* Desde los tiempos de la colonia, hasta nuestros días, en la historia de Nicaragua existen registros de numerosos incendios provocados contra templos católicos.
Orlando Valenzuela
A lo largo de la historia, la Iglesia católica de Nicaragua ha visto cómo se reducen a cenizas muchos de sus templos por diversas causas, en algunas ocasiones por accidentes o descuidos de sus custodios, pero la mayoría de las veces son producto de ataques dirigidos por enemigos que se manifiestan en rechazo a sus dogmas, creencias, ritos y por supuesto a las posturas que toman sus autoridades eclesiásticas ante situaciones de injusticia, violencia y problemas de carácter social y político.
Desde injurias, calumnias y acciones de vandalismo que incluyen robos, saqueos, blasfemia, hasta actos de terrorismo extremista forman parte de una escalada de ataques no solo a los símbolos más sagrados de la fe cristiana, sino también a sus representantes, sean cardenales, obispos, presbíteros, diáconos o simples feligreses.
El objetivo es amedrentar, amenazar, debilitar la fe de los creyentes para obligarlos a callar y reprimir a todo aquel que no esté de acuerdo con la postura oficial, de allí que una consigna muy usada y pintada en las paredes de algunas iglesias sea: “curas golpistas”, y delata fácilmente de dónde vienen esas amenazas.
Durante los 496 años de la llegada de los conquistadores españoles, que impusieron el idioma, las costumbres y la religión católica a los pueblos indígenas de Nicaragua, muchos templos religiosos han sido reducidos por las llamas durante ataques de piratas, guerras civiles y conflictos sociales.
Ataques de piratas
Uno de los primeros ataques a un templo religioso que registra la historia es el que realizaron las hordas encabezadas por el pirata John Davis, en 1623. Entraron al principal puerto del océano Pacífico de Nicaragua, El Realejo, donde no solo saquearon el poblado, sino que también incendiaron sus casas, incluyendo el Convento de San Francisco y aunque este poblado se recuperó, 58 años después, el pirata inglés Bartolomeo Sharp volvió a saquear e incendiar la villa, dañando nuevamente el convento franciscano.
La codiciada ciudad de Granada, fundada a la orilla del Gran Lago de Nicaragua también sufrió los embates de la piratería inglesa, francesa y holandesa, que para los siglos XVI y XVII le disputaban a España la posesión de las colonias en América.
En el norteño departamento de Nueva Segovia, la población de Ciudad Antigua guarda en un pequeño museo evidencias de lo que aseguran fue la invasión de las huestes del pirata Henry Morgan, en 1654, que saquearon e incendiaron la iglesia, donde se encuentra la milagrosa imagen del “Señor de los Milagros”.
Esta misma ciudad fue invadida por el pirata William Dampier, en 1689, que también le prendió fuego, dejando como evidencia la puerta quemada de la sacristía.
La tarde del 9 de abril, de 1685, el pirata francés William Dampier, al mando de 345 aventureros, que había desembarcado dos días antes en el río Escalante y viajado a pie, asaltó la ciudad de Granada y después de un rápido, pero feroz ataque, se la tomó, saqueó y prendió fuego a sus viviendas y a la iglesia de San Francisco, que había servido de fortaleza a los defensores.
Después de 35 años de vida independiente, el 24 de diciembre de 1854, durante la guerra civil que destrozó a Nicaragua, el general liberal Máximo Jerez, demolió a cañonazos las dos torres de la iglesia de la Merced, de Granada, para desalojar a tropas enemigas que desde allí les hacían resistencia.
Dos años después, la misma iglesia de la Merced, fue destruida e incendiada por el filibustero norteamericano William Walker, que ordenó prender fuego a toda la ciudad antes de abandonarla y huir en barco de vapor por el lago Cocibolca. El 27 de noviembre de 1856, el general Hanningsen, ante la inminente derrota de sus fuerzas, destruyó las torres de la catedral de esta ciudad colonial con cargas de dinamita, provocando un incontrolable incendio.
El siglo XX tampoco estuvo exento de violencia contra los templos católicos.
En León, la iglesia de San Sebastián, construida de adobes, no soportó el bombardeo de los aviones de la Fuerza Aérea de Nicaragua durante la toma de la ciudad por las fuerzas guerrilleras sandinistas que dieron fin a la dictadura somocista en 1979.
