Comunidades de Río Coco Abajo viven en permanente “estado de calamidad”

La pobreza incrementó a niveles dramáticos, afirma sacerdote católico

 

Redacción/ IP Nicaragua

Con el paso del huracán Iota, la eterna pobreza que padecen las comunidades misquitas de Río Coco Abajo incrementó a niveles tan dramáticos que se compara con un “estado de calamidad”, afirmó el sacerdote Rodolfo French, párroco de la parroquia de San Rafael Arcángel del municipio de Waspam.

Iota fue el segundo desastre natural, después de Eta, que afectó en noviembre de 2020 el Caribe Norte de Nicaragua. Debido al paso de ambos ciclones, las aguas en Río Coco Abajo todavía no bajan a su nivel original, lo que provocó una crisis humanitaria sin precedentes en la zona, dijo Frech.

El párroco recorrió la zona y entregó ayuda alimentaria a familias de las comunidades misquitas más afectadas por el fenómeno climático.

En esta gira, el sacerdote visitó las comunidades de Kiwastara, Auyapura, Rayapura, San Andrés, Klampa, Sawa, Living Creek, Boom, Plankira, Utlamaska, Kisalaya y Cabo Gracias a Dios, ubicadas en el margen nicaragüense del río.

También acudió a las comunidades indígenas de Honduras como Rancho Grande y Wankabala.

“Acudieron a nuestra ayuda y no los hemos dejado solos”, expresó el religioso.

Emergencia se mantiene

El sacerdote afirma que regresó impresionado por la pobreza que se vive en las comunidades ribereñas.

“El nivel de pobreza allí es altísimo, describir la pobreza es difícil en todo sentido, no es hablar solo de la situación que están viviendo ahorita, sino que es la situación que ha estado siempre así, personas que mueren con piquetes de culebra, que no llegan al hospital, mujeres que tienen preclamsia, muchos de ellos van hasta Puerto Lempira, dando la vuelta, solo viéndolo personalmente pueden darse realmente la idea de la situación de pobreza que menciono, yo digo que es un estado de calamidad lo que se padece allí”, mencionó.

El sacerdote Rodolfo French con comunitarios de esa zona. Foto: Cortesía / IP Nicaragua

A casi un mes del paso del último huracán, esta zona del país todavía se encuentra en emergencia, atendiendo a las comunidades que fueron evacuadas, debido a que lo perdieron todo, dijo Frech.

“A nivel de parroquia, estamos asumiendo dar alimento a la gente, estamos brindando comida; lo normal de la comida básica, arroz, frijoles, aceite, azúcar, café, cosas así, básicas”, dijo el sacerdote que tiene descendencia misquita.

Según datos oficiales, más de 83 mil familias de Nicaragua estuvieron en riesgo por Iota, un huracán de categoría 4 que impactó el territorio el pasado 17 de noviembre.

Debido a la situación que enfrentan las familias en esta zona históricamente olvidada, la parroquia que dirige el padre Frech prepara un segundo plan de ayuda.

“Estamos pensando en una segunda etapa, que es apoyarles, no en un cien por ciento, pero sí con granos básicos para la siembra, porque ellos han dicho que la ayuda se va a terminar y van a quedar a la intemperie, sin tener semillas para sembrar y ya quieren preparar las tierras para la siembra de apante de frijoles”, manifestó el sacerdote católico.

El sacerdote recordó que la iglesia siempre está del lado de los más necesitados.

Particularmente, el padre French agradeció la ayuda que su parroquia ha recibido por parte de personas de todo el país, sobre todo de amistades que están en Managua, que por 25 años han estado muy cercanas a él y su labor pastoral, así como otros colaboradores que están en la ciudad de Miami.

La ayuda que la iglesia entrega a las familias consiste en alimentos. Foto: Cortesía / IP Nicaragua

¿Qué necesitan?

Aunque las necesidades son muchas, el párroco dijo que la prioridad por el momento son machetes, limas y botas para trabajar, así como frijoles para sembrar, pues a pesar que ya recibió 100 quintales donados por amistades, se necesita más para cubrir la demanda.

La crecida del río afectó todos los plantíos de arroz, plátanos, yuca y todo lo que habían sembrado a la orilla, por lo tanto, las pérdidas fueron totales.

Cuando el padre French cuenta que ya todos los refugiados dejaron los albergues y regresaron a sus lugares de origen, recuerda que se le hace un nudo en la garganta de solo pensar en la situación que padece esa pobre gente.

“La situación es desesperante, triste, la gente se ha metido a la orilla de los ríos a tirar esos mosquiteros finos que tenían en los albergues y con eso han sacado sardinas y han hecho su comida, y vi un bote que se metió dentro del monte cubierto de agua para buscar alguna frutita madura o sazona para comer, yo también me comí dos “felipista” maduras que recogieron ellos. La “felipita” es un derivado del plátano que le llaman “cuadrado”, que los indígenas usan mucho cuando está sazón para hacer tajadas fritas”, comentó.

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