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Homilía completa de Monseñor Rolando Álvarez

La redacción de IP Nicaragua comparte íntegra la homilía del domingo 6 de febrero de Monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa:

De las homilías de Monseñor Rolando Álvarez acerca  de  ‘navegar mar adentro’ y la ‘el diálogo de Pedro con Jesús’ (disertación)

Nos encontramos, amadísimos hermanos y hermanas, ante una de las páginas, creo, más bellas, en detalles. Y, por lo tanto, en una riqueza, extraordinaria de mensajes que el Señor, hoy, nos trasmite.

Y es que el texto del evangelio que hemos escuchado en este quinto domingo del tiempo ordinario nos dice que como la gente se agolpaba entorno a Jesús para oír la palabra de Dios. Y una vez que los pescadores habían desembarcado y estaban lavando sus redes.

El Señor subió a unas de las barcas, la de Simón Pedro y sentado en ella, enseñaba a la multitud, cuando acabó de hablar dijo a Simón: ‘Pedro lleva la barca ‘mar adentro’ y echen sus redes para pescar’. Simón, Pedro, Pedro, replicó. ‘Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada, pero confiado en tu palabra, echaré las redes’.

Monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa / Cortesía

Estas palabras de Simón, Pedro, Pedro, no son, amadísimos hermanos y hermanas, no son palabras vacías. O como podríamos decir nosotros, palabras que se la lleva el viento. No. Estas palabras del apóstol Pedro, son una verdadera profesión de fe en Jesucristo. Son una autentica de profesión de confianza y esperanza en el Señor. ‘Hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada, pero, confiando en tu palabra’. Otras traducciones señalan ‘Porque tú lo dices Señor, echaremos las redes’.

Es una verdadera proclamación de la amistad de estos dos corazones, el de Jesús y el de Simón. En esta profesión de fe, de confianza, de esperanza, de amor, de Simón Pedro hacia Jesús, podemos descubrir como en el corazón de todos los apóstoles va fraguando, se va configurando una relación viva con él Señor.

Monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa / Cortesía

Una relación, como me gusta recordar esas bellísimas palabras de Juan Pablo Segundo, de ‘ojos abiertos y de corazón palpitante’.  Ya el Señor, ya la escuela de Cristo, va marcando el corazón de aquellos hombres, que, aunque cansado por el trabajo de la noche, sin haber rendido frutos, confían en su maestro. De ahí, que, de esta relación de fe, de esperanza, de confianza, de amor, de amistad, de esta relación, en la que el corazón de aquellos hombres, ya se transformando en el corazón de Cristo, nace el ser discípulos. Estos hombres ya han comenzado su camino de su discipulado, van en el caminar y en el andar. Van tras las huellas de Jesús, como el discípulo. Porque ser discípulo es caminar tras las huellas del Señor, es caminar de sus dichos y hechos.

Es dejar que sus pensamientos penetren total y completamente sus sentimientos entren total y completamente nuestros sentimientos. Es dejar que Él nos vaya configurando, es dejar que Él Vaya haciendo su obra en nosotros.

Es como dice el apóstol San Pablo en la segunda lectura, cuando afirma «no he sido yo, sino la gracia de Dios que está conmigo». Y entonces ese discípulo que va dejándose penetrar en Cristo en sus pensamientos ye en sus sentimientos para llegar a pensar como Él, sentir como Él, por tanto, accionar y comportarse como ÉL, poder llegar a decir, de alguna manera, como afirma el apóstol Pablo, vivo, ‘es Cristo quien vive en mi’.

Monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa / Cortesía

Entonces el discipulado por tanto haber aprendido de Jesús, el discípulo se transforma y se convierte en misionero. No puede quedarse con ese tesoro escondido en su corazón. Tiene que darlo, tiene que darlo, de las maneras posibles. Tiene que darlo de muchas maneras, como decía San Francisco de Asís, a sus hermanos. «Evangelicen, prediquen, y si es posible, háganlo con la palabra». Miren que bonitas palabras. Porque el misionero, sobre todo, predica con su vida, con su testimonio, con sus actos de caridad y misericordiosa. Con un saludito, con una palabrita afectuosa, amable, generoso. Un tenderle la mano al que está caído, un ser samaritano con quien está herido, un detenerse para curarle las heridas. Para curarlo, y dejarlo en la posada.

