Nicaragüenses mantienen viva tradición a la Virgen María pese a la pandemia y la crisis

Voz de América

Este año, los nicaragüenses han enfrentado la crisis social y política que vive el país, la pandemia del COVID-19 y dos huracanes, no obstante, la fe y las tradiciones de un pueblo, en su mayoría católico y devoto de la Virgen María, se mantienen intactas.

En Monseñor Lezcano, un histórico barrio de Managua, doña Lucrecia del Socorro Rivas se prepara para celebrar la tradicional gritería a la Inmaculada Concepción de María, un evento que ayuda a organizar hace 47 años, como acción de agradecimiento tras haber sobrevivido al terremoto que remeció Managua en 1972.

La purísima es una celebración a la Virgen María que se festeja del 29 de noviembre al 7 de diciembre en Nicaragua, culminando con la tradicional Gritería. Es la fiesta más popular del año para la mayoría de los nicaragüenses y, aunque la pandemia del COVID-19 ha limitado su celebración, los devotos se las ingenian para poder cantar y celebrar a la Virgen, dijo doña Lucrecia a la Voz de América.

Doña Lucrecia del Socorro Rivas se prepara para celebrar la tradicional gritería a la Inmaculada Concepción de María. [Foto: Daliana Ocaña, VOA]
“La tradición que se da aquí en Monseñor Lezcano es a raíz del terremoto. Es una tradición, aquí nadie duerme, se pintan los palos, las calles, todo en alusión a la virgen, se ponen banderillas, chimbombas», dijo.

«La devoción está igual y yo creo que más fervorosa, con el pesar de que unos dicen que no va a haber gritería. Otros sí. Aquí mi vecino ya está haciendo 500 nacatamales», añadió.

«¿Quién causa tanta alegría?… ¡La Concepción de María!»

La celebración reúne y atrae a creyentes y escépticos, que salen en masa a las calles a cantarle a cada altar de la virgen que encuentran a su paso, a la vez que se grita «¿Quién causa tanta alegría?» y se responde «¡La Concepción de María!». Los habitantes de las casas reciben a los devotos con un «brindis» y regalías, llamado popularmente «la gorra».

El padre Boanerges Carballo, vicario episcopal de Pastoral de la Arquidiócesis de Managua, explicó a la VOA que la crisis social que vive el país desde 2018, sumado a la pandemia del COVID-19, han obligado a la iglesia a modificar las dinámicas de estas actividades, pero mantienen el llamado a conservar la comunión y la devoción a la Virgen.

Altar a la Virgen colocado por el gobierno en avenida de Managua. [Foto: Daliana Ocaña, VOA]
Esto «porque una de las características es el encuentro multitudinario de las personas en las calles, en los altares, por tanto la iglesia está proponiendo que recemos y cantemos, en un ambiente familiar, y cuando el grupo que celebra la purísima va más allá del grupo familiar, hacerlo con las debidas precauciones», enfatizó el líder religioso.

Desde 2012, Nicaragua ha solicitado sin éxito a la Organización de las Naciones Unidas para la Educación la Ciencia y la Cultura que se declare La Purísima y La Gritería como Patrimonio Cultural e Intangible de la humanidad.

Para estas fechas, el Estado de Nicaragua además ya colocó los tradicionales altares a la virgen en la Avenida Bolívar, una tradición del actual gobierno, que ha sido criticada por los opositores y la ciudadanía por invertir millonarios recursos del Estado sin transparencia ni fiscalización. Además, una iniciativa de la que la iglesia y los creyentes se desvinculan.

̈»Lo que el gobierno haga nosotros no tenemos ninguna opinión, porque ellos no son religiosos, ellos no dirigen la iglesia, quienes dirigen la iglesia es la Conferencia Episcopal y nosotros. No sé qué fines tienen ellos para hacer esas cosas», explicó Monseñor Carlos Avilés, al ser consultado sobre la iniciativa del Estado.

Hace tres años, el gobierno del presidente Daniel Ortega intentó crear una ley para declarar las festividades marianas patrimonio de la nación, lo que creó una fuerte controversia entre los creyentes y sacerdotes que señalaban que no es competencia del Estado vincularse en las actividades religiosas de la población.

La protesta nacional y la queja directa de los obispos con Ortega lo llevó a retirar la propuesta de ley. La Conferencia Episcopal también confirmó que, en su protesta al presidente, le hicieron ver que a la autoridad civil «no le compete proclamarse custodia y promotor de la fiesta religiosa más grande y bella del pueblo católico nicaragüense».

Foto portada: Daliana Ocaña, VOA. 

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