Orlando Valenzuela / IP Nicaragua
La Reserva de Biósfera de Bosawás, ubicada en el noreste de Nicaragua, entró a un proceso paulatino de destrucción, que en los últimos 13 años se ha acelerado a tal punto, que la tiene en la antesala de cuidados intensivos, coinciden ecologistas y expertos en el tema.
Con el nuevo coronavirus, que está dejando una estela de muerte en todo el mundo, se ha desviado la atención de esta otra pandemia brutal y silenciosa, que viene destrozando el pulmón que libera oxígeno a Nicaragua y a todo el planeta.
Bosawás es la mayor reserva forestal de Centroamérica, con un área de 19,926 kilómetros cuadrados, casi la superficie total de la República de El Salvador (21,041 kilómetro cuadrados).
Esta reserva de Biosfera, declarada como tal por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en 1997, junto a otras 525 reservas ubicadas en diferentes partes del mundo, constituyen los principales pulmones del planeta.
La importancia de Bosawás no radica solo en el aporte de oxígeno a todo el mundo, sino también, porque allí viven y conviven con la naturaleza miles de indígenas de varias etnias como miskitos, mayangna, ulwa, garífuna, creole y ramas, entre otros, que por miles de años han vivido y conservado estas tierras.
Los bosques de Bosawás no solo son importantes para estos pueblos, sino que también son significativas para regular el clima y producir suministros de agua para todo el país y la región centroamericana.
En sus 2.2 millones de hectáreas de bosques, ya disminuidos por la mafia maderera que diario extrae cientos de árboles, con la complicidad de las autoridades, la invasión de los territorios indígenas, por grupos de mestizos armados apoyados por la policía y las alcaldías sandinistas, así como el tráfico de tierras para desarrollar ganadería intensiva dentro de la reserva.
Bosawás es como un inmenso laboratorio natural que alberga unas 200,000 especies de insectos, 370 especies de plantas, 215 de aves, 85 de mamíferos, 15 de serpientes y 11 de peces en sus ríos.
Además, aquí todavía existen mamíferos como lapas rojas, tapir (danto) y monos araña que están en peligro de extinción.
Según un informe del Ministerio del Ambiente y los Recursos Naturales (Marena), hasta el año 2000, la reserva de Bosawás había perdido más del 15% de su territorio para convertirlo en área de uso agrícola, y en la actualidad esa área de bosque deforestada llega casi al 31% de su territorio.
Estos datos confirman los estudios realizados por la Universidad de Maryland, Estados Unidos, que a través de sistema satelital muestra que en menos de 20 años, del 2001 al 2018, Nicaragua perdió 1.5 millones de hectáreas de sus bosques, que incluyen parte de las áreas protegidas de Bosawás.
Los incendios forestales, son uno de los problemas que enfrenta esta inmensa reserva forestal, principalmente por la acción de colonos llegados del pacífico que pegan fuego al bosque para «limpiar» extensas áreas, para luego venderlas a ganaderos o ellos mismos las utilizan, para meter una cuantas vacas o para sembrar granos básicos.
Cuando Daniel Ortega asumió el poder, la vida en las comunidades indígenas en la reserva de Bosawás se ha tornado insegura y violenta por la presencia de grupos de colonos armados, que actúan apoyados por las autoridades municipales de las regiones autónomas del Atlántico Norte y Sur, la policía y hasta las instituciones encargadas de velar por el cuido de los recurso naturales, según lo han denunciado líderes comunitarios.
Los inmensos recursos naturales de las tierras de las comunidades indígenas, no solo ha despertado la codicia la mafia maderera, ganaderos y traficantes de tierras, sino que también de funcionarios políticos locales y hasta del gobierno central que ven una oportunidad de enriquecimiento a costa de los indígenas, siempre abandonados por todos los gobiernos del Pacífico.
Byron Bucardo, líder indígena mayagna de la comunidad de Alal, la misma que en enero de este año fue atacada por un grupo de colonos armados, en la que fueron asesinados cuatro comunitarios, denunció que uno de los cabecillas sospechosos de participar en aquella masacre, Lesther Acosta, quien estuvo detenido en Siuna a raíz de los acontecimientos fue dejado en libertad.
Otro colono, de nombre Calixto Alfaro, que los comunitarios detuvieron y entregaron a la policía y ejército, hace un mes, por encontrarlo trabajando en una parcela dentro de la reserva, también fue dejado en libertad, acusó.
“Un reverendo me dijo que lo dejaron en libertad (a Calixto Alfaro) porque un concejal del Frente Sandinista pagó 150 mil córdobas al comisionado de la policía y ahora la gente está preocupada, porque según las fuentes, estos cabecillas que dejaron en libertad se están preparando para atacar otra vez a la comunidad indígena de Alal”, denunció Bucardo.
