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Las mujeres en la zona rural de Nicaragua son las más afectadas por el alto costo en los productos de la canasta básica, que las obliga a sacrificar la compra de alimentos o reducir las porciones diarias de comida.
A unos 50 kilómetros al sur de Managua, en la comunidad Los Coquitos, ubicada en las laderas de la Reserva Natural Volcán Mombacho, vive Teresa de Jesús Centeno Salguero, de 45 años. Es madre soltera y sintió un gran golpe cuando el precio de los alimentos de consumo diario comenzó a encarecerse.
En estas circunstancias ser jefa de hogar le ha sacado sus lágrimas, pues tiene a cargo a sus siete hijos, uno de ellos con hidrocefalia que necesita cuido y alimentación especial.
“A veces es tan duro, porque no tengo un salario para comprar y decir voy a comprar medio quintal de arroz o medio bidón de aceite, no me alcanza. Con costo me da para comprar para dos tiempos de comida, el arroz, los frijolitos y a veces una media libra de queso, nada más”, dice Centeno Salguero.
Su único ingreso es lo que gana lavando y planchando ropa. En otras ocasiones, sale al mercado a vender frutas de temporada, pero sale de su hogar a las cuatro de la mañana y regresa después de las seis de la tarde.
Centeno Salguero también se dedica junto a sus hijos mayores a las labores de campo, una faena que define como “dura”.
“A veces me toca ir a sembrar o arrancando frijoles, o me ha tocado también andar cortando café con mis hijas, tenemos que buscar de cualquier manera el arroz y los frijoles”, señala esta ama de casa.
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Centeno Salguero insiste que debido a la carestía de la vida el ingreso familiar “no ajusta” para costear la canasta básica.
“A veces hay días difíciles, no tengo ni un peso en mi bolsillo y me toca ir a molestar y prestar a donde el vecino. Anteriormente así me pasaba ir a donde el vecino a prestar una librita de arroz, una librita de azúcar o una media cuarta de aceite para cocinarle a mis hijos, mientras me salía algún trabajito”, confiesa.
Canasta básica: Encarecimiento de productos alimenticios
La canasta básica nicaragüense se cotizaba en abril pasado en 17,219.68 córdobas (unos US$485), según datos oficiales del Instituto Nacional de Información de Desarrollo (Inide).
En comparación a los 14, 939.41 (US$426) que costaba en abril de 2021, significa que la cesta familiar incrementó 2,280.27 córdobas en un año.
La cesta familiar nicaragüense está conformada por 53 productos (23 alimenticios; 15 artículos del hogar y 15 de vestuario). La canasta está diseñada para una familia de cinco personas: dos adultos y tres menores de edad.
Hasta abril pasado, la división de alimentos tuvo un costo de 11,976.60 córdobas, lo que significó un incremento de 1,962.23 córdobas con respecto al mismo mes en 2021 cuando se cotizaba en 10,014.37 córdobas.
En abril de 2021, una familia gastaba 390.53 córdobas para satisfacer el consumo mensual de siete litros de aceite, que es la porción establecida por el Inide. Comprar esa misma cantidad en abril 2022 representó un gasto 572.11, lo que significó un incremento de 181.58 córdobas, segíun datos oficiales.
Comprar 34 libras de frijoles en abril de 2021 significaba para una familia desembolsar 633.42 córdobas. La misma cantidad en abril de 2022 costaba 753.78 córdobas, es decir que los nicaragüenses pagaron 120.36 córdobas más, señala el Inide.
Para una mujer como Teresa de Jesús, que gana a veces solo 100 córdobas, ese incremento es significativo y golpea su economía y la de otras jefas de hogar, particularmente en las zonas rurales del país.
“A veces no teníamos nada que comer, a veces tal vez solo conseguía para beber un café con pan, a veces hasta me daban ganas de llorar, pero cuando uno tiene la fe en el Señor siempre he buscado a personas que me dan la mano”, señala Centeno Salguero.
“En la mesa no hay carne”
La situación de Salguera no es diferente para la señora Norma Juárez, otra madre soltera de 40 años que habita en la comunidad del empalme de San Benito a las afueras de Managua.
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La falta de oportunidades de empleo formal y la precariedad en su comunidad la obligaron a buscar el pan de cada día fuera de su localidad. A diario sale de su casa a las 5 de la mañana cargando un recipiente en el que lleva cosa de hornos para venderlas en el mercado oriental y así poder llevar la comida a sus dos hijos, uno de 11 años y otro de 18, ambos estudiantes activos.
“Es difícil, toda la vida me la he jugado vendiendo. Como uno no es estudiado no hay trabajito, pero Dios no me desampara y al menos consigo para los frijolitos”, señala Juárez.
Además, dijo a IP Nicaragua que con la venta que hace no es suficiente para sortear los gastos de alimentación y transporte, en el que gasta diario 60 córdobas.
“Con la venta me gano entre 150 y 200 córdobas diarios, más unos 100 lavando ropa. Todo está caro, con dificultad comemos lo básico, nosotros casi no comemos carnes, ahora una libra de vale más de 100 córdobas”, enfatiza.
En su segmento “La economía de Nicaragua en 10 minutos”, el economista Enrique Sáenz, insiste que el encarecimiento de los alimentos es uno de los “grandes problemas que agobia a las familias nicaragüenses”.
“Para la inmensa mayoría de nicaragüenses, la carestía de la vida se puede expresar en una frase de uso corriente: comer salteado, porque para la inmensa mayoría de los nicaragüenses que están en condición de subempleo, de desempleo o que no ganan el salario mínimo y aún quienes lo ganan, pues no les ajusta”, señaló el economista.
No tienen tierras
La situación de las mujeres en el campo no es nada fácil, luchan contra viento y marea para dar mejor vida a sus familias en medio de la precariedad, duplican sus horas de trabajo por poca remuneración monetaria, algunas se enfrentan a malos de sus parejas y callan por temor.
Las mujeres que trabajan la tierra están enfrentando una problemática que se ha invisibilizado: no tienen tierras, pese a que hay una ley que se supone las ampara, nadie les da crédito y luchan contra los efectos del mal invierno, dijo a IP Nicaragua, María Teresa Fernández, de la Coordinadora de Mujeres Rurales.
Según Fernández, la coordinadora trabaja por los derechos humanos de las mujeres rurales y campesinas, principalmente “estamos trabajando con 15 cooperativas en León y Chinandega, todas estas mujeres trabajan en pequeñas parcelas agroecológicas, porque el principal problema es que no tienen tierra”.
Las mujeres de las zonas rurales también se enfrentan la ola de robos en las comunidades.
“Se le roban a las mujeres gallinas, los chanchos, chanchas que están a punto de parir, hermosísimas, cabezas enteras de plátanos, se les llevan hasta la ropa que tienden, se ha proliferado, se veía que han asaltado para robarle celulares a los chavalos, bicicleta entonces la inseguridad también es una de las principales problemas en las comunidades en León y Chinandega”, concluyó Fernández.