* Muchos lo consideran un héroe durante el ataque a la marcha de las madres.
Nayira Valenzuela
Acelerar a fondo el motor de su motocicleta para pasar entre barricadas, balas y en la mirilla de los francotiradores. Así fue de arriesgada la labor humanista y voluntaria del famoso “Colochos”, un personaje surgido durante las protestas de abril de 2018 en Nicaragua, que hasta el día de hoy no se sabe de su paradero y su verdadera identidad.
Es 30 de mayo del 2018, “Colochos” a bordo de su motocicleta está participando en la «Madre de todas las marchas», que según cálculos de los organizadores, convocó a más de 500,000 manifestantes.
Es un mar de gente con camisas negras las que van exigiendo justicia por los asesinados de abril, pero entre el gentío hay alguien que no pasa desapercibido, es un hombre con una cabellera rizada amarilla y aunque va con una sudadera, camiseta negra y un pañuelo que cubre la mitad de su cara, la poca piel que está visible muestra las marcas del sol de largos viajes en motocicleta.
La marcha avanza por el sector de Metrocentro y se comienzan a escuchar rumores sobre un grupo de simpatizantes del gobierno armados que se están concentrando en uno de los costados del estadio nacional de béisbol Dennis Martínez. Un grupo de personas que salieron antes de la marcha, fueron a constatar la información y la respuesta que recibieron fueron balas.
En cuestión de segundos, se comienzan a levantar barricadas para que paramilitares y simpatizantes del gobierno no hieran a las madres que ya venían acercándose al sector de la Universidad Centroamericana (UCA).
Entre la multitud, “Colochos” está histérico, comienza a gritarle a los jóvenes que vayan a ayudar a los otros que están levantando barricadas.
A bordo de su motocicleta y una bandera de Nicaragua amarrada en su cuello, va esquivando una estampida de curiosos que huyen del frente de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI).
Primeros disparos
El ambiente es tenso; unos levantan barricadas, otros tratan de quebrar adoquines para resistir el ataque de paramilitares, sin imaginarse que la mayoría de los primeros disparos mortales venían del estadio Dennis Martínez y uno a uno empiezan a caer los cuerpos, algunos ya sin vida.
Como si fuera una carreta nagua de turbo, “Colochos” lleva la muerte a bordo de su moto; va anunciando que lleva un herido de gravedad, su nombre es Francisco Reyes, un joven de 30 años, que recibió un disparo en la cabeza que le desprendió parte de su masa encefálica. Gran parte de su sangre manchó la bandera. Este sería el primer caso del que “colochos” sería testigo de los últimos suspiros de vida de un manifestante.
Este personaje, aparte de sacar a los heridos de la zona de fuego, rescatar los cuerpos de los asesinados que caían por balazos letales que impactaban en su cuello, cabeza o pecho, cuando podía usaba su tiradora para repeler el ataque, pero la distancia era enorme.
Entre las personas que pudo rescatar con vida estaba una reportera gráfica de un diario nacional; ambos estaban frente al estadio nacional, cuando de repente, de uno de sus costados les hicieron una emboscada. Al salir huyendo, la reportera cayó al piso por un calambre en su pierna derecha; en ese instante “Colochos” la sacó de la zona de peligro sin demorarse mucho, su motocicleta se desvaneció entre el polvo y las balas que pegaban en las barricadas.
“El 30 de mayo fue una de las coberturas periodísticas donde más corrí riesgo, estaba interesada en capturar el momento exacto cuando la población pudiera presentar a más de alguno de los francotiradores que estaban disparando desde el estadio nacional, pero una emboscada y un calambre en la pierna, me lo impidió. Fueron los segundos más largos de mi vida, pensé que no iba a salir viva, no podía avanzar, pero este muchacho de melena grande, me sacó de ese punto. En ese momento no me dio ni tiempo de agradecerle. En cuanto me bajé, él volvió a la ‘zona roja’”, describe la reportera.
«Estamos vivos»
No fue hasta el año siguiente que ambos pudieron toparse en una marcha, él entre tanta gente que rescató, no podía recordar los rostros de cada uno, pero para la reportera gráfica era imposible olvidar la moto, su cabellera y su bandera manchada de sangre que siempre llevaba amarrada a su cuello y ondeaba a su espalda.
Con los nervios y los sentimientos a flor de piel, la reportera se le acercó a “Colochos” y le dijo: “te quería agradecer por que vos me sacaste de los alrededores del estadio cuando estaban disparando”.