En la comunidad de Alal, habitan unas 450 personas, entre hombres, mujeres, niños y ancianos, que el día del ataque corrieron por sus vidas a refugiarse a la comunidad de Musawás, considerada la capital de la localidad mayagna, pero seis días después regresaron a sus casas y permanecieron resguardados por la policía y el ejército, pero éstos ya se fueron del lugar y dejaron sin protección a los comunitarios.
El líder mayagna también denunció que en estos momentos, en Musawás se encuentran 30 colonos, que un grupo de guardabosques encontró asentándose en una parcela en la zona de Waspuk, unas 10 horas de camino a pie de la capital mayagna.
“El grupo fue llevado a la comunidad, pero ellos dicen que andan documentos que son autorizados por el gobierno territorial indígena, ellos negociaron y ahorita estamos recopilando información para tener más detalles”, advirtió Bucardo.
También alertó sobre el actuar delictivo de varios abogados coludidos con los tomatierras y miembros del partido sandinista de Bonanza, entre ellos el concejal Elvis Luque que participan en el tráfico de tierras comunales.
“Estos abogados están haciendo gran negocio, ellos dan avales de posesión a los colonos, ponen los artículos de la Ley 445, ellos inventan y sacan documentos digitalizados y se los entregan a los colonos, y como ven la firma y el sello, ellos lo creen como verdad, pero es una violación a los derechos humanos y una violación a la ley”, sostuvo el líder indígena
Además de la zozobra en que viven miles de indígenas por las amenazas de despojo de parte de grupos de colonos armados, el daño al bosque es irreversible, porque “lo primero que hacen los invasores es despalar y echar ganado, si alguien les vende 300 manzanas, en una semana ya lo convierten en potrero, es triste lo que aquí pasa, la ley dice que es prohibido vender y despalar el bosque, pero no respetan la ley, lo que pasa es que las mismas autoridades están autorizando las ventas y protegiendo a los traficantes de tierras”, aseguró Bucardo.
El científico Jaime Incer Barquero, creador y promotor del Sistema Nacional de Áreas Protegidas, señaló que el avance de la colonización en Bosawás viene despojando a los indígenas de sus tierras originales.
“Destruyendo sus recursos por la extracción de la madera o el cambio del uso de la tierra, y no he visto de parte de las organizaciones de derechos humanos interesados en la sobrevivencia de estos grupos indígenas, ningún esfuerzo por buscar una solución o buscar un apoyo internacional para que esta gente no se muera de hambre”, dijo Incer Barquero.
En ese sentido –agregó- independientemente de las múltiples denuncias que desde aquí podemos generar sobre esa problemática, lo importante es “llamar la atención a la comunidad mundial, porque este es un problema de derechos humanos y también de derechos indígenas”.
“Es importante para que haya una respuesta internacional a efectos de detener esos abusos, señalar a los culpables y en este momento darles de comer, porque los desplazan de sus áreas que tenían sus cultivos y esta gente no puede cultivar y se está muriendo de hambre, es importante que sea del conocimiento esta problemática para buscarle una solución en esta situación difícil”, dijo el científico.
Añadió, que “se trata de la sobrevivencia de una cultura, de unas personas que han tenido un modelo de vida ligado al bosque y ligado a la naturaleza y si se les destruye ese hábitat, pues simplemente desaparece como cultura y desaparecen como seres humanos, porque entiendo que se están muriendo de hambre y no tienen otros recursos”, lamentó Incer Barquero.
Después de las amenazas de ataque a comunidades miskitas de parte de un grupo de colonos armados en abril de 2019, Lottie Cunningham, presidenta del Centro por la Paz y Derechos Humanos de la Costa Atlántica de Nicaragua, (Cejudhcan), señaló que la invasión ha causado el desplazamiento forzoso de los pobladores de la zona.
“Esta invasión ha causado desplazamiento forzoso y este desplazamiento forzado ha tenido un impacto dramático en la cultura de estas comunidades, porque la gente ha tenido que desplazarse en busca de refugio inmediato contra los ataques y amenazas, que vienen haciendo los colonos, también ha habido desplazamiento táctil interno, dentro de las comunidades con mayor población como también desplazamiento externo en zonas urbanas, como el municipio de Puerto Cabezas y Waspán”, señaló.
Cunningham responsabiliza al Estado que no promueve ninguna acción para detener la invasión de colonos en esta zona.
“Los mismos colonos dicen cómo han venido y cómo ellos después, traen otros y venden a otro y a otro, y por eso nosotros responsabilizamos al Estado, porque ha omitido acciones para detener la invasión de las tierras, ha permitido esta usurpación de tierras, incluso liderados por exmilitares”, señaló.
Ese tipo de acciones el único interés que tienen es la “deforestación” de estas tierras, afirmó.
“Luego de la deforestación han entrado en la explotación de las minerías y la ganadería, así que eso lo conocen muy bien las autoridades del Estado de Nicaragua, sin embargo, han omitido detener la invasión masiva que están sufriendo los comunitarios, enfatizó la defensora de los derechos humanos de la Costa Atlántica.
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