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Homilía completa de Monseñor Rolando Álvarez

La redacción de IP Nicaragua comparte íntegra la homilía del domingo 30 de enero de Monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa:

De las homilías de Monseñor Rolando Álvarez acerca de ‘Jesús y los nazarenos’ y la ‘autonomía de la Iglesia y la comunidad política’ (disertación)

Amadísimos hermanos y hermanas, estamos celebrando el cuarto domingo del tiempo ordinario.  El texto evangélico que hemos escuchado es continuación de la segunda parte del texto del Evangelio del domingo pasado cuando recordamos que, precisamente Jesús, entra a la Sinagoga de Nazaret. Desenrolla el volumen del Libro del profeta Isaías y encuentra el pasaje donde está escrito ‘el Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido, porque me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva, la liberación de los cautivos, la curación a los ciegos, la libertad a los oprimidos y a proclamar un año de gracia’.

Devolviendo el libro del profeta Isaías, la asamblea quedó en un silencio expectante y el Señor afirma: ‘hoy se ha cumplido este pasaje de la escritura que ustedes acaban de oír’.

Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa / Cortesía

Es efectivamente tal y como inicia el texto del Evangelio que se nos ha proclamado. ‘En aquel tiempo, después de que Jesús leyó en la sinagoga un pasaje del libro de Isaías, dijo, hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la escritura que ustedes acaban de oír’. Dice San Lucas, que todos, todos, le daban su aprobación y admiraban la sabiduría de las palabras que salía de sus labios.

Sin embargo, inmediatamente, hay un contraste y una contradicción en el corazón de los nazarenos en la aprobación y en la admiración. Pasan, no solo diría a una falta de confianza y de fe en el Señor. Si no, a lo que podríamos llamar un falso orgullo propio.

No digo solo falso orgullo propio, sino, falso orgullo propio. Entonces, se preguntan, ¿no es este el hijo de José?, una pregunta similar o semejante a Natanael, ¿se recuerdan? Cuando dijo ‘¿Puede salir algo bueno de Nazaret?’ (Continúa) ¿No es este el hijo de José? Tras esta pregunta, amadísimos, pienso que hay tres elementos muy importantes que deberíamos considerar.

Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa / Cortesía

El primero es, (En la frase) Pero, ‘¿si este es Jesús?, este fue un niño y un muchacho que creció entre nosotros, igual a nosotros. Su papá es José el carpintero y su madre es María, una muchacha. Una jovencita, una israelita más’. Es decir, un hombre, demasiado idéntico a ellos, tan idéntico que es un paisano, uno de su propia tierra. Es alguien a quien ellos, en ningún momento, le habían visto nada, nada extraordinario. Muy al contrario, alguien que siempre vivió de manera normal, podemos y debemos decir, de manera común, corriente, de manera ordinaria. Y ahí, hemos de decir, que ellos, esperaban del Mesías algo extraordinario, algo extraordinario, algo prodigioso, algo que los hiciera verlo diferente a ellos y este resulta que es el hijo del carpintero, del que todos conocemos.

Es alguien que ha vivido siempre en la comunidad, en la aldea, en el barrio, aquí, con nosotros. Muy ordinario este Jesús, esperaban algo extraordinario, esperaban señales, esperaban prodigios, para creer.

Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa / Archivo

 El segundo elemento, entonces ¿cómo va a ser este Mesías? ¿Cómo va a ser este el hijo de David, el hijo del altísimo anunciado por los profetas? Si es el hijo de José.

Si me permiten entonces la expresión, esperaban un Mesías, un hijo del David, un hijo del altísimo, más Dios que el mismo Dios. Esperaban a alguien más divino que la misma divinidad del Señor. Y este Jesús es un hombre que vive tan normal como cualquiera de nosotros. ¿Será en realidad el Mesías? Pero si acepta invitaciones y hasta que le pareciera que le gusta ir a fiestas como en Canaán de Galilea; él, sus discípulos y su madre. Además, cambia el agua en vino; a aquellos novios le faltaba el vino de la alegría.

Este Jesús, acepta ir a comer a casa de un fariseo como Simón. Se deja tocar por una mujer de la vida, una mujer adultera. A este Jesús lo siguen los pecados, los republicanos, los lisiados, los cojos, los ciegos, las hemorroisas, los enfermos, los poseídos por espíritu impuros. Esta es la gente por la que se hace rodear este hijo de José. Este fue un hombre que anda con estas muchedumbres. Un hombre que se junta, ¿cómo es posible?, ¿con Samaritanos? Es impensable que un judío platique con un Samaritano, y peor, con una mujer. Y se encuentra con una mujer samaritana, y todavía habla con ella y todavía le pide que le dé de beber (Expresa) ¡dame de beber!

Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa / Cortesía

Este es el hijo de José, es un hombre que vive demasiado común. Es un hombre hasta que invita a un ladrón, un explotador del pueblo como Saqueo y le dice ‘hoy tengo que hospedarme en tu casa’. Un hombre que acepta invitaciones, un hombre que tiene amigos y entre los amigos, pareciera que tiene una familia especial a la que él le gusta ir. Le gusta platicar, sentarse a platicar con ellos, sentirse cómodo con ellos. Va frecuente porque lo atiende bien, porque ahí descansa como si estuviera en su casa, allá en Betania, donde Lázaro, Marta y María. Este es el hijo de José, un Dios, demasiado, demasiado, parecido a nosotros.

Les confieso que a veces, en la oración personal, bromeando con el Señor, les digo ‘Jesús, se te pasó un poquito la mano. Te hiciste igual demasiado igual a nosotros y a veces ese es tu problema. Es por eso que no te creemos, porque nosotros buscamos algo extraordinario como los nazarenos’.

Buscamos a un Dios demasiado prodigioso, con truenos, en los cielos. Con relámpagos, con centellas, que haga estremecer la tierra. Un Dios que haga que se desplome el mar. Un Dios que sea prodigioso, no estamos habituado al Dios sencillo.

El tercer elemento detrás de esa pregunta, ¿no es este el hijo de José? Es precisamente, que, ellos esperaban señales. Y no se daban cuenta que la señal era el propio Jesús, que la Buena Noticia era el mismo Jesús, que lo tenían en frente a él. Que lo tenían frente a él.  Por eso, amadísimos hermanos, conocer y comprender a Jesús, saben que es, la sencillez.

El señor hace prodigio y milagro, y todos los que nos siguen en la radio, en las redes sociales, sabemos, que hace prodigios y milagros portentosos que ninguna mente humana puede explicar ¡Claro que los hace! Pero no es su manera ordinaria de actuar. La manera ordinaria que el Señor tiene para actuar es precisamente lo ordinario. Y cuando nosotros busquemos a Jesús, en la sencillez, vamos a conocerlo y a comprenderlo más y mejor. Vamos a estar encontrarlo a cada momento y a cada paso de nuestra vida. Quisiéramos a veces, que el Señor apareciera en nuestras dificultades, nos hablara en Sueño ¡Claro que quisiéramos! ¡Cuántas veces no quisiéramos! Ya para tener la claridad, que esa es la voluntad de Dios.

Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa / Cortesía

Y tener un sueño, puede hacerlo el Señor. Claro que lo puede hacer, pero su manera de hablarnos, normalmente es la ordinaria.

Fíjense ustedes, la palabra de Dios, es una forma ordinaria que el Señor tiene para hablarnos.

Hoy en la primera lectura dice: ‘Hoy te hago ciudad fortificada, columna de hierro y muralla de bronce’. Y esa palabra no es para otros, esa palabra es para cada uno de nosotros. Hoy el Señor a vos, a mí, a todos, nos está diciendo esto. Es una palabra que se cumple. Es una palabra de poder y gloria.

Dice: ‘hoy te hago ciudad fortificada, columna de hierro, muralla de bronce’. Es decir, que el Señor derrama sobre nosotros, todo su poder. Cada uno de nosotros, tiene un poder que no es mundano. Que no es del mundo, que es un poder que él nos ha dado y que no has prometido. Aquí en la ordinalidad y de su palabra.

En la segunda lectura, otra vez el Señor hablando con sencillez, dice: ‘aspiren a los dones más altos’. Miren qué maravilloso. A veces nosotros, por una falsa humildad, no queremos aspirar a los dones más altos, sino a los más bajitos. Dice el Señor ‘aspiren a los dones más altos’. ¡Ah!, pero agrega ‘ya podría hablar todas las lenguas de los ángeles y de los hombres, pero si me faltara el amor, no sería más que bronce que suena y campaña que toca’.

Es decir, el don más alto al que podemos aspirar es el amor y viviendo en el amor, ahí estamos viviendo en Dios. Cuando alguien me da una palabra afectuosa, un consejo, un gesto amable, un cariño, me muestra su solidaridad, su fraternidad. Ahí está Dios hablándome.