Lo dicen los padres sabios de la Iglesia, durante todos estos siglos, en especial en los primeros siglos, ‘esa posada es la Iglesia’. Ese discípulo se convierte en misionero, poder llegar a decir como San Pablo ‘Ay de mí, sino llegase a evangelizar’. Aquel ardor que se ha encendido en el corazón del discípulo. En el sentimiento vivo de Cristo, es un ardor que necesitamos darle a los demás, darlo a conocer, dar a conocer la buena nueva del señor. Dar a conocer buenas noticias, en un mundo donde hay tantas falsas noticias, como afirma el Papa Francisco en reiteradas ocasiones, dar a conocer buenas noticias como el mismo Cristo.

Recuerden ustedes, en el evangelio de San Lucas, desenrollando el libro del profeta Isaías, dice Orígenes, que providencialmente se encontró con ese pasaje. ‘El Espíritu del Señor está sobre mi porque me ha ungido, me ha enviado a anunciar a los pobres la buena noticia’. Esa palabra es para cada uno de nosotros también, cada uno de nosotros debe apropiársela, decirlo con certeza. ‘El Espíritu del Señor está sobre mi porque me ha ungido, me ha enviado a anunciar buenas noticias los demás’. Esa fe, esa confianza, ese amor, esa amistad que he conocido con Cristo en el discipulado, yo quiero darla a conocer al mundo.

Monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa. / Archivo

Así como el profeta Isaías en la primera lectura. Miren que lindo, dice, ‘Escuché la voz del Señor que decía ¿a quién enviaré?, ¿quién irá de parte mía?’ Y él respondió ‘¡Aquí estoy Señor, envíame!

Hoy el Señor nos pregunta ¿A quién enviaré?, ¿Quién irá de parte mía? Y cada uno de nosotros, todos, hemos de decir, aquí estoy Señor, Hágase en mí, según su palabra. El discípulo, hermanas y hermanos amadísimos, el misionero, el creyente, los cristianos, nosotros, tenemos esta invitación del Señor, de Remar ‘mar adentro’.

Le dice a Simón y nos dice a nosotros, ‘Duc in Altum’, ‘mar adentro’. Nosotros los creyentes, nosotros discípulos misioneros del señor. No podemos quedarnos en la playa, no podemos quedarnos ahí, cerca, en la orilla. Porque en la orilla, en la playa, lo que encontramos muchas veces es basura. Es ya lo desechado, es lo que lamentablemente se tira en los mares. Aquel deshecho, las olas del mar va tirando.

Eso es lo que encontramos, basura. En la superficialidad no encontramos nada. El llamado que el Señor nos hace a los discípulos misionero es ‘Duc in Altum’, ‘mar adentro’, ‘mar adentro’. Y fíjense que interesante este dato, ‘Simón le dice: Hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada’. Y Jesús no le responde, descansen este día y mañana, remen ‘mar adentro’. No. En este caso el Señor le dice, ahorita, inmediatamente, lancen nuevamente las redes y vayan ‘Duc in Altum’, ‘mar adentro’.

Monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa / Cortesía

En este momento, aunque estés cansado y agobiado en tu matrimonio, puedes sentirte ya casi fracasado. En tu familia, tal vez, frustrado, en tu trabajo, tal vez decepcionado. O sin empleo, en medio de la soledad de los ancianos, de la orfandad de los huérfanos. Con la dureza, con que a veces, viven en la vida las viudas. En la exclusión o marginación que viven a veces se hace a la madre soltera. En medio de cualquier oscuridad que se pueda ver en el horizonte. En medio de la noche, que se pueda ver, que es mas fuerte en su oscuridad. En medio de la fatiga, de la crisis.

En medio de cualquier tipo de frustración o de fracaso que puedas experimentar. O de tu debilidad, que tal vez ya quieras bajar los brazos y dejar de luchar. Jesús te dice, ‘Duc in Altum’, ‘mar adentro’. Rema, rema, rema ‘mar adentro’. No te puedes quedar con tu matrimonio, con tu familia, con tu trabajo, con tu desempleo, con tu tristeza, con tu agobio, con tu fracaso, con tu soledad. No te puedes quedar en la orilla, tienes que remar, hermano o hermana, remar ‘mar adentro’. Porque allá, ‘mar adentro’, es donde vas a encontrar, la buena pesca. Es donde vas a hallar la mejor pesca.