– “No tenés que agradecerme nada chela», respondió el joven y agregó; «lo más importante es que estamos vivos, vos sos reportera, voy a hacer algo que nunca he hecho, quiero que mirés mi cara, si algún día llego a desaparecer o me echan preso, vos vas a poder decir que yo era el que sacaba a los heridos y los muertos en las protestas. La Policía me anda buscando, yo no tengo miedo, ayudar a los chavalos no es un delito”, confió “Colochos”.
Desde aquel 30 mayo, además del sentimiento de un deber cumplido y ganar fama, ganó una madre que levantaba plegarias por él todos los jueves en eucaristía del Santísimo, con el deseo de que Dios lo protegiera, para así poderlo conocer y agradecerle en persona por haber sacado el cuerpo de su hijo Francisco Reyes, de uno de los costados de la UNI.
Guillermina Zapata nunca pensó que ella sería una madre más a la que le asesinarían a su hijo durante las protestas en Nicaragua.
Ella iba entre el gentío, tenía pensado verse con su hijo en la marcha, Francisco llegó desde tempranas horas, pero ella tenía unos asuntos pendientes por cumplir. Cuando llaga a la rotonda de Metrocentro, escucha y mira personas huyendo de la zona, ya estaban saliendo los primeros heridos y se siente angustiada, sin pensar que su hijo ya era la primera víctima mortal de la masacre de aquel 30 mayo.
Para las madres de los 19 asesinados del 30 de mayo, el mal recuerdo que les quedó es la saña con la que mataron a sus hijos.
Guillermina aún tiene fresco el recuerdo de su hijo de 34 años que desde que inició el levantamiento social, soñaba con ver una Nicaragua libre. Lo único que él portaba ese día era una bandera azul y blanco, misma que “Colochos” guardó hasta que pudiera ver a la madre del joven que cargó en su moto para entregársela.
No fue hasta el 19 de abril del año siguiente que a ambos se les cumplió su promesa; “Colochos” estaba en lo más alto de una cruz, con una bandera con sangre amarrada a su cuello y cuando bajó, una integrante de la Unidad Nacional Azul y Blanco, Ivana Álvarez, le dijo que le tenía una sorpresa y en ese instante el corrió al encuentro de doña Guillermina. No hizo falta presentación; ambos habían pedido a Dios por ese momento. Entre un abrazo fuerte y lágrimas, “Colochos” pudo entregar la bandera con sangre de Francisco Reyes a su mamá, Guillermina Zapata.
Guillermina nunca ha olvidado ese momento tan emotivo.
“Aun poniendo en riesgo su vida, “Colochos” es un héroe, para mí es un héroe, la verdad es que en ese momento, en la cruzada de balaceras que hay, el valor que tuvo para meterse a recoger a Francisco y sacarlo en medio de una balacera, estoy muy agradecida y la verdad es que no es para cualquiera meterse en medio de una balacera y recoger heridos», dijo emocionada la madre.
Desde aquel 19 de abril del 2019, nunca volvió a saber de «Spiderman», como ella también lo llama, pero ambos hicieron la promesa “que cuando ganemos la lucha, él va a querer una entrevista conmigo, él quiere platicar conmigo, esas fueron sus palabras cuando me entregó la bandera y sigo esperando que ese día llegue y que la justicia divina caiga para los responsables de los asesinatos en las protestas», afirmó doña Guillermina.
Testimonios como este abundan de este personaje, que se hizo viral en las redes sociales el 30 de mayo y durante otras marchas, pero también porque escalaba las estructuras de hierro de los popularmente llamados “chayopalos”, puentes peatonales y postes del tendido eléctrico. De allí que muchas personas lo apodaran “Spiderman”.
Como una descripción general, se podría decir que a pesar de ser un personaje solitario, que siempre andaba sin compañía en su motocicleta, “Colochos” tiene un sentimiento de solidaridad, empatía que lo hizo exponer su vida para que los familiares de los asesinados en las protestas, pudieran velarlos dignamente, ya que hubo casos de personas asesinadas que sus cuerpos nunca aparecieron.
Por sus rasgos físicos, tez morena, su forma de hablar, lo tosco de sus manos y la dureza con la que habla, podría decirse que es procedente del norte, de esos hombres que trabajan la tierra desde que sale hasta que se mete el sol; un hombre que sabe el dolor de una madre al perder a su hijo.