Uno ve los sacramentos, todos son sencillos. ¿Cómo es posible que alguien llegue a ser hijo de Dios con solo derramarle sobre su cabecita tres gotas de agua o un chorrito de agua? Pero es que es Jesús. Dios es sencillo. ¿Cómo es posible que sobre un joven venga la plenitud el Espíritu Santo con solo ungirlo en su frente haciéndole la señal de la Cruz con el santo crisma? Es un Dios sencillo.

¿Cómo es posible que alguien quede perdonado de todos sus pecados con solo que el sacerdote le diga ‘yo te perdono de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo’?

A veces o muchas veces, estamos queriendo como los nazarenos, buscar a Dios en lo extraordinario, en lo prodigioso, haciendo lo más divino de lo que es, pidiéndole las señales cuando Él mismo es la Señal ¿y qué decir del sacramento que es puente y cumbre de la vida cristiana? La Eucaristía, donde el Señor se nos presenta y nos alimenta con su cuerpo, sangre y divinidad. Y solo a Él se le ocurrió quedar, en la segunda persona de la Santísima Trinidad, quedarse en un sencillo trozo de pan. Y en un poco de vino.

Yo en algún momento he escuchado gente que dice ¿cómo va hacer así eso? Queriendo encontrar cosas extravagantes. Ven hermanos, lo sencillo de Jesús y entonces el Señor les habla a los nazarenos de Elías que fue enviado a una viuda de Sarepta, que era pagana. Eliseo, que fue enviado a Naamán que era pagano. Es decir, el Señor le reclama a los nazarenos. (Les dice) ‘Ustedes me rechazan’, pero el evangelio no solo es para los judíos y no solo para ellos. El Evangelio es universal. Y claro, lo quieren despeñar, lo quieren despeñar al Señor, lo llevan al despeñadero. Dice el texto: ‘lo sacaron de la ciudad y lo llevaron hasta un barranco del monte, sobre el que estaba construida la ciudad’. Y sucedió algo maravilloso. ‘Él pasando en medio de ellos, se alejó de ahí’.

Jesús demuestra su poder y su autonomía. No le van a quitar la vida cuando ellos quieran, la vida la va a entregar Él por voluntad propia y por amor a nosotros.

Igual que Jesús la Iglesia, también anuncia el evangelio a todas las naciones y quieren llevarla al despeñadero. También la Iglesia, pasando por en medio de ellos, se aleja de ahí, porque la Iglesia vive su libertad y la autonomía que Dios le hay otorgado.

La Iglesia es un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. La cabeza de este cuerpo es Cristo. El misterio de la santa Iglesia se manifiesta en su fundación. Pues nuestro Señor Jesús dio comienzo a la Iglesia predicando la buena nueva. La Iglesia es una, santa, católica y apostólica, encomendada a Pedro para que la apacentara, confiándole a él y a los demás apóstoles su difusión y gobierno.

Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa / Cortesía

Cristo la eligió y la erigió perpetuamente, como columna y fundamento de la verdad. La Iglesia se pone completamente al servicio del Reino de Dios. Ante todo, anunciando y comunicando el Evangelio de la salvación. Denunciando las injusticias, vengan de donde vengan, y constituyendo nuevas comunidades cristianas.

De ahí deriva, en concreto, que la Iglesia no se confunda con la comunidad política y no esté ligada a ningún sistema político. La comunidad política y la Iglesia, en su propio campo, son independientes y autónomas. Aunque ambas, estén, a título diverso, al servicio de la vocación personas y social del hombre.

La Iglesia tiene el derecho, de ser para la comunidad, maestra de la verdad de fe. Y también de la verdad moral, que brota de la naturaleza humana y del Evangelio. Tiene también, la misión y el derecho de ocuparse de los problemas sociales y cuando lo hace, no puede ser acusada, de sobrepasar su campo específico de competencia. Mucho menos, el mandato, recibido del Señor.

Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa / Cortesía

Es propio de la estructura fundamental del cristianismo la distinción de lo que es del César y lo que es de Dios. La Iglesia, como expresión social de la fe cristiana, tiene su independencia y vive su forma comunitaria, basada en el la fe, que los poderes de este mundo deben respetar.

De aquí nace la libertad que tiene la Iglesia de tomar sus propias decisiones, nadie puede interferir ni influir en estas decisiones, de aquí nace, también la autonomía que tiene la Iglesia de todo poder temporal, sea social, políticos, económico o ideológico.

Recordemos hermanos, que para ser libres nos liberó Cristo. Lo hemos dicho en otras ocasiones, esta libertad, nada ni nadie, nos la puede quitar ni arrebatar.

Leé Monseñor Rolando Álvarez: La Iglesia «denunciará las injusticias, vengan de donde vengan».

Redacción | IP Nicaragua***

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