Opinión

El teletrabajo en el área rural de Nicaragua

* Aunque la decisión de trabajar desde mi ciudad natal fue motivada por la pandemia y he tenido que sortear algunas dificultades, asociadas a la conexión de internet, he de decir que trabajar en el silencio del norte y acompañar la jornada con una taza de café y rosquillas segovianas es muy agradable.

María José Martínez Rocha *

Los nicaragüenses usualmente contrastamos Managua con otros municipios del interior del país y existe una especie de cariño al hablar de las zonas rurales. Se resalta su tranquilidad, la cercanía con la naturaleza, la hospitalidad de las personas y el  menor costo de vida. Estas cualidades perfilan a estos destinos como un lugar idóneo para desarrollar el teletrabajo, con excepción de un factor determinante, la conexión a internet.

En 2018, el Banco Mundial (BM) reveló que en Nicaragua había 192,413 suscripciones a banda ancha fija, la cifra más baja de Centroamérica.

Trabajar desde casa demanda una buena conexión a internet. Foto: Unsplash.

Las suscripciones de 2018 experimentaron un descenso de 8.43% con relación al año anterior, cuando se cuantificaron 210,124.

El trabajo remoto exige que la conexión a internet sea estable y de calidad, ya que durante la jornada laboral se hacen videollamadas; se descargan, envían y reciben documentos; se accede a servicios en la nube; y se investiga a través de diferentes sitios web. La velocidad de descarga en Nicaragua es de 21.66 Mbps, según datos expuestos por BBC Mundo.

A pesar de que la cobertura de internet ha aumentado considerablemente, aún hay zonas que no cuentan con servicio de banda ancha, especialmente los municipios y comunidades más remotas. De acuerdo con el recuento la Cámara Nicaragüense de Internet y Telecomunicaciones (Canitel), hasta 2017, treinta y un municipios no contaban con servicio de banda ancha fija.

Fuente: Banco Mundial.

La migración de la educación terciaria y algunas actividades laborales a la modalidad virtual, provocada por la pandemia de covid-19, ha impuesto nuevos desafíos a estudiantes y profesionales que retornamos a nuestros municipios de origen. Si en la localidad que vivimos no contamos con servicio de banda ancha, tenemos dos alternativas: desplazarnos a  la ciudad más cercana que tenga cobertura de banda ancha, acción que en circunstancias actuales nos expone más al contagio de covid-19; o bien, conectarnos a través de datos móviles para cumplir con actividades que no demanden alta velocidad.

Sin embargo, esta situación puede generar rendimientos deficientes en las actividades estudiantiles y profesionales.

Las oportunidades

Las zonas rurales, además de ser un destino turístico, pueden perfilarse no solo como destinos de relajación, sino como sitios de trabajo, en la etapa posterior a la pandemia. Este potencial también lo están evaluando países vecinos, como Costa Rica. Sin duda, un paso previo antes de promocionar las áreas rurales como sitios de teletrabajo, es necesario mejorar la cobertura y calidad del internet.

La velocidad de descarga en Nicaragua es de 21.66 Mbps, según datos expuestos por BBC Mundo. Foto: Unsplash.

Hasta ahora el teletrabajo se ha limitado mayoritariamente al área urbana, posiblemente por la disponibilidad de internet y la infraestructura. La actualización de la ley de telecomunicaciones y futuras inversiones públicas y privadas, orientadas a generar mejorías en las localidades, conservando sus atractivos naturales y culturales, podrían atraer a turistas y trabajadores remotos. Esta población ocupada gastaría sus ingresos dentro de las localidades, provocando así un aumento en el consumo y un efecto derrame hacia otras actividades económicas.

Los hoteles podrían habilitar espacios de coworking, como se ha hecho en otras ciudades turísticas tradicionales y mejorar (o contratar) un servicio de internet con capacidad suficiente. Una mayor cobertura de internet mejoraría el potencial de los inmuebles (apartamentos, viviendas y cuartos) para ofrecerse en plataformas digitales como AirBNB.

Aunque la decisión de trabajar desde mi ciudad natal fue motivada por la pandemia y he tenido que sortear algunas dificultades, asociadas a la conexión de internet, he de decir que trabajar en el silencio del norte y acompañar la jornada con una taza de café y rosquillas segovianas es muy agradable. Creo que estas particularidades le sentarían muy bien a más de uno y  espero que en el futuro, puedan disfrutarlas.

* La autora es economista y docente universitaria.

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