sus raíces indígenas.
Con colaboración de Kalua Salazar de Radio La Costenísima.
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