Y qué sucede. ‘Pedro se arrojó a los pies de Jesús y le dijo, apártate de mí, mi señor, porque sos un pecador. Y entonces le dijo a Simón. No temas, desde ahora, serás pescador de hombres’. ¿Qué pasa hermano? Cuando no nos quedamos en la orilla, no nos damos tiempo para estar en la superficialidad de la orilla del mar, sino que, aunque hallamos trabajo toda la noche, cansados, sin pescar nada, el Señor nos invita, tomemos nuevamente nuestra barca de la vida, de la historia y rememos ‘mar adentro’ porque ahí está la mejor pesca.

Monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa / Cortesía

Nicaragüenses, ‘mar adentro’. Las palabras con las que aquel día Jesús invitó al apóstol a remar ‘mar adentro’ para pescar. Y Pedro y los apóstoles, confiando, echaron las redes, invitan a la Iglesia a escuchar la voz de su amado, contemplar el rostro de su esposo y de su Señor. Fijando la mirada en Cristo crucificado, ‘Duc in Altum’, ‘mar adentro’. Estas palabras, nos han convertido, hoy más que nunca, en pueblo peregrino, guiado, por aquel que es el gran pastor de las ovejas. ‘Duc in Altum‘, ‘mar adentro’, sí, son palabras en nuestro hoy y nos invitan con confianza el presente y abrirnos con esperanza el futuro. Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre. La contemplación del rostro de Cristo, nos lleva a acercarnos al aspecto más incompresible de su misterio, como se ve en la hora extrema: La hora de la cruz.

Nunca acabaremos de conocer la profundidad de este misterio, es posible imaginar un sufrimiento mayor, una oscuridad más densa, de aquí brota el grito de dolor, aparentemente desesperado, que Jesús da en la Cruz ‘Eli Eli lama sabachthani‘, ‘Dios mío, Dios míos ¿por qué me has abandonado? ‘. En realidad, el angustioso por qué dirigido al padre con las palabras iniciales del Salmo 22, aun conservando todo el realismo de un dolor indecible se ilumina con el sentido de toda la oración, en la que el Salmista su oración, un conjunto conmovedor de sufrimientos, el sentimiento y la confianza. Continúa el salmo ‘En ti esperaron nuestros padres, su espera puesta en ti, tu Señor, fuerza mía’. El grito de Jesús en la cruz no delata la angustia de un desesperado, no, sino la oración del hijo confiado, a su Padre.

Monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa / Cortesía

Con el grito de Jesús, son muchos los gritos, que hoy se elevan al cielo. Los gritos de una tierra sufriente, de los bosques maltratados, de las quebradas y ríos secos. De los inviernos que parecen verano. Los gritos de madres, padres, hermanos, amigos, hijos y es aquí, que Jesús responde: ‘Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo’. Esta certeza nos acompaña a la Iglesia, a las familias, al pueblo, avivando nuestra fe y nuestra esperanza.

Hermanas y hermanos, hagamos la experiencia de los discípulos, y digámosle: ‘Maestro, hemos estado trabajando toda la noche y no hemos pescado nada’. Este es el momento de fortalecer la fe, de intensificar la oración, del dialogo más frecuente con Dios, es el momento de la confianza para abrir el corazón a la acción de la gracia y permitir a la palabra de Cristo, que pase por nosotros, con toda su fuerza: ‘Duc in Altum’, ‘mar adentro’. Fue Pedro, quien habló con fe ‘en tu palabra echaré las redes’. Hoy nos toca a los nicaragüenses, remar ‘mar adentro’. En la orilla solo se pueden encontrar, basura, residuo, chatarra. Hoy, en este domingo, en este momento de nuestra vida y de nuestra historia, somos nosotros nicaragüenses, quienes respondemos, ‘en tu nombre, en tu palabra Señor, echaremos las redes y navegar ‘mar adentro’ para encontrar buena pesca’.

Vayamos con esperanza, nos acompaña en este camino, la Santísima Virgen, Madre de Dios y madre nuestra.

Nicaragüenses todos, sin exclusión, sin exclusión, ‘mar adentro’, hermanos.  

Redacción | IP Nicaragua***

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