En Managua, el 6 de junio de 1994, a las 10:30 de la mañana un incendio presuntamente provocado por una falla eléctrica o una vela encendida, destruyó las imágenes de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz de la iglesia El Carmen. La construcción de madera de machimbre no fue devorada en su totalidad por la rápida acción de los bomberos, que sofocaron el incendio.
Nuevamente, en el departamento de León, pero el 26 de diciembre de 1997, la parroquia de El Sauce, hogar de la venerada imagen del Cristo Negro o Señor de los Milagros, con 150 años de historia, fue destruida por un voraz incendio que hizo colapsar su nave central, causando destrozos y pérdidas de reliquias de mucho valor espiritual para los creyentes católicos de Nicaragua.
Atentado terrorista
El viernes 31 de julio de 2020, se produjo el más reciente incendio en una iglesia y fue en la Catedral Metropolitana de la Inmaculada Concepción de María de Managua.
Según el propio Cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo de Managua, se trató de un atentado terrorista. Testigos del hecho aseguran que un sujeto lanzó un coctel molotov en la capilla de la venerada imagen de la Sangre de Cristo, que se encontraba en una urna de protección, la que resultó totalmente calcinada. La imagen tenía más de 382 años de historia.
La Policía Nacional dio la versión de que en este incendio no hubo culpables, porque se supone fue provocado por una vela encendida, exactamente a como ya lo había determinado anticipadamente la vicepresidenta Rosario Murillo, aun sin tener el peritaje de los expertos en incendios, los bomberos.
Monseñor Miguel Mantica, párroco de la iglesia San Francisco de Asís, hizo una reseña del por qué de los ataques a los templos católicos, señalando que estos sujetos tienen odio a la fe, porque consideran que la presencia de la Iglesia católica es un obstáculo para sus propósitos.
Sobre los ataques durante la era colonial, el religioso señaló que en aquella época, “los piratas veían que lo que le daba cohesión al imperio español era la fe católica, entonces golpeaban a la fe católica en sus símbolos para debilitar al imperio español en aquel momento, y en las guerras, lo tenemos nuevamente cuando el liberalismo quiere golpear a la iglesia, que también se opone a su proyecto, entonces siempre hay eso, hay un odio a la iglesia, porque la iglesia de alguna manera está constituyendo un obstáculo y como la parte religiosa tiene un peso tan grande en la cultura de un pueblo, entonces es allí donde se quiere golpear”, agregó el sacerdote.
Monseñor Mantica explicó el peligro que conlleva el ataque a la libertad de culto en Nicaragua.
“Yo pienso que la libertad de culto es, si no la más fundamental, una de las más fundamentales, primero, desde luego el derecho a la vida, pero entre las primeras esta la religiosidad de la gente, la piedad de la gente, porque eso es algo que le da identidad a la persona. Tocar eso es poner completamente en tela de juicio todo lo que es la libertad de la persona”, advirtió.
También señaló que los ataques van dirigidos solo a la Iglesia católica romana y no a otras, porque la Iglesia católica es la que ha tenido en su trabajo evangelizador un alcance cultural.
“La Iglesia católica no se conforma con evangelizar a la persona individual, sino que intenta hundir las raíces en la cultura de un pueblo y eso es lo que a largo plazo es una fuerza para la iglesia, pero también la convierte en un blanco de quienes antagonizan sus posturas”, señaló.
A pesar de las amenazas, el prelado condenó los ataques, señalando que en estos hay una progresividad preocupante. “Yo lo que he observado en todo este último mes, es una escalada de proporciones grandes, que es bien preocupante”.
El religioso destacó la actitud que debe prevalecer ante este tipo de amenazas:
“Como católicos, tenemos que tener claro que nosotros no tenemos armas ni medios de tipo humano, como podría ser investigadores o personas que pudieran levantar denunciáis sobre estas cosas, sino que nuestras luchas más bien es enfrentar al mal con el bien, precisamente, lo que se está cuestionando fortalecerlo. Si se está cuestionando mi fe, entonces yo lo que tengo que hacer es redoblar mi fe y de esa manera me estoy fortaleciendo y estoy debilitando al mal que está atacando”, anotó Monseñor Mantica.
Probablemente, existen muchas otras iglesias y templos religiosos que fueron destruidos por incendios, que no aparecen registrados en esta nota, pero es por la escasa información que existe, sin embargo, se hace la observación que muchos de estos actos incendiarios no son por casualidad, ni accidentes, sino que detrás de ellos siempre hay un pirómano anónimo y una mano que trata de ocultar la verdad.