Redacción / IP Nicaragua
A las cuatro y media de la madrugada empieza el día para Rosa Castro, una madre soltera de dos niños, quien halando un carretón de mano camina todos los días tres kilómetros desde su casa a las orillas de la costa donde se dedica a vender pescados.
Rosa tiene que madrugar para esperar a los pescadores que regresan del mar con el pescado y así poder obtener producto a buen precio, fresco y de buena calidad, para luego revenderlo en un tramo improvisado ubicado a unos cuantos metros de la orilla del mar.
“Somos varias mujeres aquí las que nos dedicamos a este negocio, aquí no hay descanso, los pescadores entran diario al mar y aquí ganamos para la comida de todos los días, en nuestras carretas caminamos las panas, el producto, el
hielo y pues tenemos que luchar por nuestros hijos”, dijo Castro.
Así como Rosa hay más de diez mujeres que también se dedican a la misma actividad, a quienes se les conoce como “Las Paneras”, por la forma tan peculiar en que comercializan el marisco, debido a que lo primero que el turista logra ver al acercarse a la costa son tinas muy grandes, hondas y de material plástico.
En su mayoría, las paneras son madres solteras y suelen llevar a sus hijos en sus carretas junto a sus utensilios de trabajo, ya que no cuentan con el dinero suficiente para pagar por su cuido. Estas mujeres a diario se exponen al
inclemente sol, abandonando la costa a eso de las cinco de la tarde de lunes a domingo.
“Lo que nos queda es el cansancio”
En las temporadas bajas, cuando el pescado comienza a escasear, empieza lo más difícil, ya que los cinco mil o seis mil córdobas que invierten en la compra de mariscos dejan muy pocas ganancias.
“Es bien duro para nosotras cuando no sale pescado, las lanchas a veces salen vacías y las que logran sacar nos lo venden muy caro, tenemos que estar atentas cuando salen los pescadores y correr hacia el mar para ayudar a halar las lanchas y rogar que nos vendan un poquito, porque muchas veces solo sale producto de exportación y lo venden a los acopios”, comentó Damaris Sánchez.
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Sánchez también es madre soltera y optó por este empleo informal para mantener a su familia.
“Tenemos que saber trabajar aquí, porque es fácil endeudarse, pero difícil es pagar, porque el margen de ganancias por libra de pescado es de tres córdobas a cinco córdobas por lo que al final del día lo que nos queda es el cansancio y
muy poco para poder subsistir diariamente, porque el capital no se puede tocar, es nuestro machete para trabajar, pero por nuestros hijos tenemos que seguir luchando”, señala la panera.
Doña María Fierro Baltodano también se dedica a este oficio, aunque su método es diferente al de las demás paneras.
“Mi forma de trabajar es distinta a las demás, yo hago un contrato verbal con el pescador y les doy la carnada, el
combustible, el hielo y los termos, entonces todo lo que saque el pescador en su lancha viene directo a mis manos, les saco la cuenta de cuánto gastaron de todo lo que les di y lo que les sobra se los doy a ellos en dinero”.
Se considera que la manera en que comercializa doña María es la más indicada para el pescador, comerciante y comprador. Sin embargo, no todas las paneras cuentan con el dinero suficiente para lograr realizar una inversión de más de diez mil córdobas diarios.
Necesitan mejoras en infraestructura y turismo local
Casares es un pueblo pequeño, que está ubicado a 74 kilómetros de Managua, la capital, es la zona costera de la ciudad de Diriamba, donde la pesca y la comercialización del marisco es la única fuente de ingresos, por lo que sus playas son muy poco visitadas por turistas nacionales y extranjeros.
Según Rosa Castro la poca afluencia de visitantes se debe a que no hay atractivos turísticos en la zona, donde el Instituto Nicaragüense de Turismo (INTUR) y autoridades municipales no han querido realizar inversiones que
ayuden a levantar el comercio y el turismo.
Además, resienten el mal servicio de recolección de basura de la municipalidad, que solo ingresa a la comunidad una vez cada 15 días. Pese a esa problemática intentan mantener la costa libre de basura.
Las mujeres paneras a diario se imponen a una sociedad machista, rodeadas de hombres pescadores, donde demuestran que ser mujer y madre soltera no ha sido impedimento para sacar adelante a sus hijos, ser cabeza de hogar y ser jefas de sus propios negocios.