Voz de América
La situación de América Latina con el COVID-19 sigue siendo difícil. La región no ha logrado avanzar decisivamente para dejar atrás la pandemia y ahora lucha prácticamente con los mismos problemas que la aquejaron durante muchos meses más la aparición de variantes que se propagan con mayor velocidad.
El panorama se complica con la escasez de vacunas. Las economías de ingresos bajos y medios que componen casi todo el continente no han tenido los recursos para comprar las vacunas a los principales laboratorios, como hicieron los países ricos, y en gran medida dependen de las donaciones o de vacunas más baratas y menos eficientes.
Dos variantes del coronavirus se detectaron primero en América Latina. La llamada “variante brasileña”, ahora denominada gamma, y la “variante andina”, encontrada en Perú y conocida como lambda.
La variante gamma tiene la particularidad de volver a infectar a personas que contrajeron una cepa anterior del COVID-19. Causó grandes estragos en la Amazonia brasileña y después de propagó a otros países de la región, como Perú, Uruguay y Chile.
La variante lambda, declarada “de interés” por la Organización Mundial de la Salud el pasado 17 de junio, ha sido hallada también en Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador y México, pero sigue siendo la prevaleciente en Perú con un 82% de las nuevas infecciones en el país, según la OMS.
Las variantes alfa y la beta (la llamada “sudafricana”) han tenido una menor tasa de infección en el continente, aunque la Organización Panamericana de la Salud (OPS) las ha detectado en 43 y 18 países respectivamente.
No así sucede con la delta, que la OMS considera que será la cepa dominante en el mundo.
La India fue la primera en reportar casos de esta variante del coronavirus, pero después se propagó a Europa y Norteamérica.
Hasta el 30 de junio, la OPS registró casos en 13 países: Argentina, Aruba, Brasil, Canadá, Chile, Guayana Francesa, Guadalupe, Martinica, México, Puerto Rico, Barbados, Perú y San Martín.
En una sesión informativa desde la sede de la OMS en Ginebra, Suiza, el 25 de junio, su director, Tedros Ghebreyesus dijo que la delta es la más transmisible de las variantes de COVID-19 identificadas hasta ahora.
Los fabricantes Pfizer, Moderna y Johnson & Johnson afirman que sus vacunas protegen contra las variantes, aunque todavía siguen haciendo ensayos para ratificar su efectividad.
Menos se conoce sobre la potencia de las vacunas de China y Rusia. Los productores de la vacuna rusa Sputnik V anunciaron que es la más efectiva de todas contra la variante delta, pero no han publicado datos que lo demuestren.
Tampoco hay estudios definitivos de la eficiencia de las vacunas chinas.
Los expertos señalan que cuanto más se retrase la vacunación entre la población global, más peligro habrá para que surjan nuevas variantes que pudieran ser más mortíferas.
Solo Chile, con un 56%, y Uruguay, con un 51%, han logrado vacunar a una gran parte de su población, mientras que el resto de los países de América Latina apenas llegan a un 16%.
Las vacunas siguen llegando a cuentagotas a la región. El mecanismo COVAX, creado para la distribución equitativa de las vacunas alrededor del mundo, ha suministrado alrededor de 18 millones de dosis, y otras han llegado por donaciones, principalmente de Estados Unidos.
Recientemente, Colombia, Uruguay, Ecuador y Honduras recibieron cargamentos de vacunas enviadas por el gobierno estadounidense.
Pero para una población de 650 millones de personas, le cantidad sigue siendo insuficiente.
Varios factores conspiran para la transmisión de COVID-19 en América Latina. Entre los más nombrados están la condición de economías informales y la pobreza rampante en la región. Es imposible contener la propagación de una enfermedad donde las personas tienen que salir diariamente a la calle a ganarse la vida y si regresan con el virus contagian a toda la familia.
Otros mencionan también las diferencias con que los gobiernos han hecho frente a la pandemia, con cierres estrictos en algunos países y reaperturas tempranas otros.
Los expertos señalan además la dificultad para rastrear las mutaciones del coronavirus. Gran parte de América Latina carece de la capacidad de secuenciar con rapidez el genoma de las variantes y de entrenar a una fuerza de trabajo.
En ese sentido, la OPS creó en 2020 la Red Regional de Vigilancia Genómica COVID-19, como un mecanismo para fortalecer la capacidad de secuenciación de los laboratorios participantes y estimular a los países a implementar la vigilancia genómica de rutina.
La Organización Mundial de la Salud ha designado a cuatro cepas como “variantes de preocupación” de acuerdo con sus características de transmisibilidad, virulencia y capacidad para eludir las medidas de salud pública.
Otras variantes son consideradas “de interés” porque han aparecido en múltiples países.
Las variantes de preocupación de la OMS son alfa, la beta, la gamma y la delta.
Las variantes de interés son la épsilon, zeta, eta, theta, iota, kappa y lambda.
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